Para impedir las deserciones, las autoridades rusas se quedan con los pasaportes de los mercenarios cubanos
Les han dado la nacionalidad rusa, pero no les entregan el documento
Madrid/Seducidos por un salario de 2.000 dólares mensuales, un vuelo de salida de la Isla y otros beneficios, muchos cubanos no alcanzaron a ver la trampa mortal en que se convertía la nacionalidad rusa prometida por Vladímir Putin a los extranjeros que firmaran un contrato para combatir con su Ejército contra Ucrania. Aunque el vínculo pactado era inicialmente de un año, el pasaporte los ha convertido en ciudadanos con todos los derechos, pero también las obligaciones, entre las que en este momento está ir a la guerra.
“Ahora nos dicen que, como somos ciudadanos rusos, tenemos que seguir luchando hasta el final de la guerra”, ha contado Jorge, pseudónimo de un cubano entrevistado por la edición europea de Politico. El medio, que ya publicó en septiembre de 2023 un reportaje con los testimonios de varios jóvenes de la Isla que fueron contratados como combatientes para la invasión de Ucrania, ha vuelto a contactar con algunos de ellos. Todos han sido despojados de su pasaporte cubano y aunque algunos ni siquiera tienen constancia de tener ya la nacionalidad rusa, la obligación sigue ahí.
"Están usando la ciudadanía para atarnos. Eso es chantaje", sostiene otro al que han bautizado como David. Aunque su contrato concluyó en julio, desde octubre de 2023 no ve su pasaporte cubano, “custodiado” por sus superiores. Además, tampoco tiene el ruso, también a buen recaudo de sus jefes con el argumento de que era más seguro no llevarlo encima cuando estuviera en Ucrania. Al menos, él sí sabe que existe. Otros cubanos nunca han llegado a ver el documento prometido, que desde la Isla parecía un sueño y ahora les supone –en palabras del periodista– “un estatus que pocos rusos nativos envidiarían”.
Otros cubanos nunca han llegado a ver el documento prometido, que desde la Isla parecía un sueño
“No quieren dejarnos ir”, añade Manuel, que formó parte de los primeros cubanos en alistarse y un año y medio después no había visto aún el pasaporte. Para identificarse, solo posee un documento militar.
“No tienen ningún documento”, explica a Politico Ivan Chuviliayev, un activista que ayuda a desertar a los rusos del frente. “Los pasaportes están en posesión del Ministerio de Defensa. Así que no pueden simplemente huir y apelar a la embajada de su país”, afirma.
Dara Massicot, analista de defensa del Carnegie Endowment for International Peace y también consultada para el reportaje, coincide. “Los combatientes extranjeros deben saber que si firman un contrato con el Ejército ruso o aceptan un pasaporte de ellos, se están inscribiendo para luchar indefinidamente en Ucrania hasta que el Kremlin declare el fin de la operación, o mueran o resulten gravemente heridos”, señala.
Ambos especialistas dudan, además, que alertar a La Habana sirva para algo. El reportaje maneja dos opciones, tanto la de que el régimen esté al tanto de estos reclutamientos y no haga nada por impedirlo –o, incluso, coopere activamente–, como que sancione los casos de mercenarismo, basándose en la detención de 17 personas en septiembre de 2023 de cuya situación, por cierto, nada más se ha salido. En cualquiera de ambos casos, consideran, la Plaza de la Revolución no movería un dedo por sus connacionales, ya que le supondría enfrentarse a un aliado esencial para su supervivencia.
Los cubanos no han sido los únicos que han mordido el anzuelo de Putin
Los cubanos no han sido los únicos que han mordido el anzuelo de Putin. Aunque no hay cifras, Politico destaca que hay numerosos combatientes de distintos países, y cita entre ellos a Nepal, Ghana, Siria, Sri Lanka o India. Desde esta última, afirman, el Gobierno presionó a Rusia para “recuperar” a sus ciudadanos, frente al mutismo de la Isla.
El medio, que considera que esto sirve a Moscú para hacer geopolítica, admite que los cubanos entrevistados aludieron a motivos económicos para fundamentar su contratación, “libre y voluntaria”. Además, todos creían que allí tendrían empleos de baja cualificación que no supondrían una participación directa en la guerra. “En Cuba, dijeron, habían luchado para ganarse la vida como maestros, carpinteros, camareros y en la construcción. Un año de servicio militar, esperaban, les permitiría adquirir una nueva nacionalidad y, con ella, una nueva vida”, explica la nota.
“Si tan solo hubiera podido cavar trincheras…”, lamenta David, con la voz quebrada. “El año pasado hice lo que dije que nunca haría, pero era matar o morir y tengo cuatro hijos que cuidar”. El cubano dijo entre lágrimas a Politico que la extensión del tiempo que tenía previsto en el Ejército es lo que más está minando su moral. “Hice un pacto con Dios por un año, y Él me protegió. Pero no dos o tres años. No le deseo a nadie que se despierte por la mañana enfrentándose a la elección entre suicidio o asesinato”.
Algunos reclutas han sido destinados a posiciones más en la retaguardia que otros, pero todos los que ha entrevistado el medio han sido heridos, afortunadamente sin gravedad. Uno de ellos –diagnosticado también de estrés postraumático– ha relatado que, mientras se curaban los puntos que le dieron en la mano derecha, su comandante apenas le espetó que debía aprender a disparar con la izquierda.
El reportaje también dedica un apartado a mencionar a quienes no vuelven, porque aunque los casos apenas trascienden en redes sociales o medios independientes, ocurren y es complicado traerlos de vuelta.
"En al menos algunos casos, los reclutas cubanos simplemente parecen desaparecer en el aire"
“En al menos algunos casos, los reclutas cubanos simplemente parecen desaparecer en el aire. Como ni La Habana ni Moscú muestran mucho interés en su destino, y están fuera del radar de los grupos de derechos humanos que ayudan a los rusos movilizados, los familiares cubanos a miles de kilómetros de distancia a menudo se ven obligados a sacar sus propias conclusiones”, añade el texto, que recuerda el caso de Denis Frank Pacheco Rubio, un recluta de de Santa Clara, fallecido posiblemente en junio, en Siversk (Donetsk) sin que su familia tuviera noticias.
“Los cubanos como yo le temen tanto a Cuba como a Rusia”, admite David, que consiguió huir hace meses y vive en un lugar secreto, sin documentos, a la espera de poder salir del país.
La nota relata las graves sanciones a las que se expone un desertor, incluyendo la muerte, y menciona el caso de un recluta que permaneció seis días en un pozo sin comida como represalia, después de que un compañero escapara. Cumplido el castigo, lo dejaron marchar, pero sin pasaporte la situación no era fácil. Varios días después, dejó de responder a los mensajes. Eso fue a mediados de abril y la familia no ha vuelto a saber de él.
Tres de los cuatro reclutas entrevistados por Politico y cuyos contratos de un año han concluido prevén seguir allí antes de ser castigados. “Todo lo que puedo hacer es esperar –admitió uno– y rezarle a Dios para que un día me permitan dejar este lugar. Como un hombre libre”.