"He gastado casi mil pesos y no tengo comida ni para una semana”, lamenta una cienfueguera jubilada
En la feria de la Calzada de Dolores, que se celebra los sábados, cada vez sale más caro pagar por los pocos productos que hay
Cienfuegos/En la Calzada de Dolores conviven cada sábado dos ferias paralelas. Una es la de quienes poseen las licencias reglamentarias para efectuar sus ventas. Otra la de aquellos que, sin patente, disponen de todo tipo de productos de alimentación, aseo o, incluso bisutería. Las dos tienen una cosa en común, los precios asustan a los cienfuegueros que acuden en busca de variedad asequible y calidad aceptable. Lo normal es tener que dar la vuelta.
"Yo quería estar aquí a las 7:00 de la mañana, pero la falta de transporte público me lo impidió”, cuenta Fermín, un vecino que llegó a la caza de una buena oferta y está a punto de marcharse decepcionado. “Solo queda un poquito de viandas desahuciadas, harina de maíz y algunas confituras que traen las mypimes para vender. Hay más refresco y cerveza que lo realmente necesario para alimentarse en el hogar. Cualquiera que vea tanta gente pensaría que hay una oferta amplia, pero la mayor parte del pueblo se va con las manos vacías, o cargando una jabita con dos o tres cosas nada más", asegura.
Los camiones estacionados en plena calle dan la impresión de una abundancia que existe únicamente en la propaganda oficial, que anuncia puntualmente la cita de los sábados. Fermín constata que nada hay más lejos de la realidad, pero lo poco que hay tampoco está para bolsillos como el suyo. Con un salario mensual de 3.200 pesos, el cienfueguero debe hacer malabares para conseguir comida cada día.
"Lo positivo que podría tener esta feria es la concentración de productos en un mismo lugar, porque, salvo raras excepciones, el costo por las compras es el mismo que en otros lugares. Estoy antojado de comerme un potaje de frijoles y tendré que quedarnos con las ganas, porque no hay. Lo más que puedo hacer es comprar un potecito de ajíes a 60 pesos, hasta que aparezca lo demás", admite el hombre.
Si para él es difícil, peor está para Carmen, una jubilada de 69 años a quien su pensión solo ha dado esta vez para dos pepinos, una mano de plátanos, una libra de malangas y tres libras de arroz. "He gastado casi mil pesos y puedo decir categóricamente que no tengo la comida garantizada ni para una semana. Para colmo hay que estar bien atento al pesaje porque, al menor descuido, roban sin misericordia. Es un abuso lo que tienen con la población, especialmente con quienes nos entregamos durante décadas a trabajar para este sistema, que ha terminado siendo una debacle total”, reconoce.
Entre los puestos se puede encontrar la libra de carne de cerdo por un valor de 700 pesos, o el litro de aceite por la misma cantidad. Ambos son productos muy demandados, pero a esos precios es casi imposible para muchos llevárselos. "Pueden poner a la venta lo que quieran, pero si todo continúa tan caro no resolvemos nada. Estoy en este lugar desde que amaneció, esperando algunas rebajas para gastar menos en total, pero si no me apuro me voy para la casa como mismo vine", lamenta Carmen.
Los vendedores exhiben la mercancía en cajas plásticas, estantes de madera, carpas o en el propio suelo, pero nunca quitan ojo a los inspectores, que esperan la ocasión para multar al que incumpla los topes de precios decretados por los gobiernos municipales, una medida que puede ser tan estricta como evitable, según se esté dispuesto a corromper al funcionario.
"Hacen dinero a costa del sacrificio ajeno. Ponen multas de hasta 10.000 pesos por cualquier cosa que se les ocurra, supuestamente en cumplimiento de la ley. Exigen mucha documentación, mucha higiene, mucha legalidad. Sin embargo, yo los veo haciéndose los de la vista gorda con algunos individuos que los tienen comprados. Esa es la verdad", asevera Arquímedes, un pequeño agricultor residente en el municipio de Abreus, que reclama que se liberalice el sector.
“Deberían quitarnos todas las trabas burocráticas, útiles solamente para que perdamos tiempo y recursos. No hace falta Acopio ni ninguna otra entidad. Si nos vendieran todo lo que necesitamos para trabajar la tierra, si nos permitieran comercializar de primera mano y nos dejaran de tratar como si fuéramos ladrones, la oferta aumentaría rápidamente", considera el campesino.
Los precios topados en los agromercados, una competencia provincial según el decreto 30/2021, son, junto al tope impuesto a las mipymes para seis productos de primera necesidad desde este julio, los dos mecanismos que, según los economistas, productores y privados, están limitando la oferta. La viceministra de Finanzas y Precios, Lourdes Rodríguez Ruiz, dijo este sábado que desde julio el Gobierno ha recaudado a nivel nacional más de 600 millones de pesos en virtud de esas normas.
“Cualquier hecho en el que se viole el precio de un producto que se expende a la población, concertado por el Estado, afecta al pueblo. Nuestro trabajo es que se mantengan el precio establecido y la calidad”, defendió. El resultado, sin embargo, no es el deseado, incluso aunque la ley que regula los agromercados lleva más de tres años en marcha. La receta, junto con otras decisiones gubernamentales y la crisis general que afecta al país, solo ha dado como resultado la reducción de la oferta.
"La jugada se aprieta cada día más para la gente de a pie. Antes se podía comprar por lo menos lo indispensable, pero la cosa está tan dura que ya hasta los niños se quedan sin comer. Este gobierno está jugando con candela", concluye un joven en la feria mientras le ofrece fuego a su acompañante para que encienda el cigarrillo.