Las farmacias en Cienfuegos, sin medicamentos y sin personal competente

Ha desaparecido la figura del boticario, que actuaba como un doctor de barrio

Los constantes apagones también lastran el servicio y obligan a los clientes a comprar antes de las 3:00 de la tarde.
Los constantes apagones también lastran el servicio y obligan a los clientes a comprar antes de las 3:00 de la tarde. / 5 de Septiembre
Julio César Contreras

22 de febrero 2025 - 13:48

Cienfuegos/Hace demasiado tiempo que a Irma no le sorprende ver las farmacias vacías. Cuando se acerca a uno de esos locales en Cienfuegos, donde reside, su mirada no va a los anaqueles ni al tablón de medicamentos, ambos desiertos, sino “al porte y conocimientos” de los farmacéuticos, que van también en decadencia. Sus estudios de Farmacia hace 50 años en la Universidad de La Habana todavía le alcanzan para calar a quienes se han convertido en “meros vendedores de medicinas”.

“En la farmacia que está al lado de la funeraria, en El Prado, la falta de profesionalismo de los empleados es preocupante”, cuenta a este diario Irma. Si antes los farmacéuticos eran autoridades a la hora de hablar de medicinas, incluso al nivel de los médicos, ahora se palpa “la incapacidad para recomendar fármacos, describir sus propiedades o incluso contraindicarlos en caso de que sean incompatibles con otros o con alguna enfermedad”. 

Tampoco les importa almacenar de la manera debida los medicamentos, critica Irma, que desde la puerta del local puede divisar el almacén. “Ese desorden hubiera sido inconcebible para mis profesores. Y eso que les llega poca mercancía”.

Nieto de boticario, para Sergio, que cursa el tercer año de medicina, la profesión de su abuelo fue fundamental para decidir la suya. “Antes ese oficio se respetaba mucho. Mi abuelo tenía una carpeta que todavía se conserva en mi casa, donde iba anotando las preparaciones, tinturas y fármacos que le pedían sus clientes”, explica. 

"Después de 1959 no tardaron en expropiarle la farmacia y trabajó durante mucho tiempo para el Estado, en el mismo local que tanto trabajo le costó mantener"

“Después de 1959 no tardaron en expropiarle la farmacia y trabajó durante mucho tiempo para el Estado, en el mismo local que tanto trabajo le costó mantener. Sin embargo, ni siquiera en aquel momento dejó de tener la reputación que tenía. A veces incluso daba consultas en la casa, y por eso todavía quedan aquí morteros, tubos de ensayo y recipientes de vidrio, además de los típicos tarros de porcelana con polvos y hierbas”. 

Con un retiro miserable, cuenta Sergio, su abuelo acabó vendiendo periódicos en un estanquillo. “Hoy ni siquiera podría hacer eso, porque los estanquillos también los desmantelaron”.

Irma no puede estar más de acuerdo. Hace algunos años visitar una farmacia y hablar con los empleados sobre su trabajo y ciertos medicamentos curiosos era un placer que la cienfueguera disfrutaba. Sin embargo, “en los tiempos que corren” dar con alguien que sepa de lo que habla y que le guste su oficio es difícil. Y el estado precario del sistema de farmacias de la Isla no hace más que empeorar la situación.

“Esa misma farmacia de la funeraria debería estar abierta las 24 horas, pero esos horarios no tienen sentido si no tienen existencias. A partir de las cuatro o cinco de la tarde la muchacha que esté de guardia se sienta frente al local, en un banco, a esperar a que pasen las horas. Ese tipo de cosas desincentivan a la gente”, estima la anciana.

"Supe, por una amiga que todavía se mantiene en mi antiguo trabajo, que le han llegado hasta medicamentos próximos a vencerse o incluso vencidos"

El manejo de los fármacos también deja qué desear, asegura Irma. “Supe, por una amiga que todavía se mantiene en mi antiguo trabajo, que le han llegado hasta medicamentos próximos a vencerse o incluso vencidos. Los distribuidores le dicen que no hay transporte para hacer el traslado cuando toca”, confiesa la mujer, que añade al problema la archiconocida falta de materias primas para hacer las medicinas. 

Los constantes apagones también lastran el servicio: “Quien deba comprar un medicamento tiene que hacerlo antes de las 3:00 de la tarde, porque después resulta imposible”. 

Hace unos días, mientras cazaba entre las farmacias de Cienfuegos una medicina para la presión, Irma se topó con una imagen curiosa. La farmacia del bulevar, tan desplumada como el resto, de pronto tenía los estantes llenos de cajas de medicinas. “Después supe que por esa calle iba a pasar una visita gubernamental. Lo prepararon todo para que desde el exterior se viera abastecida, pero es obvio que las cajitas estaban vacías o con frascos sin ningún contenido”, revela. 

No obstante, Irma se niega a achacar todo el caos a la “desfachatez” con que funcionan las cosas. Según cree fervientemente, aunque todo esté funcionando mal la gente debe sentirse orgullosa de lo que sabe y prestar un buen servicio. “En varias ocasiones he visto clientes entrar al establecimiento y marcharse con la misma, sin que nadie les explique nada. Además de listas enteras de medicamentos, a los farmacéuticos les falta un poco de amor por lo que hacen”.

La mujer no logra adivinar la causa para tanto “desinterés”, aunque cree que las graduaciones en masa de los últimos años en las universidades médicas, la migración de los profesionales y los pocos incentivos que tienen los farmacéuticos tienen algo que ver. Incluso así, “deberían ser lo suficientemente responsables como para entender que tienen en sus manos productos que pueden enfermar a una persona si no se usan bien”, zanja. “A veces parece que se dedicaran a vender refrescos”. 

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