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El Gran Maestro de los masones cubanos renuncia "en bien de la institución"

La salida de Urquía Carreño no acaba con la crisis desatada por un robo y la injerencia del régimen

Urquía se reunió el pasado sábado con los masones y negoció su salida / Facebook
14ymedio

19 de agosto 2024 - 20:20

Forzado por la presión de la hermandad, que ha pedido en los últimos meses su renuncia, Mario Alberto Urquía Carreño, Gran Maestro de la Gran Logia de La Habana, finalmente abandonó el cargo este domingo. En un breve comunicado de apenas tres párrafos, el masón culpa de su salida al “odio y los insultos” que han generado una “funesta división” en la fraternidad.

“Por las actuaciones vistas de algunos masones, se denota la existencia de un peligro creciente de agresiones y no permitiremos que esto suceda; la incomprensión ha sometido a nuestros hermanos”, lamenta el Gran Maestro en su comunicado, en el que se muestra como una víctima del descrédito al que lo sometieron sus propios “hermanos”.

“Antes de permitir que la división existente perjudique aún más a la Institución y se incrementen los ataques que a través de las redes sociales se realizan, lo que aumentaría aún más la denigración a la que está sometida la Gran Logia de Cuba por parte de sus enemigos, en bien de la Institución este Gran Maestro renuncia al cargo”, concluye Urquía.

Hace apenas cuatro días que el Gran Maestro publicó un video en el que relataba su versión de los acontecimientos que ocurrieron tras el robo de 19.000 dólares de la institución guardados en su oficina. En la publicación, Urquía acusa a José Ramón Viñas Alonso, líder del Supremo Consejo del Grado 33 –la otra autoridad masónica de la Isla– de tramar la creación de una logia independiente y la desaparición de la actual. Asimismo, denuncia que Viñas tenía “malas intenciones” y que convirtió su disposición a reponer el dinero en prueba de su culpabilidad.

"Por las actuaciones vistas de algunos masones, se denota la existencia de un peligro creciente de agresiones y no permitiremos que esto suceda"

En esa ocasión, el Gran Maestro advirtió que pronto convocaría a una reunión a la que podrían asistir todos los masones para plantear sus dudas.

El encuentro tuvo lugar precisamente este sábado en la Gran Logia y, según CubaNet, fue allí donde Urquía negoció su renuncia. Pese a que su intención era lograr convencer a la fraternidad de que el descrédito al que había sido sometido era injustificado, muchos le pidieron que renunciara. “Entrega y vete”, era la frase que repetían los masones, dijo el medio.

Viendo que no lograba poner a los masones de su parte, Urquía abandonó el teatro del edificio y se dirigió a la oficina, pero muchos lo siguieron hasta el decimoprimer piso, cuenta. Ante la presión, el Gran Maestro accedió a reunirse con una representación de la institución y pactó –las condiciones permanecen secretas debido a un compromiso de discreción– su dimisión.

El propio Urquía eligió a quien ocupará su cargo hasta que puedan celebrarse elecciones en la próxima sesión de la Alta Cámara, programada para este septiembre: el Diputado Gran Maestro Maykel Filema.

A finales de julio, al menos 200 masones protagonizaron una protesta contra Urquía para exigir su cese como Gran Maestro, por considerar que la Seguridad del Estado lo “impuso” a la fraternidad, pero este se negó a enfrentarlos. Su respuesta contra los “masones profanos”, como los llamó entonces, llegó varios días después, cuando emitió cuatro comunicados invalidando a sendas logias de La Habana y Artemisa.

Desde entonces, solo la intervención de Caridad Diego, jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista, lo mantuvo en el cargo.

Aunque la salida de Urquía puede parecer la respuesta a la petición de la fraternidad, lo cierto es que desde el robo del dinero el pasado enero, el cuerpo ha experimentado uno de los cismas más grandes que hayan llegado a oídos públicos. Las acusaciones contra el Gran Maestro de ser un infiltrado de la Seguridad del Estado, el quiebre de las relaciones entre la Gran Logia el Supremo Consejo y la intervención, primero del Ministerio de Justicia, y luego del Partido Comunista, en los asuntos de la fraternidad para “poner orden” dejaron malos precedentes en la masonería cubana.

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