Los hombres de maíz

Tamales, mujer cubana
Toda la familia está alrededor de la leña. Unos beben ron, los otros hablan a gritos y una parte vigila el agua que hierve en la cazuela. (14ymedio)
14ymedio

20 de julio 2017 - 22:21

La Habana/Toda la familia está alrededor de la leña. Unos beben ron, los otros hablan a gritos y una parte vigila el agua que hierve en la cazuela. Dentro de la cacerola están los tamales que llevan horas preparándose. Cada paso antes de comenzar a cocinar ha sido parte del momento. Desde el pariente que trajo el maíz, las vecinas que ayudaron a molerlo y los nietos que viajaron desde La Habana para participar en la comida.

Lo menos importante es hincarle el diente a uno de esos tallullos. Lo trascendente pasa alrededor de ellos, de las mazorcas que quizás no estuvieron tan tiernas como las cocineras querían, o de la sazón -con ajo y cebolla- agregada tras la cocción y que ha costado mil trabajos conseguir. Buena parte de la conversación de la tarde incluye cada obstáculo vencido para que estos envoltorios, con hojas y cordel, terminen en los platos.Llega el momento, no hay kétchup ni salsa picante, mucho menos mostaza o aderezo. Alguien ha preparado un mojo criollo con mucho ajo y limón, pero la mayor parte del tamal se come sin mayores añadidos. Un silencio inusual se esparce alrededor de la leña aún caliente, mientras los niños corretean a los lados.

Cada comensal hace su evaluación. Secos, grandes, jugosos, calientes y con “sorpresas” son algunas de las evaluaciones. Las mujeres que laboraron en la cocina apuntan que la hoja para envolver estuvo “buena” o “muy chiquita”, pero nada de eso resta placer al momento.

Una tamalada en medio del campo, sin consejos de un chef ni manteles, es de lo mejor que cualquiera puede toparse en esta Isla. Un momento que, afortunadamente, apenas ha sido atrapado por las cámaras de los turistas y los eslóganes de los políticos.

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