"Hay gasolina pero no electricidad para despacharla", el drama de los servicentros en La Habana
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Todos los cubanos, sin excepción, se han graduado de ingenieros eléctricos más obligados por la necesidad que por la vocación
La Habana/El malestar popular puede medirse en decibelios en Cuba. El grito colectivo que brota de inmediato cuando llega el apagón ha ido subiendo de volumen y ahora también demora más en acabarse. Esta mañana, un rugido recorrió la calle Infanta, en Centro Habana, desde las cercanías de la esquina con San Rafael hasta las proximidades con Zanja. El sonido de indignación brotó de los vehículos que hacían fila para cargar combustible en el cercano servicentro. Este sábado, aunque había gasolina para despachar, un corte eléctrico obligó a suspender la venta.
"Aquí cuando no es una cosa es la otra: cuando no falta Juana entonces falta su hermana", bramaba con las venas del cuello a punto de reventar un cliente que había marcado "antes de que saliera el sol" para repostar y hacer un viaje a provincia por "una novedad familiar". Frente al timón de cada carro apostado en la línea se escuchaba una historia de urgencia y desespero. "Tengo que ponerle algo al tanque sí o sí porque en mi casa no hay nada que comer y yo vivo de mover mercancía", comentaba el dueño de una pequeña camioneta que ofrece sus servicios en varias tiendas en moneda libremente convertible.
En medio del murmullo de inconformidad llegaron entonces peores noticias. "Dice la Unión Eléctrica que el déficit está hoy también por encima de los 1.200 megavatios", advertía el conductor de un Lada de un color rojo desteñido por el paso del tiempo y la falta de retoques. Con esa cifra, muy similar a la de las últimas semanas, quienes esperaban para comprar combustible comprendieron lo que pasará. “Sabemos cuándo empezó el apagón pero no cuándo termina”, sentenciaba otro que había empujado, junto a su hijo, el viejo Moskvitch familiar hasta colocarlo en la cola.
Cada cubano puede mencionar con los ojos cerrados el nombre de las más importantes termoeléctricas del país
Empezó entonces una tertulia improvisada sobre calderas, grupos electrógenos y capacidad de generación del Sistema Energético Nacional. Cada cubano puede mencionar con los ojos cerrados el nombre de las más importantes termoeléctricas del país y predecir qué impacto tendrán un centenar de kilovatios que se sumen al ya altísimo déficit nacional. La gente ha pasado un curso acelerado en turbinas, válvulas, despacho de combustible desde los buques hasta las centrales de generación y consumo en el horario pico. Todos, sin excepción, se han graduado de ingenieros eléctricos más obligados por la necesidad que por la vocación.
Sobre las cabezas de los improvisados contertulios de la calle Infanta el cielo azul apenas tenía esta mañana unas pocas nubes. “No hay humo de las patanas, así que hoy tampoco han podido encenderlas”, concluía uno de los choferes señalando hacia arriba. Las centrales flotantes turcas, ancladas en la bahía de La Habana, solo han podido funcionar en la noche durante los últimos días debido a la falta de combustible para mantenerse en marcha toda la jornada. “Anoche el ruido se sentía en todo Luyanó”, contaba otro frustrado cliente que decidió sentarse en la acera a la espera de la luz. “Tanto estruendo para nada”, subrayaba.
A pocos metros, el semáforo de la intersección con la avenida San Lázaro tampoco tenía electricidad y los autos se aventuraban a cruzar sin orden ni policía de tránsito que regulara el paso. El apagón saca también un lado salvaje de las personas, las devuelve en parte a la caverna, a esos tiempos en que las gasolineras no existían, las termoeléctricas no estaban siquiera inventadas y el fuego era la única fuente de luz que acompañaba al ser humano en la medio de la oscuridad.