Del Llano: "En Cuba no hay que esforzarse mucho para trabajar el absurdo"

El cineasta cubano Eduardo del Llano. (14ymedio)
El primer cortometraje de Eduardo del Llano tuvo la osadía de jugar sarcásticamente con la temida Seguridad del Estado. (14ymedio)

01 de marzo 2017 - 18:59

Miami/(EFE).- "Escribir sobre el absurdo no me resulta difícil porque vivo en esa rutina", asegura en su primera visita a Miami Eduardo del Llano, el director y guionista cubano más polémico, creador de la saga de cortometrajes sobre Nicanor O'Donnell, que se esperan en la Isla como el más ansiado folletín.

Y es que Nicanor, que puede ser lo mismo un editor de prensa, un guerrillero venido del futuro o un artista plástico, es "un concepto, más que un personaje", dice Del Llano en una entrevista con Efe en una de las joyas "art deco" de Miami, el Cine Tower,

Allí, en el corazón de la Pequeña Habana, se presenta este jueves una selección de sus cortos.

Humor punzante, crítica social y política son los ingredientes regulares de este profesor de Historia del Arte devenido guionista de cine contestatario, a quien el régimen cubano deja hacer a hurtadillas pero no lo programa en cartelera.

De ahí que cuando Del Llano se refiere a su próxima entrega -la decimotercera de la saga, en junio- de los cuentos de Nicanor, diga que "saldrá a la calle" en lugar de "se estrenará".

Su primer cortometraje tuvo la osadía de jugar sarcásticamente con la temida Seguridad del Estado

Sus materiales, que pasan de mano en mano en CDs y lápices de memoria, son de consulta y opinión social, y tocan todo tipo de conflictos actuales, más otros temas ya históricos de la denominada revolución cubana.

"Habitualmente no escribo por encargo, sino que son ideas que me vienen a la cabeza", dice Del Llano.

Su próximo corto, rodado en enero último, se titula precisamente Dominó, pero el director no quiere adelantar nada del argumento.

Wikipedia dice que Monte Rouge (2004), su primer cuento de la serie y quizá el más popular de todos, no es una película clandestina.

Del Llano lo confirma. "Clandestino quiere decir que, si te cogen el material, vas preso. Hay un matiz entre independiente y alternativo, que son los términos que más me gustan", puntualiza.

Su primer cortometraje tuvo la osadía de jugar sarcásticamente con la temida Seguridad del Estado, o lo que es lo mismo, la policía política cubana.

Unos agentes de la Seguridad del Estado llegan al apartamento de Nicanor para instalar unos micrófonos con el fin de espiar sus conversaciones.

El absurdo es tan descomunal que los agentes le piden al inquilino que les diga en qué lugar pasa más tiempo, porque están limitados de micrófonos y no quieren fallar en su trabajo.

"Muchas rutinas de Cuba que puedan parecer exóticas son nuestra realidad. Por eso no hay que esforzarse mucho. La realidad cubana te provee de la matriz y luego tú la desarrollas", dice.

Fue coguionista, junto a Daniel Díaz Torres, del largometraje 'Alicia en el pueblo de Maravillas' (1991)

Del Llano, nacido en Moscú hace 54 años (su padre estudiaba economía política del socialismo en la antigua Unión Soviética), se estrenó en el mundo del cine a finales de los años 80 en medio de otra polémica.

Fue coguionista, junto a Daniel Díaz Torres, del largometraje Alicia en el pueblo de Maravillas (1991).

"Esa fue la pérdida de la inocencia", recuerda: "Comenzamos a escribir el guión a finales de los 80, en una época de 'rectificación de errores' (término acuñado por el fallecido líder cubano Fidel Castro), de cierta apertura en los medios, pero la película no salió hasta 1991, cuando las cosas ya no eran como creíamos".

"Alicia está ambientada en un pueblo imaginario donde la gente va a comedores populares y utilizan cubiertos amarrados con cadenas a las mesas.

Estuvo cuatro días en los cines de la capital, dos en los de provincias, y los censores enviaban a los militantes del Partido Comunista para vigilar al público.

"Yo era profesor de la Universidad de la Habana y no me expulsaron del trabajo, tengo que ser justo", rememora Del Llano.

"Pensábamos que iba a ser nuestra entrada al cine por la puerta ancha y fue la entrada, metafóricamente hablando, a Villa Marista (la sede de interrogatorios de la policía política en Cuba)".

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