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El hombre de la bandera cumple cinco meses detenido

Daniel Llorente cumple este domingo cinco meses detenido desde que fuera arrestado durante el desfile del 1 de mayo en La Habana. (Cortesía)
Luz Escobar

01 de octubre 2017 - 22:07

La Habana/Para no perder la cordura, Daniel Llorente barre con una escoba el piso del hospital psiquiátrico de La Habana. Hace cinco meses el activista fue detenido al enarbolar la bandera estadounidense en el desfile del 1 de mayo en la Plaza de la Revolución. Todavía hoy, ni el tribunal ni los doctores se atreven a confirmar la fecha en que será liberado.

"Limpiar me permite ocupar la mente en algo", comenta el “hombre de la bandera” sobre la rutina de trabajo que realiza en el Hospital Comandante Eduardo Bernabé Ordaz, conocido como Mazorra. “No me dejan salir de esta pequeña área ni a botar la basura”, lamenta. El espontáneo activista teme por su seguridad en la sala Giralt, destinada a los penados, y donde dice haber visto “de todo”.

Tras un aparatoso arresto frente a la tribuna donde Raúl Castro aguardaba por el desfile de los trabajadores, Llorente pasó un mes en en el centro de detenciones conocido como 100 y Aldabó. El 30 de mayo de este año fue trasladado al hospital psiquiátrico bajo una supuesta “medida post delictiva” dictada por un tribunal y a la espera de juicio.

Para comunicarse con la prensa, la única posibilidad que ha tenido en las últimas semanas este graduado de mecánica automotriz en Alemania Oriental ha sido la vía telefónica. Su hijo, Eliezer Llorente, lo visita en el centro hospitalario dos veces por semana y se ha convertido en su único contacto con el mundo.

"Me dicen aquí que mi situación está en un stand by porque se está revisando mi causa", cuenta a 14ymedio. Hasta el momento Llorente no ha sido acusado por ningún delito y asegura haber firmado un documento donde se le exoneró de los cargos de “desorden público y resistencia” por el incidente del 1 de mayo.

El “opositor por cuenta propia” promueve el acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos, pero en las últimas semanas las relaciones entre Washington y La Habana han ido en picada. Este viernes la administración de Donald Trump anunció la suspensión indefinida de visados desde su embajada en La Habana y la salida del 60% del personal.

Es una mala noticia para Llorente, que pidió en junio pasado "ser inmediatamente desterrado" a EE UU. Un reclamo impulsado por su deseo de vivir en el país que considera "el mayor defensor de los derechos humanos, la esperanza, la libertad, la justicia, la hermandad y la búsqueda de la felicidad".

Su simpatía por la nación del norte ya la había mostrado en mayo del 2016 cuando hizo una protesta similar para celebrar la llegada del Crucero Adonia a La Habana. En ese entonces fue también arrestado y permaneció detenido durante 24 horas.

Aunque el Gobierno de Estados Unidos denunció su última detención, el caso ha ido perdiendo presencia en los medios mientras la agenda informativa se llenaba de otras prioridades, como el ataque acústico a decenas de diplomáticos estadounidenses.

Hace más de dos meses, la doctora que atiende a Llorente le anunció que podría salir del psiquiátrico los fines de semana. La noticia llenó de ilusión a este hombre que trabajaba como taxista privado antes de su detención. Poco después, la psiquiatra le dijo que “esta gente” le advirtió que no le diera pase, en alusión a la Seguridad del Estado.

La especialista ha asegurado a Llorente que él no sufre una enfermedad mental y no hay razón para mantenerlo ingresado. Tampoco ha recibido terapia alguna ni medicamentos para su supuesto trastorno psiquiátrico.

En un intento de hacer valer sus derechos Llorente ha hecho en el hospital varias huelgas de hambre y ha escrito cartas a líderes políticos y religiosos para denunciar una situación que califica de “injusta”.

Por el momento y hasta que el hospital y el tribunal se pongan de acuerdo, Llorente parece atrapado en el guión de un filme de terror. “Solo hace falta un papel del hospital que diga que estoy bien para poder dictar el fin de esta medida” de reclusión, asegura. Mientras espera ansiosamente ese documento se dedica a barrer el piso del psiquiátrico de La Habana.

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