Francisco, el hombre que vino con la lluvia
Santiago de Cuba/El paso de Jorge Mario Bergoglio por Santiago de Cuba ha dejado a muchos fieles con la frustración de no haber podido escuchar su homilía en una plaza pública, como sucedió en La Habana y Holguín. La visita a esta región solo incluyó una misa para invitados en el Santuario de El Cobre y un acto en la catedral este martes, sin presencia masiva de personas. Unas 1.100 personas, incluyendo el presidente Raúl Castro, asistieron a la ceremonia dentro de la basílica, mientras otras 2.000 la siguieron a través de pantallas gigantes a las afueras del santuario.
Los 18 kilómetros que separan a El Cobre de la capital santiaguera eran esta madrugada un hervidero de guardias de seguridad, vehículos y feligreses invitados a la homilía. Muchos de ellos llegaron al lugar desde las primeras horas después de la medianoche para evitar eventuales problemas de transporte.
Los comerciantes que tradicionalmente se instalan a los lados de la vía para ofrecer tallas en madera de la Virgen de la Caridad, flores y piedras con fragmentos de cobre, no fueron autorizados este martes a abrir sus puestos de venta. En lugar de esos, algunos fieles de las cercanías se ubicaron al borde de la carretera para saludar al papa Francisco a su salida del santuario y en dirección hacia la ciudad.
Desde hacía casi dos semanas no llovía en Santiago de Cuba. Aquella última vez fue un aguacero pobre, deslucido, muy diferente al que este lunes recibió al papa Francisco a su llegada a la ciudad. Los santiagueros, tan necesitados de esperanza, leyeron el chaparrón como una buena señal, aunque hace falta algo más para hacer un milagro por estos lares.
Es inconcebible que el papa hasta ahora no haya pronunciado “ni una palabra a favor de los derechos humanos”
Aún están frescos los retoques por el quinto centenario de la fundación de la villa santiaguera, celebrado en julio pasado, por lo que el obispo de Roma ha encontrado el centro de la urbe embellecido y la catedral totalmente restaurada. Las reparaciones duraron dos años y tres meses e incluyeron el remozamiento del atrio, las dos torres del campanario, la casa parroquial y las fachadas.
Desde hace semanas los preparativos por la llegada del papa habían desbordado a la comunidad católica para implicar a organismos del Gobierno, del partido y de la municipalidad, además de los servicios de seguridad. Estos últimos estaban encargados de advertir a activistas y personas incómodas para las autoridades que no se les permitiría acercarse a los lugares por donde transitaría el pontífice.
Los vagabundos y pordioseros de la ciudad también han sido recluidos hasta que el papa Francisco concluya su estancia en tierra santiaguera, "aunque él ha dicho que todos somos hijos de Dios", apunta con sarcasmo Pablo, un jubilado de 65 años que pernocta en los alrededores del parque Céspedes a falta de un techo propio. "En estos días estoy escondido porque no quiero que me recojan", asegura el hombre en las cercanías de la estación de ómnibus.
El líder de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), José Daniel Ferrer, denunció a este diario desde horas antes de la llegada de Francisco la detención de medio centenar de activistas y que muchos móviles habían sido dejados sin servicio". Para el disidente resulta inconcebible que el papa hasta ahora no haya pronunciado "ni una palabra a favor de los derechos humanos" y asegura que los opositores cambiarán "Cuba para bien de todos los cubanos, con o sin solidaridad de la Iglesia".
Otros han visto el viaje papal como una gran oportunidad económica. "Han venido muchos turistas para este día y es difícil encontrar alojamiento libre", cuenta Margot, vecina muy próxima a la céntrica calle Enramadas y quien gestiona desde hace dos años una licencia de arrendataria para extranjeros. "Yo quisiera que aquí llegara un papa todas las semanas", dice dice con una gran sonrisa. "Santiago tiene que volver a tener la atención que se merece, y Francisco nos va a ayudar en eso, además de Cachita, que ya está aquí con nosotros".