Irse de Cuba es la única "misión" a la que aspiran los estudiantes de Medicina en Cienfuegos
“El que tiene otra forma de salir del país, ni siquiera empieza la carrera”
Cienfuegos/Estudiar para salir del país, y salir para sobrevivir, es el propósito que se repiten los estudiantes de medicina de la Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos. Entre la escasez, la falta de transporte y el hambre, los alumnos hacen grandes sacrificios para asistir a diario a la escuela que les garantizará en el futuro alguna “misión” en el extranjero. “El que tiene otra forma de irse, ni siquiera empieza la carrera”.
"Querer vestir este uniforme fue complicado porque mis padres, obreros estatales, no tienen ni dinero ni ‘amistades importantes’. Esto tuve que ganármelo con dedicación. Traigo la misma mochila del preuniversitario y me demoro todos los días hasta tres horas cogiendo botella para ir a clase, pero esta es la forma de garantizarme un futuro", relata a 14ymedio Dayana, quien apenas comienza su primer año de la carrera.
La joven reside en Rodas, uno de los municipios cienfuegueros que colindan con la cabecera provincial. Según cuenta, las condiciones en las que viven los alumnos becados la hicieron desistir de vivir en las residencias. No obstante, sus horarios docentes la han obligado a experimentar al menos una parte de la vida interna de la facultad. "La alimentación en la escuela es pésima. Están dando en el almuerzo un arroz con sopa mal hecha, a veces un huevo hervido y nada más. La verdad es que yo prefiero dar los viajes diarios desde Rodas, antes de quedarme en un albergue sin las condiciones básicas”.
La decisión de Dayana estuvo influenciada desde el principio por su amiga Indira, una alumna de tercer año que sí vive en la residencia. “La higiene es una asignatura pendiente en esta escuela, pese a que se supone que están formando doctores”, lamenta la muchacha.
A Indira, con más experiencia en los estudios de medicina, le preocupa particularmente su formación. "Mis compañeros de aula y yo nos hemos visto afectados por cualquier cantidad de interrupciones que han limitado nuestro aprendizaje; desde la falta de profesores hasta la bibliografía desactualizada, pasando por una práctica deficiente y en centros de salud sin condiciones. Lo que nos enseñan realmente está un poco desfasado. La mayoría debe aprender las cosas por su cuenta o a través de algún pariente que sea médico", confiesa.
La peor parte, como le ha advertido tantas veces a Dayana, es hacer las prácticas en los hospitales. "El primer gran desafío es que la mayoría de los pacientes y acompañantes no creen que somos capaces de atenderlos correctamente. Después viene la falta de especialistas que nos guíen durante el proceso de formación y lo otro, que todo el mundo sabe, la falta de insumos. No hay ni jeringuillas para aprender a sacar sangre", se queja.
En su último año de la carrera, Freddy, el novio de Indira, ya tiene la piel curtida. En los últimos seis años ha visto marcharse a la mitad de sus compañeros. Unos porque “se dan cuenta de que pierden mucho tiempo quemándose las pestañas” para después ser profesionales poco remunerados, otros porque se van del país. "Hay quienes están estudiando nada más para buscar una misión y emigrar. Otros estudian y abandonan el servicio social porque quieren hacer la carrera, pero no incorporarse a Salud Pública porque piensan convalidar el título en otra parte", explica.
Para los estudiantes extranjeros, añade, la situación es igual de adversa. Una joven de Namibia que estudia con Freddy lleva más de seis años alquilada junto a otra amiga en un apartamento en el barrio de La Juanita. "En el alojamiento no había agua. Todo estaba sucio y sin luz. Así era imposible continuar. A veces me pregunto si estoy en el lugar indicado. Cuando salí de mi país tenía muchas expectativas, pero ahora comprendo el refrán de los cubanos cuando dicen que lo barato sale caro", confiesa a este diario la estudiante.
"Pensé que las cosas serían distintas, porque Cuba tiene mucha fama en el área médica, pero llegamos y nos encontramos una escuela con las paredes sin pintar y con las aulas en mal estado, muchos profesores sin deseos de dar clases, libros que tienen más de 30 años y están usados, laboratorios con equipos que están viejos o rotos, cafeterías sin comida”, enumera. “Puedo entender por qué los cubanos dejan la carrera. Yo, como ellos, vine a estudiar, no a pasar hambre”.