Solo los empobrecidos maestros se atreven a comer el almuerzo de los niños en la escuela Guerrillero Heroico

En Cienfuegos, los padres están preocupados por la mala calidad de los alimentos en los centros escolares

Al filo del mediodía, frente a la puerta principal se aglomeran los familiares para recoger a los niños que van a almorzar a sus casas.
Al filo del mediodía, frente a la puerta principal se aglomeran los familiares para recoger a los niños que van a almorzar a sus casas. / 14ymedio
Julio César Contreras

09 de marzo 2025 - 14:51

Cienfuegos/Un caldo descolorido y un picadillo de textura grumosa es todo lo que hay sobre la bandeja metálica que los estudiantes llevan hacia la mesa. En el comedor de la escuela primaria Guerrillero Heroico, de la ciudad de Cienfuegos, los almuerzos provocan aversión entre los alumnos y preocupación en los padres. A la pésima calidad de la comida y las escasas raciones se suman las malas prácticas en su traslado y conservación.

Al filo del mediodía, frente a la puerta principal del centro escolar se aglomeran los familiares para recoger a los niños que cursan desde preescolar hasta sexto grado. La mayoría almorzará en su casa y solo unos pocos se quedarán a consumir el menú por el que pagan siete pesos mensuales, un precio subvencionado y pensado especialmente para madres trabajadoras con dos o más hijos. 

Sin embargo, el seminternado ha dejado de ser esa ración garantizada de alimentos que aliviaba la vida doméstica de las familias con hijos en edad escolar, para convertirse en una nueva carga. "Le tengo que conseguir siempre algo para añadir al almuerzo, sea un perrito [salchicha], un plátano, un pedazo de embutido o un huevo hervido", detalla a 14ymedio Yudeisy, madre de un estudiante de primer grado de la primaria Ignacio Agramonte.

"Eso de tener que reforzar el almuerzo lleva ya bastante tiempo, pero ahora cada vez vale menos la pena hacerlo porque prácticamente hay que mandar todo", lamenta la mujer. Su preocupación principal se centra en la mala higiene y las pocas condiciones de conservación en que se traslada el almuerzo desde el Centro de Elaboración de Alimentos, ubicado en el barrio de Pueblo Griffo, hasta el comedor de la escuela. "A veces tiene sabor a picado o huele mal".

Cuando los alimentos llegan al centro docente deben esperar hasta que comience el horario de almuerzo

"Mi hijo empezó a quejarse de que no estaba buena la comida y cuando averigüé resulta que las cantinas las trasladan una o dos horas antes, en carretones de caballos y bajo el sol, desde donde la preparan". Cuando los alimentos llegan al centro docente deben esperar hasta que comience el horario de almuerzo. Las altas temperaturas aceleran su deterioro.

Aunque para Yudeisy es muy complicado recoger a su hijo en la escuela y llevarlo a casa para que coma algo, asegura que prefiere asumir esa dificultad antes que arriesgar la salud del niño. "De todas formas él ya no quiere comerse lo que le sirven en la bandeja porque dice que no tiene buen sabor, que está frío y que muchas veces no saben ni siquiera qué cosa es".

Los largos apagones complican aún más la situación, pues el bombeo de agua tanto al centro de elaboración como a la escuela se interrumpe con frecuencia. "Además del agua para tomar tiene que llevar un poco para lavarse las manos antes del almuerzo". La mochila del hijo de Yudeisy parece cada mañana más "el bulto de una mudada que la maleta para ir a una escuela". Cuchara, vaso, pomo de agua y algo de comida para añadir al almuerzo conforman parte de lo que debe acarrear.

Aunque las frutas, verduras y vegetales frescos llevan décadas con muy baja presencia en las bandejas escolares cubanas en los últimos años las carencias nutricionales se han agravado. Las autoridades del sector no pueden garantizar la proteína, el arroz desaparece con frecuencia y las legumbres son reemplazadas por caldos aguados y de dudoso valor alimenticio.  

La solución a la que más recurren los padres en estos casos es llevar al estudiante a casa y prescindir del almuerzo escolar, pero no todas las familias pueden hacerlo. "Cuando yo era niño, los padre se sentían confiados de que el hijo que tenían en el seminternado estaba alimentado, no con lujos pero con comida de verdad: daban pescado, arroz, chícharo, pan y hasta algo de postre", recuerda un cienfueguero de 47 años con una hija en la primaria José Gregorio Martínez.

"Cuando yo estaba en la primaria, allá por los años 80, nos quejábamos de que con frecuencia nos daban ‘los tres mosqueteros’ que eran arroz, chícharo y huevo". Actualmente, el padre reconoce que un menú con esa composición sería "un sueño, algo que ni en muchas casas donde entran dos y tres salarios se puede garantizar cada día". De aquella época del subsidio soviético también recuerda los comedores que "olían a jurel y que la gente dejaba sin probar la natilla" que servían de postre.

Las autoridades del sector no pueden garantizar la proteína y el arroz desaparece con frecuencia.
Las autoridades del sector no pueden garantizar la proteína y el arroz desaparece con frecuencia. / 14ymedio

"Ahora a los maestros les conviene que vengamos a buscar a los niños al mediodía porque ya cada vez hay menos clases en la sesión de la tarde", detalla el hombre a este diario. "Saben que alumno que se va para su casa es alumno que no regresa y así ellos no tienen que trabajar más a partir de esa hora, usan ese tiempo en resolver problemas personales, hacer colas o simplemente esperar a que llegue el momento de irse".

"Como ni siquiera el aula tiene auxiliar pedagógica, la maestra termina sus clases antes de las 11:30 am, pone dos o tres tareas para la casa y despide a los muchachos. Ni ella misma almuerza en la escuela, porque es diabética y tiene que cumplir estrictamente con una dieta que ni se parece a la que sirven en el comedor", explica.

"El año pasado me asomé al comedor porque a mi hijo se le había quedado el pomo de agua y en la bandeja no tenía arroz, ni una vianda, solo un caldo de un color turbio con un fideo flotando en el medio. Ese mismo día decidí que el niño no iba a seguir almorzando en la escuela", añade. "Aunque es un sacrificio para nosotros prepararle algo en la casa, por lo menos todavía podemos. Hay familias que ni eso".

Sin embargo, con la pobreza que se ha extendido a toda la sociedad y alcanza también al personal educativo, esa comida que rechazan los niños no está perdida para todos. "La maestra de mi hijo se alegró cuando le dije que él no iba a almorzar por un tiempo en la escuela", cuenta Yudeisy. La mujer lleva cada día un pozuelo plástico que rellena con parte de los alimentos que los niños rechazan. Para ella, contar con esa sopa insípida, unos trozos de calabaza y algún que otro poco de arroz para llevar a su casa es una de las motivaciones para levantarse cada día y acudir al aula.

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