Por qué fracasó la reapertura del Mercado de Cuatro Caminos
No es posible crear una burbuja de eficiencia, prosperidad y limpieza en medio de una ciudad y un país que se cae a pedazos
Los economistas y los analistas dirán otra cosa, pero Amalia de 68 años tiene su propia versión de los hechos. Este sábado decidió acercarse al Mercado de Cuatro Caminos, en La Habana, para observar con sus propios ojos la reapertura del más importante centro comercial de la capital cubana. "Cuando vi el tumulto no quise entrar pero la multitud me empujó dentro y subí las escaleras, sin mover los pies, hasta el primer piso".
Impulsada por la energía humana de una avalancha de clientes, la jubilada terminó frente a una tienda de electrodomésticos aunque no quería comprar "ni una olla arrocera ni un refrigerador", aclara. Tras permanecer cinco años cerrado, el también llamado Mercado Único fue escenario el sábado de una escalada popular, una toma de la Bastilla con toque comercial, una revolución de los clientes desesperados por comprar todo aquello que falta en otras tiendas de esta isla.
En los próximos días la prensa oficial intentará convencernos de que fue la "indisciplina social" o la mano de "elementos contrarrevolucionarios" quienes provocaron el descalabro de una inauguración tan sonada
La responsabilidad de lo ocurrido –varios lesionados, decenas de frustrados y cientos decepcionados por el cierre temporal– recae fundamentalmente en las autoridades. En los próximos días la prensa oficial intentará convencernos de que fue la "indisciplina social" o la mano de "elementos contrarrevolucionarios" quienes provocaron el descalabro de una inauguración tan sonada, pero solo hay que vivir en la realidad cubana para saber qué fue lo que pasó.
Desde hace semanas los deprimidos mercados habaneros, especialmente las tiendas en pesos convertibles, habían sufrido una agudización de su desabastecimiento. Bastaba preguntar a los empleados para que dijeran algo así como: "es que vinieron y se llevaron las pechugas de pollo y el papel sanitario para Cuatro Caminos". En la vieja estrategia de "desvestir un santo para vestir a otro", el Gobierno jugó la carta de usar la reapertura del local comercial como una vitrina para mostrar una capacidad económica que no tiene.
Aunque en el interior se instaló una "plataforma inteligente" para controlar la electricidad y el clima, como lo destacó con mucho énfasis Granma, a nadie se le ocurrió diseñar a las afueras del local un simple mecanismo para organizar la fila, al menos el primer día de venta al público. Unas finas cintas hubieran podido ayudar a gestionar la cola que comenzó a formarse en la madrugada del sábado. La marejada humana ya era un tsunami cuando abrió el mercado.
No es posible crear una burbuja de eficiencia, prosperidad y limpieza en medio de una ciudad y un país que se cae a pedazos. Anteriores ejemplos, como la Plaza de Carlos III, la Ferretería Trasval de la calle Galiano o la tienda Ultra, una de los primeros grandes almacenes en abrir tras la despenalización del dólar en los años 90, son hoy un triste recuerdo de lo que pudieron ser. La carestía, la mugre y el deterioro de su infraestructura completan el día a día de estos comercios.
El Mercado Único está ubicado, además, en una de las zonas con más densidad poblacional de la ciudad, dígase de Cuba. Bastaba calcular que los vecinos de los alrededores iban a acercarse en su primer día de funcionamiento para saber que el número de clientes al momento de abrir las puertas iba a contarse por miles, que no por decenas ni cientos.
Una lata de pintura de pared volcada por la muchedumbre había convertido parte de los pasillos en una serie de huellas que discurrían con desespero en una dirección o en otra
Si a eso se le suman las triunfalistas imágenes que difundieron en el Noticiero Estelar de la televisión, con variedades de pollo congelado que ahora mismo no se encuentran en ningún lugar; unas tarimas impolutas con las malangas que las madres llevan semanas intentando comprar para sus bebés o unos anaqueles donde se mostraban los paquetes de leche en polvo, las bolsas de detergente o las mundanas latas de cerveza que tanto escasean; la tormenta perfecta estaba lista.
Pasadas las dos de la tarde, Amelia intentó salir de Cuatro Caminos y el infierno en que se había convertido. Una lata de pintura de pared volcada por la muchedumbre había convertido parte de los pasillos en una serie de huellas que discurrían con desespero en una dirección o en otra. Las sandalias que llevaba no soportaron y se rompieron mientras intentaba hallar la puerta para huir de ese lugar. Con la bolsa vacía, los pies pintarrajeados y la convicción de que "aquí no hay quien vuelva", regresó a su casa.
Su historia es una más, pero Cuatro Caminos fracasó en su primer día fundamentalmente porque en Cuba la clase política vive muy alejada de la realidad, no pisa las calles, no hace colas ni sabe cuánto dura un litro de aceite o una lata de salsa de tomate. Ellos, allá arriba, no solo han perdido el norte económico hace mucho tiempo, sino también la capacidad de intuir cómo actuará la gente.
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