Los precios disparados ponen en fuga a los visitantes de la Feria del Pabellón Cuba
"Me voy con las manos vacías porque hasta un llavero, que es lo más barato, cuesta 350 pesos. Esto es para mirar y no comprar"
La Habana/Es sábado. La Feria de la Cultura Cubana "Arte en el Pabellón Cuba" de El Vedado habanero lleva apenas un día abierta pero en la cola para entrar hay solo seis personas. Otros años, el evento comercial atraía multitudes, pero este mes de julio la inflación ha tocado el cielo y pocos se animan a gastarse el salario de varios meses en una artesanía.
Nada más escapar del sol de la calle 23 y subir la escalera del Pabellón Cuba, un puesto gestionado por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) deja claro que la edición de este año va de capa caída en las ofertas oficiales, que antes ocupaban la mayor parte de los stands de la zona de entrada.
Unos pocos libros y revistas se exhiben en el mostrador del Icaic ante el que los recién llegados pasan de largo, sin mirar. "Péguense a la pared", es lo próximo que escuchan los clientes en el largo pasillo que va hacia el área más grande. Una empleada termina de limpiar el piso aunque la Feria lleva ya media hora abierta al público.
Como aperitivo para lo que viene después, un comercio de lámparas ofrece sus creaciones a precios que llegan hasta los 15.000 pesos. "Hay que tener ganas de alumbrarse", rezongaba una mujer que, junto a su hija, indagaba con el vendedor sobre el material de los productos, hechos en su mayoría de metal y cristal.
Sin embargo, las sorpresas mayores llegan en el recinto al que se accede tras el pasillo. Un local destinado a la joyería, de la marca Nikiole, asegura resaltar el "brillo interior" de los clientes con su amplia propuesta de joyas que incluyen accesorios de plata 925, –también llamada plata esterlina– que alcanzan algunos los 8.000 pesos por pieza.
Más adelante, los privados señorean en el amplio salón con ofertas que van desde flores artificiales de la firma Flores Rafa, a 50 o 100 pesos cada una según la complejidad, hasta los puestos destinados a la venta de jarras decoradas con frases motivadoras y carteles para colgar en la pared que lo mismo advierten de que en una habitación vive "el rey del reguero" o describen a los habitantes de una casa como "gente super ocupada".
Sin embargo, son las manufacturas chinas y los productos importados los que protagonizan la venta. Chancletas que imitan marcas famosas, pinceles, pegamento instantáneo, lupas y muñecas de plástico se extienden por varios puntos de venta, acompañados de cristalería también foránea, entre las que un juego de copas cuesta 3.800 pesos.
"Me voy con las manos vacías porque hasta un llavero, que es lo más barato, cuesta 350 pesos. Esto es para mirar y no comprar", se quejaba un joven que tras un rápido paseo por la Feria terminó regresando sobre sus pies por el pasillo, en dirección a la calle.
No faltan las casetas con souvenirs pensados para turistas que ofrecen desde el manido cartel de la calle Cuba hasta toscas reproducciones del Morro de La Habana. En esos puestos tampoco faltan las miniaturas de autos antiguos como los que siguen rodando por las calles de la Isla, aunque los reales se vean menos tiernos que en su escala pequeña y mucho más cacharrosos.
Están presentes de igual forma los productos de higiene, de manufactura local, con toscas etiquetas y envases poco atractivos. También la ropa importada, que llega en los maletines llamados gusanos y cargados por las mulas desde países como Panamá, México, República Dominicana o la mismísima isla de Margarita en Venezuela.
En abundancia también están los zapatos de producción local, la mayoría provenientes del emporio del calzado en Cuba: el municipio de Camajuaní en Villa Clara. Pero a diferencia de otros años, en que alrededor de las sandalias y las botas siempre revoloteaban los clientes deseosos de probarse algún par, este sábado apenas había dos curiosos que preguntaban los precios y daban media vuelta al escucharlos.
La parte gastronómica también está mayoritariamente bajo gestión privada, lo cual se nota en la variedad y en los números que acompañan a cada producto en la tablilla de anuncios. Una hamburguesa por 300 pesos, un pan con lechón en 350, una tableta de chocolate por 400 y un batido de mamey 120, mientras que los kioscos estatales tienen la cerveza y los refrescos calientes.
Alrededor del escenario, punto final del recorrido, una docena de personas asiste a un espectáculo para niños. Unos pocos llevan una bolsa de compra en las manos, los otros solo han hecho el recorrido con las manos tras la espalda y las cejas levantadas, pegadas al cielo como los precios.
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