No importa la razón de tu viaje, el problema es quién eres
Las autoridades impiden al colaborador de '14ymedio' viajar a Santiago de Cuba a ver a un amigo
Camagüey/Preparas las maletas, cargado de proyectos y sueños, pero descubres con rabia que la libertad de movimiento en Cuba está condicionada a la forma en que piensas y te expresas. No importa las veces que suceda o dónde te dirigías, siempre es frustrante cuando las autoridades te dicen arbitrariamente que no puedes viajar.
El pasado 17 de febrero, un capitán del Departamento de la Seguridad del Estado (DSE) me informó, de nuevo, de que no podía viajar. Esta vez no estaba en el Aeropuerto Internacional José Martí, ni me dirigía al extranjero. Me habían invitado a la iglesia del pastor Alaín Toledano Valiente, en Santiago de Cuba. Era un evento puramente religioso, pero no importa la razón de tu viaje, el problema es quién eres, o así lo expresó el oficial del DSE, cuyo seudónimo ni recuerdo.
"No permitiremos que ningún contrarrevolucionario llegue a Santiago de Cuba", dijo, enfático antes de ordenar a los dos agentes de la policía que me montaran en la patrulla número 424 que me trasladó a la Tercera Unidad de Policía de Montecarlo en Camagüey. Allí registraron mis pertenencias en busca de dispositivos de grabación que pudieran delatar que el objetivo de mi viaje era periodístico. No encontraron nada, pero la sentencia contra mí no cambió.
Ser alguien que piensa y actúa en consecuencia a sus ideas, siempre que no coincidan con las suyas, al parecer, nos priva de todos los derechos que otorgan la ciudadanía y la Constitución. No es la primera vez que desbaratan arbitrariamente mis planes. Tampoco es la primera vez que me dejan sin una explicación sobre lo sucedido. De nuevo me tocó hacer conjeturas, buscar alguna razón lógica que amainara la ira que sentía.
"Si es detectado en las provincias Orientales habrá incurrido en un delito de desobediencia". Y añade: "Son tres años de cárcel"
Atando cabos, se me ocurrió que es posible que el Gobierno intente controlar la situación en la ciudad, donde hace pocos días un grupo de vecinos se enfrentó a la Policía, que trataba de evitar un linchamiento al presunto violador de una niña de ocho años. La pregunta obvia es: ¿Qué tengo yo que ver con lo que sucedió en Santiago?¿Soy un riesgo real ante una posible explosión social, a pesar de ser abiertamente pacifista?
Hablar de la realidad cubana sin edulcorantes me ha puesto al nivel de terroristas o narcotraficantes, como tal me trató el capitán de la Seguridad del Estado durante las dos horas y media que duró mi detención. Para que constara en un documento, el agente redactó una "advertencia oficial" que por supuesto me negué a firmar. El texto dice: "Si es detectado en las provincias Orientales habrá incurrido en un delito de desobediencia". Y añade: "Son tres años de cárcel". Tres años en prisión por intentar visitar la iglesia de un amigo dentro de mi propio país.
Al salir de la estación de policía el mismo oficial pasa a mi lado en la típica moto Suzuki y, como si fuera un viejo amigo, me dice: "Si quieres te llevo, que el transporte está malo". "¿Llegas a Santiago?", le respondí en el mismo tono irónico.
Aparentemente no le gustó mi respuesta, porque aceleró y se perdió en la distancia mientras yo llamaba a mi esposa, que me imaginaba de camino a Santiago, para informarle de que el viaje había sido corto... y en patrulla.
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