En el hospital pediátrico de Matanzas, las familias deben llevar desde jeringas hasta medicamentos
Salud Pública
La falta de personal de limpieza es otro de los problemas que golpea duramente al centro sanitario
Matanzas/La atención médica que se recibe en el hospital pediátrico de la ciudad de Matanzas es directamente proporcional a la cantidad de recursos con los que carga la familia. Si la bolsa de insumos, regalos y meriendas es pesada, el paciente tiene más posibilidades de completar un tratamiento, salir airoso de una urgencia y recuperarse completamente. Una jaba pobre o vacía presagia un peor resultado y eso lo saben quienes acuden cada día al centro sanitario.
La escena en el salón en la planta baja del Hospital Pediátrico Docente Provincial Eliseo Noel Caamaño, el viernes en la mañana, se parecía a la de todos los días. Padres que cargaban a sus hijos pequeños mientras aguardaban por ser atendidos. Los asientos apenas alcanzan así que muchos permanecían de pie a la espera de que algún profesional de la salud apareciera por un pasillo o se asomara a la puerta de una consulta.
Colgadas del hombro de muchos de los adultos que aguardaban había una bolsa o en sus espaldas una pesada mochila. Dentro, van todo tipo de accesorios médicos y también alimentos. Gasas, jeringuillas, hilo de sutura, algodones estériles, alcohol para limpiar una herida comparten espacio con bocaditos de jamón y queso o refrescos de lata. "Ya no basta con traerle comida a los doctores, ahora también hay que cargar con los medicamentos", advertía Yudith, una madre que tuvo la suerte de alcanzar una silla para sentarse junto a su bebé.
Con una hija que padece una enfermedad crónica y hereditaria, la mujer ya se ha hecho de un botiquín con los fármacos y enseres que se necesitan para las curas de la pequeña. "Me he tenido que hacer experta a la carrera y poner a toda la familia en función de conseguir lo que le hace falta a mi niña", explica a 14ymedio. "Vengo con todo para no demorar el tratamiento y para que no me pongan justificaciones y tenga que regresar otro día".
Como en la película El aceite de la vida, donde un niño desarrolla una enfermedad tan rara que su padre debe investigar el padecimiento y encontrar un alivio por sí mismo, las familias cubanas han tenido también que entrenarse en todo tipo de cuestiones sanitarias ante la crisis que golpea la Salud Pública en la Isla. Los hay que han aprendido a poner inyecciones, inmovilizar un brazo tras una fractura a falta de yeso en los hospitales y algunos que se han vuelto verdaderos expertos en los fármacos que necesita su pequeño.
"Los propios especialistas dicen que ellos lo único que pueden hacer es dar el diagnóstico", aclara Yudith. Tras conocer el nombre del padecimiento de su niña, la madre se lanzó a una búsqueda frenética de información y recursos. La familia emigrada, el mercado negro y las relaciones personales en el sector sanitario rindieron frutos. En unos pocos meses ya tenía el kit para las curas y hasta una segunda opinión sobre el caso de su hija que le envió un primo que ejerce como galeno en Miami.
Pero hay cosas que no se pueden sustituir ni con recursos ni relaciones personales. El polvo en la sala de espera del hospital pediátrico cubre los muros, las ventanas y el suelo, los baños apestan y apenas logran descargar. La falta de personal de limpieza es uno de los problemas que más golpea el sistema sanitario cubano, dado que los bajos salarios y las duras condiciones de trabajo alejan a los posibles empleados. Para aliviar la situación, el Estado envía presos comunes a mantener la higiene en los hospitales pero los insumos con los que cuentan lastran su desempeño.
Cerca de Yudith, este viernes una pareja joven también esperaba para entrar a una consulta. No llevaban ninguna bolsa o mochila y eso era una mala señal. "Mi niño tiene fiebre alta desde hace varias horas. El pediatra recomendó ponerle acetaminofén para bajarle la temperatura, pero la mala noticia es que el medicamento está en falta", contó la madre. Después de horas de espera y ante la evidencia de que en el pediátrico no iban a hallar el fármaco, el padre decidió salir hasta un reparto cercano a comprar el producto en el mercado negro.
Para otros no basta con sumergirse en el entramado informal de compraventa para tener lo que necesitan. "A mi niña hay que operarla de tiroides pero, aunque parezca mentira, en el salón de operaciones de este hospital no hay ni siquiera guantes desechables", explicaba Tamara. "Cuando la doctora me dijo que, excepto la anestesia, tenía que resolver todo lo demás, yo no lo podía creer". Debido a la falta de recursos, la cirugía se ha postergado varias veces y la familia teme que la demora cause daños irreversibles en la infante.
Cada vez más padres cubanos acuden a las redes sociales desesperados por un alivio a los problemas de salud de sus hijos. Las recaudaciones de fondos, las donaciones de medicamentos y las solicitudes de visas humanitarias para atenderse en otro país son cada día más frecuentes. De confiar a ciegas en la Salud Pública, muchos han pasado a temer por la vida de sus pequeños antes la debacle material y de personal especializado que sufren los hospitales.
"No son solo los medicamentos o los insumos, es que un doctor te dice que tu hijo tiene tal enfermedad y es muy difícil encontrar una segunda opinión porque ese es el médico que te toca por la burocracia. Ir a otro hospital, moverte a otra provincia para una consulta eso nada más lo pueden hacer los pacientes que tienen mucho dinero o palanca", se queja Tamara. Su sueño es poder sacar a su hija del país y que “sea operada fuera, en un lugar limpio y con recursos".
"Me uní a varios grupos en Telegram donde venden medicina, y enseguida encontré a alguien que tiene parte de lo que necesito"
Por el momento, en el horizonte de la familia no se ve ninguna posibilidad de salir de la Isla de manera que la madre ha ido buscando lo que falta para la operación. "Me uní a varios grupos en Telegram donde venden medicina, y enseguida encontré a alguien que tiene parte de lo que necesito". Tras comprar agua estéril para las inyecciones, jeringuillas, bisturíes y esparadrapo, ahora le falta por adquirir una donación de sangre, indispensable para que autoricen el procedimiento y que en el mercado informal de Matanzas llega a costar hasta 5.000 pesos en este momento.
Después que tenga todo, Tamara volverá al pediátrico pero esta vez con una bolsa llena, señal de que ya ha conseguido no solo los recursos para la cirugía sino también los correspondientes regalos y meriendas para el personal médico. Pero todavía puede toparse con otro obstáculo: que el quirófano esté cerrado por algún problema técnico o por la presencia de una bacteria peligrosa que no han podido erradicar. Para sortear esa dificultad tendrá que armarse de otra jaba más pesada, repleta de paciencia.