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Rubí (derecha) y Jessica (izquierda) han sentido en carne propia la discriminación (14ymedio)
Yosmany Mayeta Labrada

15 de mayo 2016 - 23:12

La Habana/Rubí y Jessica ríen mientras cuentan lo que han vivido. Es una risa salpicada de dolor que resuena en la noche habanera como un amargo bolero. Hablan con 14ymedio durante una de las jornadas contra la homofobia y la transfobia, que este año promueven la no discriminación de la comunidad LGBTI en ambientes laborales.

Pero se muestran escépticas de que sus oportunidades profesionales comiencen a cambiar con esa iniciativa. Las dos travestis fueron expulsadas de la Facultad de Medicina en Santiago de Cuba por vestir con prendas femeninas. Rubí llegó a la capital huyendo de la intolerancia que alcanza tintes insoportables en las provincias del interior y en los pequeños pueblos. Nunca pudo ser doctora como soñó cuando niña y ahora se prostituye para sobrevivir, pero aún se imagina en bata blanca y con un estetoscopio colgado al cuello.

Jessica cuenta que llevó el caso de su expulsión universitaria hasta un abogado del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) pero no tuvo respuesta. Su historia se repite, una y otra vez, provocando en quienes la viven el silencio, la queja, el suicidio o la emigración, pero la marginación social es un componente inseparable del drama.

Conocida como Paloma Dietrich, Lesly García lleva 29 años dedicada al transformismo. “Antes de hacer esto traté de trabajar, pero en aquel momento el Estado no dejaba trabajar en ningún lugar a los homosexuales que se sacaban las cejas, se pintaban el pelo o se los dejaban largo, o vestían prendas femeninas”, evoca. “Solo tenían alguna posibilidad como auxiliar de limpieza en hospitales”, comenta a 14ymedio.

A pesar de que no existe una legalidad laboral discriminatoria, en ciertos sectores como el sistema educativo no se permite que los transgéneros o travestis ocupen cargos relacionados con estudiantes. Yojanne Mora Duarte, más conocida como Donatela y proveniente de la provincia de Santa Clara, es licenciada en bibliotecología pero no ha podido ejercer su profesión en un centro escolar.

"Yo no me siento masculino, me siento mujer, tal y como me ven”

“Me exigían estar vestida de hombre, estar pelado y cumplir los requisitos que deben seguir las personas heterosexuales, pero yo no me siento masculino, me siento mujer, tal y como me ven”, alega.

Otros dentro de la comunidad LGBTI han corrido con mejor suerte. Abraham Bueno García, conocida como Imperio y con una larga trayectoria de transformista, cuenta que “gracias a la labor del Cenesex [hizo] una audiencia en la agencia Caricato” y ahora trabaja en diversos espectáculos y programas, aunque reconoce que la suya no es “la historia de todos los transformistas”.

Una opinión con la que coincide la doctora Ana Gisandes, master en educación sexual y representante del Cenesex en Santiago de Cuba. En declaraciones para 14ymedio vía telefónica, la especialista explica que en la esfera laboral cubana “no se ha eliminado totalmente la discriminación hacia las lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersex (LGBTI)”.

“No iban a aceptar que representara a la revolución con mis plumas y mis lentejuelas”

En la escena artística y el sector de la salud pública han encontrado más espacios para realizarse profesionalmente los miembros de la comunidad LGBTI cubana. Mientras que las mayores dificultades para hallar empleo están en las dependencias vinculadas al Ministerio de las Fuerzas Armadas, el Ministerio del Interior y la esfera de las Relaciones Exteriores, explica a este diario Lucy, una transexual que trabajó muchos años como secretaria de un alto funcionario del Gobierno.

“Es raro que nos dejen llegar hasta allá arriba y porque hay mucha desconfianza hacia nosotros”, comenta Lucy, quien hace un lustro se jubiló y dice ahora sentirse “más discriminada”, porque ya no tiene “las influencias de cuando trabajaba”. Según explica, “siempre es más difícil para los transexuales que pasamos de hombre a mujer, porque caemos en una posición más frágil debido al machismo que hay en Cuba y el acoso de los jefes y compañeros de trabajo es algo que se repite donde quiera que vamos”.

Lucy cuenta que en varias ocasiones recibió presiones de parte de sus superiores para intercambiar favores sexuales pero “nunca pude denunciarlo porque no me iban a creer y si me creían yo solo era un mariconcito más, mientras que al otro lado había alguien con poder”, recuerda.

De haber podido elegir hubiera querido ser “diplomática en alguna embajada de Cuba por el mundo”, pero Lucy reconoce que “me tocó un tiempo en que eso era imposible”. Porque “no iban a aceptar que representara a la revolución con mis plumas y mis lentejuelas”, ironiza.

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