Los espejuelos, otro asunto que los cubanos resuelven gracias a sus familias en el extranjero
En Cienfuegos solo se encuentra material de dudosa calidad o a precios imposibles en las pymes
Cienfuegos/En Cienfuegos, los optometristas son tan escasos como los propios espejuelos. Armaduras plásticas, de mala calidad y traídas de mercados de todo por un dólar de Miami, es a lo máximo que pueden aspirar quienes están condenados a solucionar sus problemas de visión dentro de la Isla. Para los que tienen familiares en el extranjero la respuesta es más fácil. Se busca un médico que gradúe la vista y la receta viaja hasta Estados Unidos o Europa, donde los parientes asumirán el pago.
La escasez de especialistas no es lo único que golpea a la oftalmología en Cuba. Desde conseguir las gotas para graduar la vista hasta que las máquinas de medición funcionen, es un desafío que todas las condiciones se cumplan. Por ello no es raro que en el Hospital Pediátrico de la ciudad, donde los equipos se conservan más o menos mejor que en otros centros y todavía llegan algunos insumos, haya varios adultos esperando a ser atendidos –alegando amistad u ofreciendo “regalos”– por un optometrista.
Maritza es una de ellos. Logró, a través del amigo de un amigo, que el doctor la atendiera tras estar meses sufriendo dolores de cabeza porque sus espejuelos ya no le sirven. Con la receta en la mano, la cienfueguera se dispuso a ir a la óptica, pero en los desvencijados estantes no había una sola armadura que pudiera usar.
No es raro que en el Hospital Pediátrico, donde los equipos se conservan más o menos mejor, haya varios adultos esperando a ser atendidos
“Lo primero que me sorprendió fue ver que en la propia óptica le han arrendado un espacio a reparadores particulares de teléfonos celulares. Enseguida supe que las demás personas y yo no estábamos ahí para lo mismo”, cuenta la mujer a 14ymedio. Maritza se acercó al mostrador y entregó la receta a la dependiente. “La señora, casi en edad de jubilación, dijo que únicamente tenían disponibles graduaciones pequeñas, y que debía regresar en una semana para ver si le había caído algo”, asegura.
Según la cienfueguera, hace años que ve que los estantes de la óptica, situada en el bulevar, están prácticamente vacíos, con unas pocas armaduras deslucidas que no complacen los gustos de los necesitados, pero siempre pensó que al menos habría algunas opciones para los clientes, aunque no fueran las de mejor calidad o de buen gusto.
En otras ocasiones, Maritza también había encontrado dificultades para conseguir los espejuelos, pero ahora no le queda de otra que acudir al mercado informal. "Paso mucho trabajo porque llevo graduaciones diferentes en cada ojo. A veces ha demorado más de seis meses para que coincidan todos los elementos para la fabricación. Para mí es un sacrificio económico muy grande pagar el servicio por otra vía, pero no me quedará más remedio que hacerlo", lamenta.
A dos cuadras de la tienda está ubicado el local de Ópticas Miramar. Salvo que el pago debe realizarse en moneda libremente convertible (MLC), la atención al público y las ofertas no difieren mucho de los establecimientos que mantienen el cobro en pesos. "Supuestamente el trabajo debe quedar terminado en uno o dos días pero, en la práctica, demoran semanas para poder recoger los espejuelos. Tampoco existe una variedad de armaduras para elegir, por lo que ni pagando caro se puede comprar lo que uno quiere”, asevera Idalmis, una jubilada que salió decepcionada del taller.
La clienta tenía la esperanza de encargar unos espejuelos progresivos, pero Ópticas Miramar lleva meses sin fabricarlos. "Por mi casa van a menudo vendedores ambulantes ofreciendo espejuelos de todo tipo, pero como yo no sé de dónde vienen, prefiero acudir a los lugares donde pueda tener un mínimo de garantías. Además, suelen estar hechos de una pasta mala que se parte fácil, y los cristales parecen de plástico”, asegura.
Finalmente, Idalmis encontró los espejuelos que buscaba en casa de unos vendedores particulares que se dedican exclusivamente a productos para la vista. “Los espejuelos me costaron 6 MLC y llegan a costar hasta 20, según el tipo que sea. No es que yo tenga dinero en abundancia, pero como esto es una necesidad para mí, trato de encontrar algo de calidad porque, indudablemente, lo barato sale caro", explica.
En la ciudad también han surgido algunas pymes que se dedican a la fabricación de espejuelos graduados. "Yo fui a una óptica privada que está frente al Hospital Provincial. Si llevo la armadura, me cuesta 5.000 pesos y si la ponen ellos, el trabajo me cuesta el doble. Con esos precios es mejor seguir con mis espejuelos viejos, a los que ya les falta una pata", se queja Tomás, quien, para más ironía, trabajó años atrás en un almacén de ópticas en Cienfuegos.
"Ya desde mi etapa la mayoría de las armaduras y cristales no llegaban a la gente"
"Ya desde mi etapa la mayoría de las armaduras y cristales no llegaban a la gente, porque los mismos técnicos se quedaban con las materias primas para hacer sus trabajitos particulares", confiesa Tomás.
En los pequeños puestos y casas que sirven de tiendas improvisadas, los espejuelos graduados cuestan entre 800 y 1.200 pesos. Los especializados para problemas graves de visión, medidas distintas en cada ojo u otra particularidad, ni siquiera se encuentran o son extremadamente costosos. “Si calculo en base a mi salario, mi esposa y yo tendríamos que dedicar tres sueldos enteros a comprar los espejuelos que necesitamos”, reflexiona Tomás. “¿Ver o comer? Esa es la cuestión”.