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Cuando los herederos se van de Cuba, las familias no saben a quién legar sus bienes

Algunos dueños entregan sus casas a la Iglesia o a particulares a cambio de cuidados para su vejez

Quienes tienen planes de irse del país prefieren vender las propiedades a tener que regresar para atenderlas. / 14ymedio
Juan Diego Rodríguez/Natalia López Moya

29 de septiembre 2024 - 12:38

La Habana/“No pienso dejarle mi casa a la Revolución”. En la notaría de la calle 23 entre J y L, en El Vedado, estallan las risas de los que hacen cola ante la frase de una anciana, que se declara “sin herederos” por culpa de la migración. La seriedad del problema, sin embargo, se manifiesta enseguida ante el embrollo de trámites que trae consigo el éxodo: muchos de los que se van figuraban en el testamento de los que se quedan. 

“Mi casa tiene tres cuartos y todas las comodidades”, prosigue la anciana, que afirma que su beneficiario “se va echando y no le importa casa ni nada”. Legará el inmueble a un candidato “improvisado”, pero eso es mejor –subraya– que dejarlo a merced del Estado. Sentada en una silla plástica desde hace horas, se queja de que la notaria que va a atenderla no acaba de llegar. 

Aunque, en teoría, la nueva Ley de Migración –que no entrará en vigor hasta 180 días después de su publicación en la Gaceta Oficial– permitirá a los emigrados heredar bienes en Cuba, el Código Civil de 1987 todavía proscribe que quienes se fueron del país se beneficien de un testamento redactado en Cuba.

Para hacer un testamento en Cuba es indispensable llevar a la notaría el carné de identidad del beneficiario, sellos timbrados –que, idealmente, se pueden obtener en el lugar– y explicar qué clase de documento se quiere (si herencia total o parcial). Como en cualquier establecimiento burocrático estatal, lo más trabajoso es la cola, que se forma de madrugada y ya está colapsada desde la primera hora del día. 

Hay que ir dos días a la notaría: uno con el carné de identidad para contar lo que se quiere hacer; la segunda visita para pagar los sellos

Hay que ir dos días a la notaría: uno para presentarse con el carné de identidad y contar lo que se quiere hacer; la segunda visita para pagar los sellos, revisar y recoger el documento. Normalmente media una semana entre una cosa y otra si no hay apagones. Lo demás son problemas logísticos —falta de papel adecuado o carencia de tóner para las impresoras—, que desaparecen si el interesado se encarga de aportar también esas “ayudas”. 

"En mi casa vivíamos como perros y gatos, fajados todo el tiempo", recuerda Yuri, un avileño de 44 años que por estos días está en La Habana para abordar un vuelo rumbo a Managua. Será el primer paso en su plan de emigrar a Estados Unidos. Su salida deja un agujero en su familia: los padres se quedan sin nadie a quien legar la vieja casona familiar en el centro de la ciudad de Morón.

"Mis dos hermanos ya se fueron del país, también mis hijos ya están del otro lado del charco", cuenta Yuri a 14ymedio. Ahora, el problema que enfrentan sus ancianos padres parecía algo muy raro hace unos años. "Mi mamá decidió hacer el testamento a mi favor pero yo no quiero cargar con ese muerto porque lo mío es un viaje sin retorno, aquí no vuelvo más".

En una fecha relativamente cercana como 2017, la situación era en extremo distinta. Un artículo de Granma sobre la “cultura testamentaria” de los cubanos da fe de ello. En la Isla se buscaba ante todo “evitar conflictos particionales” tras la muerte. “Hay algo místico en el testamento”, aseguraba entonces un profesor de la Universidad de La Habana para subrayar la importancia del trámite entre los ancianos de la Isla. Según el académico, el papel fungía como “portavoz” de los muertos. 

Nada más lejos de está “mística” que la situación en que llegó a vivir la familia de Yuri. Hace apenas una década, se consideraban hacinados dentro del inmueble. "La casa tiene cuatro cuartos, mi hermana con sus tres hijos y el marido vivían prácticamente en uno, con el televisor dentro y hasta un orinal para no tener que salir al baño común en la madrugada", recuerda. "Mi hermano mayor también trajo a su mujer y tuvieron mellizos, todos apretujados en una habitación".

Cuando Yuri se casó y su esposa fue a vivir en la ya repleta vivienda, la situación empeoró. "Mis padres tenían el cuarto principal, que era el más grande y a nosotros nos tocó uno pequeño donde nos metimos como pudimos, ahí si estirabas los brazos le metías el dedo en el ojo a alguien", ironiza. Las zonas comunes eran los puntos de mayor fricción. "Si abrías el refrigerador había cartelitos con los nombres de cada uno, cosas amarradas o muy bien empaquetadas".

"De esa manera nos pasamos un buen tiempo. Nos pedíamos la cabeza entre hermanos para ver quién se quedaba con aquella casa, todo por gusto, ahora nadie la quiere", lamenta. "Es una vivienda grande, con patio con árboles frutales y tiene hasta un pozo pero está muy deteriorada y la cantidad de dinero que habría que meterle para mejorarla es lo que cuestan tres o cuatros boletos de Cuba a Nicaragua".

Los padres de Yuri no quieren que la casona se pierda pero "no tienen a más nadie", reconoce el avileño

Los padres de Yuri no quieren que la casona se pierda pero "no tienen a más nadie", reconoce el avileño. "Mis primos se fueron, mis tías ya murieron y la gente de confianza que nos queda está planeando también emigrar. No tiene sentido hacer un testamento hoy para tener que volver a hacerlo mañana porque ya el beneficiario no está aquí".

"No, no se trata de que me volví loco y renuncio a algo que me pertenece por mi familia, es que yo no quiero tener nada que me haga regresar aquí", advierte Yuri. "Si mi mamá me deja la casa en herencia voy a tener que venir sí o sí a venderla, alquilarla o hacer algún trámite para dejársela a otra persona. Yo nada más que de pensar que después de que logre salir de Cuba tengo que regresar a chocar con la burocracia, ya me dan pesadillas".

La plaza de heredero también está vacante en los sueños de Manuela, una jubilada que este miércoles amaneció en la notaría de la calle 10 entre 15 y 17 en El Vedado habanero. La anciana, a pesar de la fuerte lluvia que trajo a La Habana la cercanía del huracán Helene, acudió a hacer el trámite de redactar su testamento. Pasadas varias horas de espera en la cola, el beneficiario de su herencia nunca apareció.

"Esto nunca se había visto, que haya que caerle atrás a la gente para heredar una casa", se quejaba la mujer. A pocos metros de ahí, un hombre de ropa raída estiraba la mano pidiendo dinero y repitiendo "no tengo donde vivir, estoy en la calle". Mientras miles de cubanos buscan frenéticamente a quien dejar su vivienda, otros no tienen techo propio sobre sus cabezas hace mucho tiempo.

En la notaría de la calle 10, una empleada se quejaba este lunes de quienes "vienen a empezar un testamento, dejan el documento en preparación y luego ni siquiera vienen a firmar para recogerlo". Las causas para estos trámites que se inician y se dejan sin concluir es "que entre que lo piden y tienen que venir a buscarlo los propietarios o los herederos se van del país".

"Viene gente creyendo que el mismo día van a salir de aquí con el documento en la mano, pero nosotros no trabajamos así. Un día se viene a solicitarlo, a dar todos los datos de las personas involucradas en el testamento y luego, puede tardar hasta una semana, es que se puede recoger", detalla a este diario. "Pero aquí hay quien viene ya con el pasaje para montarse en un avión esa misma tarde".

"Lo que están haciendo algunos viejitos es donarle sus casas a la Iglesia a cambio de que les permitan estar en uno de esos asilos mejor cuidados que tienen las monjas", cuenta la trabajadora. "Pero eso es si se tiene una buena vivienda, que le interese a la Iglesia, lo otro es vender el testamento a alguien para que esa persona se haga cargo del anciano. Es un riesgo muy grande".

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