Un incendio da la estocada final al círculo social habanero La Concha, abandonado hace años
El siniestro en el inmueble azuzó el debate sobre el deterioro de los antiguos clubes y balnearios de La Habana
La Habana/El incendio que afectó, la tarde del jueves, el edificio del círculo social La Concha, en el municipio habanero de Playa, acabó de rematar un inmueble que el régimen abandonó a su suerte hace años. Según los testimonios compartidos en Facebook por varios usuarios, el fuego demoró varias horas en extinguirse: desde el atardecer, cuando la columna de humo se veía en dirección al mar, hasta la noche, cuando finalmente los bomberos apagaron las llamas.
No hay reportes de personas heridas ni se conoce el origen del fuego, aunque algunos internautas sugieren que se trató de una fogata encendida cerca del inmueble que se salió de control.
La tarde de este viernes alrededor del balneario no se veía un alma. El techo de tejas caído por uno de los costados, los contenedores de basura tumbados en la carretera de entrada y algunas palmeras secas completaban el cuadro desolador.
A pocos metros, tres agentes de las Tropas Especiales, conocidos como “boinas negras” rondaban el lugar mientras dos carros de la Unión Eléctrica “realizaban labores”. “La gente hace su vida igual. Aquí solo se acercan pescadores y mujeres que le hacen ofrendas a Yemayá. Como si nada hubiese pasado”, refiere un vecino.
El estado crítico en el que se encontraba el círculo social despertó el debate entre los usuarios –muchos de ellos aseguraban haber visto La Concha en los tiempos en que conservaba algo de su esplendor–, que lamentaron la decadencia de ese y otros inmuebles que solían prestar servicios en las playas de la capital.
Los círculos sociales de La Habana eran en su mayoría antiguos clubes exclusivos o pertenecían a sindicatos y gremios de trabajadores. Cuando Fidel Castro llegó al poder fueron nacionalizados y cayeron poco a poco en desgracia. No obstante, muchos cubanos llegaron a disfrutar de los servicios de los locales republicanos que ahora dan por perdidos irremediablemente.
El deterioro de todos esos balnearios ha implicado la pérdida del litoral oeste y sus áreas recreativas y de baño para los habaneros. Aunque hay gente que sigue acudiendo a esos lugares, el volumen de bañistas ha ido en picada en las últimas décadas, porque se trata de zonas sucias, con poca infraestructura para consumir alimentos o ir al baño, y son de difícil acceso por la crisis del transporte. Con los años, y tras haber ganado mala fama, han quedado reducidos a “playas” precarias para los vecinos de la zona.
En los recuerdos de infancia de Liudmila quedan retazos de los lugares que alguna vez fueron ampliamente visitados. “En los años 80, cuando yo era niña, con frecuencia mi familia hacía un periplo recreativo que incluía visitar el parque Coney Island y, posteriormente, terminar la jornada en la playa de La Concha. Era un viaje al oeste de La Habana, desde nuestra barriada de Cayo Hueso en el centro de la ciudad, que nos encantaba y al que sumábamos muchas veces a parientes que llegaban desde otras provincias”, cuenta a 14ymedio.
Si bien las playas del oeste no tenían “arenas tan finas y claras” como las del este, Liudmila recuerda que habían edificios elegantes que adornaban el litoral. “Ya entonces, más de dos décadas después de haber sido nacionalizados, comenzaba a notarse el deterioro de las infraestructuras, pero todavía mostraban buena parte de su esplendor anterior. Eran una opción económica para las familias habaneras y la mayoría, además del mar, incluían piscina, un área de juegos y espacios interiores con salones de baile, cafeterías y otros espacios para celebrar cumpleaños o bodas”, resalta.
En los últimos años, las familias que se acercaban con frecuencia a La Concha fueron decantándose por otros destinos que ofrecieran mejores acomodamientos y el lugar, incluyendo el antiguo club –que cumpliría 100 años en 2029–, fue cayendo en desgracia.
Erigido por The Cuban American Realty Company, con ayuda de la empresa neoyorquina de arquitectura Schultze & Weaver, el balneario llegó a ofrecer actividades culturales, recreativas y deportivas de todo tipo, además de ser, según la oficialista Ecured, “de los pocos que existían en aquella época accesible a las personas de poco poder adquisitivo” porque no exigía membresía. Sin embargo, del palacete de La Concha poco queda a día de hoy.
“La última vez que pasé cerca de La Concha me entristeció su deterioro y las pocas personas que se veían alrededor de un sitio que yo recordaba siempre bullicioso y lleno de familias con niños. El olor a orine y a heces dejaba claro que ahora solo funciona como baño público. En la orilla, cerca del mar, los restos de bolsas de plástico, las botellas y las latas vacías obligaban a caminar con zapato y entre los huecos donde una vez hubo puertas para acceder al inmueble principal, asomaba algún que otro exhibicionista”, lamenta.
Las llamas acabaron con lo poco que quedaba del antiguo club. “El hermoso techo de madera y tejas, estilo español, estaba hundido en varios lugares y con huecos. No quedaba una sola ventana de las que, con arcos y vitrales, daban elegancia al lugar. Unos cartones improvisados trataban de impedir el paso de intrusos al inmueble y alguna vegetación había crecido en los aleros y las cornisas”, describe Liudmila, evocando las memorias de su último viaje a La Concha. “Aquello había pasado de ser el castillo de ensueño que yo recordaba a la casa de los horrores salida de una pesadilla”.