"Lo que nos llega de comida es lo que no se han podido robar"

Los comedores del SAF son la última opción para los pobres en Cuba

"Llevamos varias semanas que casi todos los días nos dan solo arroz y chícharo, sin ninguna proteína animal", declara un cliente del SAF El Canciller, en El Vedado habanero. (14ymedio)
"Llevamos varias semanas que casi todos los días nos dan solo arroz y chícharo, sin ninguna proteína animal", declara un cliente del SAF El Canciller, en El Vedado habanero. (14ymedio)
Luz Escobar

08 de marzo 2022 - 20:57

La Habana/Todos los días a las 11 de la mañana Osvaldo Napoli, uno de los 76.175 inscritos en el Sistema de Atención a la Familia (SAF) en Cuba, sale de su edificio en busca del almuerzo. El anciano, de 85 años, residente en el municipio habanero de Plaza de la Revolución, se queja de la magra ración y de la poca variedad de la comida.

"Llevamos varias semanas que casi todos los días nos dan solo arroz y chícharo, sin ninguna proteína animal", declara a 14ymedio mientras espera en las afueras de El Canciller, uno de los comedores habilitados para dar alimentos a las personas de muy bajos ingresos, ubicado en la esquina de Paseo y Zapata, en El Vedado.

Los usuarios de este servicio, la mayoría jubilados, lamentan también que la elaboración de los alimentos carece muchas veces de especias, aceite o algo que "añada sabor" a los platos. Los 445 comedores de este tipo que hay en toda la Isla reciben cada día también a personas con discapacidad y otros problemas sociales.

"Aquí tratamos siempre de brindar el mejor servicio para ellos pero no siempre tenemos a mano todo lo que necesitamos", explica un empleado de El Canciller. "Hoy, por ejemplo, hay huevo en el almuerzo y en la comida. Está planificado vender picadillo el fin de semana", contaba a 14ymedio el pasado jueves.

El color desvaído, las raciones pequeñas y la poca higiene que caracterizan a estos lugares generan más una mueca de rechazo que el gusto por probarla

Pero la comida que se ve desde la puerta no invita al paladar. El color desvaído, las raciones pequeñas y la poca higiene que caracterizan a estos lugares generan más una mueca de rechazo que el gusto por probarla. Son la última opción para quienes ni siquiera pueden cocinar en sus casas porque los elevados precios de los alimentos o las limitaciones físicas se lo impiden.

Pascual, de 79 años, perdió tres dedos de una mano mientras trabajaba en el ferrocarril. Ahora, vive a pocos metros de un local del SAF en la calle Monte, donde cada día busca algo que llevarse a la boca. Va con la cuchara en el bolsillo y nada más le echan la ración en el envase que lleva de su casa, se sienta en la entrada de una escalera cercana y ahí mismo se lo come.

"No sabe casi a nada, porque la mayor parte de los ingredientes se los roban. Se roban la grasa, se roban el ajo, se roban la cebolla y lo que llega a nosotros es lo que no se han podido robar", denuncia, aludiendo a los manejos que hacen muchos de los empleados de estos comedores.

Hasta hace dos años los clientes de este servicio podían entrar y sentarse en las mesas que dispone las instalaciones, pero desde el inicio de la pandemia solo se entrega la comida en envases que debe traer el cliente. Una situación que algunos consideran que contribuye al desvío de recursos.

"Antes cuando te lo ponían en un plato por lo menos podías calcular si te habían servido bien, pero ahora te lo ponen todo junto y cuando llegas a la casa te das la sorpresa de lo poco que es", explica Pascual. "También te puedes llevar el susto de que algo esté en mal estado".

Caminando despacio y arrastrando sus chancletas, llega a La Maltera de Nuevo Vedado "el viejo Ulises", como lo llaman los amigos que lo acompañan. El hombre carga consigo una jaba con varias cantinas de metal vacías porque, además de comprar su comida, le lleva el alimento a dos vecinas suyas que por problemas de salud no pueden salir de su casa.

En una tablilla que anuncia "nuestras ofertas" este jueves se leía la opción de 180 gramos de arroz blanco a 1,65 pesos; potaje de frijoles por 1,55; huevo frito a 2,25 y un pequeño pan por 1 peso. La oferta se repite para la comida, pero sin el pan y con el huevo hervido. En total, un cliente gasta unos 12 pesos en un día, unos 360 al mes.

La suma no parece elevada en un país donde la libra de arroz ha superado recientemente los 50 pesos en los mercados, pero muchos de los consumidores del SAF tienen pensiones mínimas que no van más allá de los 1.500 y, como muchos viven solos, deben costear también la electricidad de sus viviendas, la transportación y otros múltiples gastos.

Nunca fue de lo mejor del mundo, pero en los últimos meses ha perdido mucha calidad, y para colmo están más caros todos los productos que venden desde que comenzó el ordenamiento"

"Este servicio ha decaído mucho. Nunca fue de lo mejor del mundo, pero en los últimos meses ha perdido mucha calidad, y para colmo están más caros todos los productos que venden desde que comenzó el ordenamiento [Tarea Ordenamiento]", se quejaba Ulises a este diario. "Lo que antes costaba centavos ahora suma unos cuantos pesos".

Cuenta que a veces están varios días seguidos comiendo huevo pero bromea de que con ese producto "no hay estafa". El hombre se queja de que "los chícharos son siempre unos balines duros que pocos pueden masticar, el picadillo es puro pellejo y la croqueta nada más es harina, como estar comiendo pan".

Pero él ya está "resignado", afirma, y las fuerzas no le alcanzan "para exigir una mejor oferta y más calidad en el servicio". Luego de manifestar su descontento, se sienta en un banco con sus amigos y comenta sobre las noticias que llegan desde Ucrania y que ha leído en el periódico, mientras le llenan una a una las cantinas.

A pesar de todas las carencias, otros añoran poder tener la posibilidad de comer en un SAF. Zenaida, madre de un hijo con retraso mental, lleva tres años "haciendo gestiones de aquí para allá" para que le asignen dos cupos en uno de esos locales. "En la Seguridad Social me han dicho que mi pensión no es de las más bajas, porque gano cercano a los 2.000 mensuales y que mi hijo puede trabajar".

"A mí no me importa si las opciones son pocas pero sería algo que me ayudaría mucho, sería un apoyo cada día", explica. "Cualquier cosa yo traigo la comida para la casa y aquí le agrego algunas cositas para que sepa mejor, pero algo es algo".

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