"A los estudiantes de Medicina nos ponen a limpiar baños o cambiar bombillos"

La falta de personal en los hospitales de Cienfuegos obliga a los futuros médicos a hacer de todo

Salud Pública y Asistencia Social perdió 44.200 trabajadores entre 2022 y 2023, según el último anuario.
Salud Pública y Asistencia Social perdió 44.200 trabajadores entre 2022 y 2023, según el último anuario. / 14ymedio
Julio César Contreras

30 de enero 2025 - 17:03

Cienfuegos/Cuando Lisbeth llegó al hospital pediátrico Paquito González Cueto, curtida tras su paso por varios policlínicos de Cienfuegos, pensó que ya nada en el sistema cubano de Salud podía sorprenderla. Estudiante de tercer año de Medicina, esperaba no obstante que una de las instituciones más prestigiosas de la región le ofreciera un panorama menos crudo que el de otros centros en que había realizado sus prácticas. 

Sin embargo, la falta de personal –consecuencia del desplome de la población– se siente especialmente en el sector estatal, con salarios poco atractivos en comparación con los del privado, y más concretamente aún en el ámbito sanitario, donde el factor humano influye en la necesidad de hacer un sobreesfuerzo que no se refleja a fin de mes. Salud Pública y Asistencia Social perdió 44.200 trabajadores entre 2022 y 2023, según el último anuario, publicado este año. 

De ellos, al menos 32.000 son médicos, pero las carencias son transversales y los estudiantes en práctica no solo solventan la falta de facultativos, sino que resuelven tareas para las que están sobrecualificados.

"En mis guardias he conducido a pacientes en sillas de ruedas y camillas. He tenido que poner inyecciones y hasta le he pasado la escoba a la consulta"

"En mis guardias he conducido a pacientes en sillas de ruedas y camillas. He tenido que poner inyecciones y hasta le he pasado la escoba a la consulta cuando nadie se encarga debidamente de la limpieza", alerta Lisbeth, que también advierte sobre un problema de larga data. No solo los pacientes deben llevar su propia comida si esperan alimentarse adecuadamente, también los propios doctores, como ella misma hace durante estos meses de prácticas. 

A diferencia de los médicos o el resto del personal sanitario, los estudiantes de medicina no pueden pedir la baja o trasladarse a otro hospital cuando no se sienten a gusto en uno. De hacerlo podrían hasta perder el diploma o ser amonestados seriamente. La obligatoriedad de permanecer donde los mandan los convierte también en víctimas de exceso de trabajo y de órdenes arbitrarias por parte de los directivos.

“A veces he terminado la guardia y no he podido irme a mi casa a dormir, tomarme un café o darme una ducha”, cuenta a este diario otro joven que hace prácticas en el Hospital General Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima. “Los estudiantes somos la última carta de la baraja, nos ponen lo mismo a cargar cubos de agua desde la cisterna que a salir a buscar algo de comer para los doctores”.

Donde pensaba encontrar retos profesionales que lo ayudaran a superarse, el joven ha tenido que limpiar baños, subirse en una silla para recomponer un poco el falso techo para que no le caiga sobre la cama a un paciente o traer desde su casa un bombillo para poder usar el baño durante la madrugada. “A veces me parece que me voy a graduar de técnico en reparación en lugar de médico”.

Lisbeth acusa a sus colegas de profesión de canjear a los pacientes a cambio de "jabas cargadas de comida y productos de primera necesidad".
Lisbeth acusa a sus colegas de profesión de canjear a los pacientes a cambio de "jabas cargadas de comida y productos de primera necesidad". / 14ymedio

Por su parte, Lisbeth acusa a sus colegas de profesión de canjear a los pacientes a cambio de “jabas cargadas de comida y productos de primera necesidad”. “Es como si no les importara el dolor ajeno”, afirma. Si tienen que atender un caso, priorizan a los “recomendados”, los que tienen “palanca” o aportan regalos, lamenta. 

"También he notado que varios de nuestros profesores, cuando estamos atendiendo a un enfermo, se limitan a indicar un procedimiento clínico sin explicarnos la causa de la enfermedad y el porqué de sus decisiones. Prácticamente estamos haciendo el trabajo de los enfermeros, aprendiendo básicamente por medio de la bibliografía, en ocasiones desactualizada”, explica. “Algunos de mis compañeros de aula me piden que no coja tanta lucha, que lo de nosotros es aprobar los exámenes, pero yo no me conformo”. 

A Lisbeth le faltan varias semanas para acabar su rotación por el Paquito González Cueto, cuya estructura en pleno deterioro es una metáfora de lo que ocurre entre sus paredes. El peor miedo de la joven es que llegue un paciente realmente grave, un niño cuyo tratamiento no admita trucos ni improvisaciones. “¿Cómo le voy a dar seguridad a los familiares de que a ese niño se le podrá dar una atención esmerada?”, se pregunta. 

Con vocación médica desde la infancia, la joven ha resumido el drama de estudiar Medicina en una fórmula: su profesión es hermosa, pero le tocó estudiarla en el país equivocado.

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