"En el hotel Meliá San Carlos de Cienfuegos puede pasar una semana sin que aparezca un solo turista"
En enero, plena temporada alta, el establecimiento ha tenido una ocupación por debajo del 15%
Cienfuegos/En medio de la oscuridad que se cernía este domingo sobre Cienfuegos, donde el apagón duró más de 20 horas, un luminoso edificio destacaba al anochecer. "En todo el día solo he logrado reunir 250 pesos con algunos cubanos que entraron al bar a tomar unas cervezas", cuenta Gabriel, un empleado del hotel Meliá San Carlos. "Hay gente que viene a refugiarse aquí, a beber algo y para poder al menos verse las manos", explica. Todo un triunfo si se tiene en cuenta que la caída del turismo ha vaciado más que nunca sus instalaciones.
"El servicio a clientes externos da muy poco, aquí las propinas mayores la dan siempre los huéspedes, pero ahora mismo hay muy pocos", añade el trabajador. Durante el mes de enero, temporada alta del turismo en Cuba, el hotel ha tenido una ocupación por debajo del 15%, según comenta a 14ymedio una empleada del área administrativa que prefiere el anonimato. Con habitaciones que van desde los 115 a los 160 dólares por noche, si se reservan en la página oficial de la compañía, el establecimiento pasa los días con un "buchito de clientes que, además, vienen por una o dos noches, si acaso".
El hotel, originalmente llamado solo San Carlos e inaugurado en 1925, fue propiedad del empresario Antonio Mata hasta que, tras el triunfo de la Revolución, pasó a manos del Estado hasta su cierre, en los años 90. Tras varios años de renovación, el establecimiento reabrió en 2018 con el nombre de su empresa gestora, Meliá, insertado. "Es bonito y cómodo, pero en la ciudad de Cienfuegos no hay mucho que hacer, así que los pocos turistas que vienen aquí es porque están haciendo una corta parada entre el Occidente y el Oriente", dice la empleada.
"En esta época no hay mucha diferencia entre trabajar aquí o en un centro turístico de la cadena Islazul”, añade, en alusión a una de las peor valoradas empresas estatales dedicadas al turismo.
El hotel "no levanta cabeza con el número de clientes", prosigue. "Hemos conservado a casi todo el personal, pero la gente está con muy poco entusiasmo por venir a trabajar porque aquí lo que motiva realmente son las propinas, no los salarios, y sin huéspedes no hay propinas en divisas".
En la puerta del San Carlos, un custodio observa la oscuridad que se extiende más allá de las luces de la fachada. Es de noche, ya ha cumplido con su turno y se ha quitado el uniforme de trabajo a la espera de su relevo, pero el empleado que debe cuidar la entrada del alojamiento durante las próximas horas está retrasado.
La falta de turistas no ayuda a mantener la disciplina laboral, algo que se refleja en los detalles. Varios ceniceros con numerosas colillas evidencian que hace horas, o quizás días, que nadie pasa a limpiarlos y dos empleadas sentadas en un sofá revisan sus móviles mientras esperan que su jornada termine.
"Estamos como en la etapa del coronavirus, pero sin nasobuco", apunta otro trabajador del bar. "He contado hasta una semana sin recibir ni la sombra de un turista. La reducción de la plantilla puede venir en cualquier momento", explica el hombre, de unos 50 años y con dos décadas en el sector turístico. "Me conseguí un segundo trabajo en un restaurante particular y, si esto se sigue poniendo peor, me voy a tiempo completo para ese negocio".
"Es difícil también responder las preguntas de los clientes que quieren salir a algún lugar y conocer la vida nocturna de la ciudad. Hay que explicarles que hay un apagón generalizado, que mejor no salgan a la calle". Entre los últimos huéspedes que ha atendido en la barra ha escuchado con frecuencia la frase de que no piensan volver a la Isla. "‘El país se ve destruido, me voy a demorar en regresar’, me dijo una alemana que me contó que había venido varias veces desde los años 90".
Según los datos del tercer trimestre de Meliá, sus hoteles en Cuba tuvieron una ocupación promedio del 39%, muy por debajo de sus instalaciones en Asia, que está en penúltima posición, con un 52%. El San Carlos, además, es una de las propiedades que llevaron a la hotelera española a un litigio tras la activación del título III de la Ley Helms-Burton. En 2019, los herederos de Antonio Mata demandaron a la compañía por lucrarse con el inmueble, así como a varias plataformas de búsquedas hoteleras y turísticas, entre ellas Expedia, Hotels.com, Orbitz, Travelocity.com, Trivago y Booking.com. La jueza de Florida que llevó el caso, sin embargo, apartó a Meliá y todas las intermediarias de la causa.
Pese a la falta de trabajo, los empleados sí tienen una motivación para acudir al San Carlos: "electricidad, agua y comida". Cada día cargan sus teléfonos en el hotel, sabiendo que cuando regresen a sus casas es muy probable que no haya luz. No obstante, las dificultades que se extienden de la puerta hacia fuera también se cuelan en el alojamiento gestionado por Meliá. "Ahora mismo tenemos la conexión a internet caída porque parece que hay problemas con el servidor", comenta una de las recepcionistas a un huésped.
Y es que no es oro todo lo que brilla. Una parte del hotel muestra sus luces apagadas en las áreas interiores. "Tenemos un plan de ahorro energético que debemos cumplir muy rigurosamente. Todos los locales que se encuentran en desuso están apagados o fuera de servicio, incluyendo los ascensores", detalla la empleada. "La gerencia nos ha pedido calma y confianza en que saldremos de esta situación", subraya la mujer como quien repite un mantra que la disuade a ella y a los demás trabajadores de ser pesimistas.