El ex espía Gerardo Hernández lamenta el desinterés de los jóvenes por los CDR
Propone instalar cámaras de seguridad en las cuadras para sustituir a los chivatos
La Habana/El ex espía cubano Gerardo Hernández argumentó este lunes que la organización que coordina –los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)– no es, como todo parece indicar, anacrónica. No obstante, cada vez menos gente, especialmente joven, quiere ocuparse de los cargos de dirección en los más de 138.000 barrios del país. “¿Quién se echa encima las tareas de los comités?”, clama, entrevistado por Bohemia.
“Cuando abordas a alguien para ocupar cargo en un comité, la respuesta es, por lo general, que después de trabajar ocho horas no alcanza el tiempo para involucrarse en las tareas de la organización, porque tienen que cocinar –no solo las mujeres, en ocasiones los hombres también si vas con un estudiante, te dice que la universidad le ocupa mucho tiempo y tampoco puede involucrarse en las tareas de la comunidad”, explica.
Quedan los ancianos del barrio, viejos cuadros de los CDR fundados por Castro y para quienes el ex espía promete un nuevo esplendor. A 64 años de su fundación, sin embargo, los CDR parecen haber perdido toda función y el ex espía pretende recordarla: “No es ocioso decir que es un privilegio para cualquier país del mundo tener en las cuadras, en los barrios, una organización que, por más dificultades que tengamos en el funcionamiento –bien, regular o mal–, ofrezca la facilidad de poder tomar un teléfono para llamar a un líder nuestro en cualquier municipio”.
"Cuando abordas a alguien para ocupar cargo en un comité, la respuesta es, por lo general, que después de trabajar ocho horas no alcanza el tiempo para involucrarse en las tareas de la organización"
Quien habla es un “héroe de la República de Cuba”, recuerda Bohemia a los lectores, por lo que sus planteamientos deberían ser escuchados en las más altas instancias. “No olvida que para no pocos ya el tiempo de los Comités de Defensa de la Revolución había pasado, porque ya no había petardos, amenazas, ni agresiones, pero también estaban bastante inactivos”, comenta.
A Hernández le preocupan las redes, en las que pretende “no quedarse atrás” en términos de propaganda. Se trata de “posicionar etiquetas”, mientras más perfiles mejor, para que la organización se haga notar. La utilidad de los CDR, en su opinión, se demostró durante la pandemia, cuando los presidentes de cada barrio se encargaron de repartir los pocos suministros que el Estado puso a su disposición. Fue el momento, argumenta Hernández, en que descubrió el poder de la estructura.
Para el futuro, afirma, se podrán encargar de contabilizar a los electores o recabar información útil para el Gobierno: “¿Quién sabe (cuántos son) los cederistas que ya no viven ahí o alcanzaron la edad requerida para ejercer su derecho al voto? ¿Quién puede informar acerca de las personas que fallecieron o son vecinos de reciente incorporación?”. El ex espía dice tener la respuesta: “El CDR, que da la facilidad de que la información fluya y se actualice con mayor rapidez”.
Hernández afirma con entusiasmo que logrará aumentar las donaciones de sangre y se encargará –con múltiples recorridos por el país– de comprometer a los reticentes. Ya tiene preparado el logotipo de su “campaña”, la “canción alegórica” y una lista minuciosa de actividades.
Tiene en la mira a organizaciones extranjeras, como la Brigada de Solidaridad Española Hermanamiento Nou Barris, a quienes acaba de dar un premio: una escultura de cerámica de Lázaro Valdés, conocido como Matacochino. “Hace tres décadas que, en las buenas, en las malas y en las regulares, esa brigada de Barcelona está junto a nosotros, con la compañera Maruja Ruiz al frente”, señala. Los 38 premios que ha otorgado hasta ahora son 38 potenciales aliados extranjeros que ayudarán, dice, al “programa de limpieza y embellecimiento” de los barrios.
El ex espía dice tener la respuesta: “El CDR, que da la facilidad de que la información fluya y se actualice con mayor rapidez”
De momento, el programa tiene numerosos obstáculos –la falta de combustible y la acumulación desmedida de desechos– de los cuales Hernández se lava las manos aunque no señala expresamente ni a los Servicios Comunales ni al Ministerio de Transporte: “No es una responsabilidad nuestra y no somos responsables de recoger la basura”. En Cuba hay, además, una “incultura de la suciedad y la despreocupación”, admite.
Por otro lado está la agricultura urbana, que Hernández quiere implementar reforzando el siempre frustrado proyecto “Cultiva tu pedacito”. Ante el fracaso de la iniciativa, contrapone los patios y azoteas de la familia Saavedra, en Santiago de Cuba. Bohemia ilustra sus palabras con una foto: detrás unos pocos canteros, apenas sembrados, sobresale un rostro gigante de Fidel Castro y varias banderas de los CDR. “Es un patio de referencia”, celebra.
Hernández asegura que con el regreso de las asambleas de rendición de cuentas, pospuestas desde 2021, los CDR tienen una nueva oportunidad de probar su utilidad. Serán ellos –argumenta– los encargados de movilizar a quienes no quieran reunirse. “Este va a ser un reto grande”, prevé.
Nadie debe esperar mejoras inmediatas en los CDR. Al fin y al cabo, él solo se compromete a ejecutar cambios “a largo plazo” y subraya que la organización no le fue entregada “en estado óptimo”. Su problema es, ante todo, la falta de personas que quieran ser jefes. Él no entiende de reticencias. Mientras tanto, sueña con cámaras de seguridad en las cuadras para sustituir las racionales “guardias cederistas” y sistemas de vigilancia de barrio más sofisticados.