Mamá, estoy chateando por Zapya

Los niños y adolescentes cubanos están viviendo, amando, estableciendo amistades y compartiendo contenido en ese universo en paralelo. (14ymedio)
Los niños y adolescentes cubanos están viviendo, amando, estableciendo amistades y compartiendo contenido en ese universo en paralelo. (14ymedio)
Zunilda Mata

21 de julio 2017 - 18:11

La Habana/Las luces del teatro están apagadas y en algunas butacas resplandecen las pantallas de los móviles. En el escenario, un espectáculo infantil recrea la historia de Alicia en el país de las maravillas, pero muchos de los pequeños espectadores aprovechan para compartir contenido por Zapya y usar el chat de la popular aplicación.

La edad de acceso a la tecnología comienza cada vez más temprano en Cuba. Hasta hace poco los padres se vanagloriaban de que sus hijos movían con destreza el mouse, pero ahora todo va más rápido. Las apps para móviles revolucionan la manera en que los menores de edad interactúan entre ellos, comparten información y forman grupos donde los adultos no son bienvenidos.

Zapya lidera las preferencias entre los niños, porque ofrece una plataforma muy completa que funciona sin necesidad de estar conectados a la web o a una red wifi. La aplicación se ha convertido en el terreno para difundir videoclips, compartir fotos, pasar la respuesta a una pregunta del examen o ligar. En el lado negativo, también ha supuesto un siniestro camino para ejercer acoso escolar.

Zapya lidera las preferencias entre los niños, porque ofrece una plataforma muy completa que funciona sin necesidad de estar conectados a la web o a una red wifi

En julio de 2015 comenzó la instalación de zonas wifi en espacios públicos que hasta junio de este año sumaban 1.006 en todo el país y a las que se añadirán otras 180 antes de que acabe 2017. Sin embargo, los usuarios consideran que el costo de la conexión, 1,50 CUC por hora, sigue siendo muy alto, además de quejarse de la falta de comodidades en muchas de estas áreas.

Isabela, de 9 años, el pasado martes buscaba con la conexión Bluetooth de su tablet a otros niños conectados dentro del Teatro Nacional. Su madre la llevó para disfrutar de una puesta en escena donde actuaba una vecina, pero la estudiante de cuarto grado estuvo la mayor parte del tiempo zapyando.

“Cuando la miré estaba chateando con otra niña sentada a tres filas de nosotras”, cuenta la madre. “Pasa varias horas al día con este aparato y tiene muchos juegos y canciones que le envían sus amigos por Zapya”, explica. “El otro día me asusté un poco porque estaba escuchando una canción de reggaetón con letras bastante obscenas que le pasó una vecina desde su teléfono”.

Explorar el entorno para encontrar a otros “enganchados” a Zapya es muy fácil. Basta un toque en la pantalla para que empiecen a brotar nombres por todos lados. Chinilindi, El Rey, Super X y Missy son algunos de los que este martes se dieron cita en la reunión virtual que transcurrió mientras Alicia perseguía al conejo en el escena del Teatro Nacional.

“Logré llevarme un montón de aplicaciones y juegos del móvil de uno que se llamaba Riquimbili”, cuenta Isabela. La transmisión de todos estos archivos ocurre la mayor parte del tiempo sin supervisión de adultos y sin que quede un registro digital.

Crear o unirse a un grupo es la variante actual de sumarse a una conversación. “En mi secundaria hay varios grupos pero prefiero mantenerme dentro del que hicimos varias amigas, donde hablamos de moda, películas y novios”, cuenta María Karla, de 14 años y estudiante de octavo grado en la barriada de La Víbora. “Al principio los profesores nos regañaban pero creo que ya se cansaron”.

“En mi secundaria hay varios grupos pero prefiero mantenerme dentro del que hicimos varias amigas, donde hablamos de moda, películas y novios”

Descubrir el chat de Zapya fue un cambio en la vida de la adolescente. “Ahora podemos estar conversando más fluidamente”. Lo más importante cuando están en la escuela es “ponerlo en modo silencioso para que los maestros no oigan los sonidos de cuando entra un mensaje”.

En la escuela de María Karla se han dado varios incidentes de acoso a través de los chats. “Uno de noveno grado filmó a una muchacha que se estaba metiendo un dedo en la nariz, le puso una música al video y lo difundió”, cuenta. “Estuvieron semanas riéndose de ellas con aquello y la pobre se ha quedado casi sin amigos y la botaron de todos los grupos de Zapya”, agrega.

El usuario que crea inicialmente el grupo de chat puede decidir a quién expulsar y cuándo hacerlo. “Es la nueva forma del matonismo, porque el que crea el grupo puede presionar a los demás a hacer determinadas cosas para mantenerse dentro”, reflexiona Yusimí Contreras, madre de dos niños de 10 y 14 años en el municipio de Centro Habana.

“Hace unos meses mi hijo mayor estuvo preocupado por varios días y después de mucho preguntarle me contó que lo habían sacado del grupo de Zapya más popular de su escuela, para él fue como si sus amigos se hubieran mudado de barrio y lo dejaran solo”, cuenta la mujer.

“Tuve que explicarle que eso no era la realidad y que esos chats están solo en los teléfonos no en la calle, pero para él es muy importante que lo vuelvan a dejar entrar”, explica Contreras.

Los niños y adolescentes cubanos están viviendo, amando, estableciendo amistades y compartiendo contenido en ese universo en paralelo

Una manera de encajar dentro de estos chats es convertirse en un buen suministrador de apps, juegos y nuevo contenido. “Tengo de todo y por eso a mi teléfono llegan muchísimas solicitudes de amistad cada día”, cuenta Brandon, de 15 años. “Mi hermano, que es informático, me pasa muchos programas y todo el mundo en la escuela sabe que tengo buen material”.

En el colegio de Brandon los datos fluyen de un teléfono a otro. “La gente se pasa chismes, revistas, fotos y muchos juegos”. El mejor día de su vida con Zapya fue cuando logró “responder la prueba de Matemáticas porque en el aula alguien compartió la solución del problema” y el peor “cuando la muchacha más linda rechazó mi invitación a chatear”.

“Una vez, a la salida de la secundaria, había un hombre con un móvil que estaba tratando de meterse en el grupo de chat que teníamos”, cuenta Brandon. “Se puso un nombre como Osito de peluche y decía que tenía 12 años, pero nos dimos cuenta que era él porque el teléfono le sonó varias veces cuando le mandamos mensajes”, recuerda.

Los niños y adolescentes cubanos están viviendo, amando, estableciendo amistades y compartiendo contenido en ese universo en paralelo. Un espacio virtual donde también se pelean, se vuelven más sofisticados a la hora de hacer fraude escolar, acosan a otros colegas y están a expensas de depredadores sexuales.

“Al final bloqueamos a aquel hombre del chat, pero nunca le dije nada a mis padres”, agrega Brandon. “No iba a preocuparlos por gusto, porque en Zapya nunca pasa nada malo”.

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