Manual para comprar medicamentos en una farmacia de barrio
La Habana/A no ser por una compra de anticonceptivos, a la farmacia generalmente se acude cuando alguien cercano está enfermo o tiene tratamiento para algún padecimiento crónico. Los locales de farmacia no levantan el ánimo. A muchos les falta iluminación o ventilación o pintura o todo a la vez. La iniciativa de los trabajadores las "embellece" con festones, cadenetas y murales informativos con letra indescifrable. Los medicamentos se acomodan según su uso, cada grupo calza una cartulina en la que se lleva el inventario.
Si decide armar un botiquín en el hogar, tenga paciencia y visite la farmacia con asiduidad para reunir lo básico. La medicina es subvencionada por el Estado en gran parte. Ello no impide que una pareja de jubilados con padecimientos crónicos (no hay que olvidar el envejecimiento de la población cubana) consuma en medicamentos al menos la jubilación de uno de ellos.
Hay medicamentos que no requieren receta médica, entre los que están los artesanales de la medicina verde que resuelven un catarro o una ingesta, pero que no siempre hay cuando se los necesita. Otros se despachan por receta médica y están los controlados por Tarjetón.
A pesar del rigor, puede que al momento de comprar, los medicamentos se hayan acabado, lleguen incompletos o estén "en falta"
El Tarjetón es un pliego de cartulina que recibe cada enfermo, y en el que se registran los medicamentos y otros complementos de salud regulados de venta mensual. El médico extiende un certificado válido por un año, estampa en el certificado su cuño con su nombre y dos apellidos y su número de practicante. A pesar de estos datos únicos de cada galeno, falta un paso ineludible, el cuño de la institución de salud. Después de hacer la cola (casi siempre hay cola), el acuñante, que ni es médico ni lleva un listado ni escribe en una computadora ni hace palitos en un papel, estampa el cuño y sigue al próximo. Con ese papel, en la farmacia más cercana al lugar de residencia de las 2.141 existentes en el país, hace su cola, entrega el certificado, muestra el carné de identidad, queda inscrito y recibe el Tarjetón.
A pesar de tal rigor, puede que al momento de comprar, los medicamentos se hayan acabado, lleguen incompletos o estén "en falta". En los diabéticos insulino-dependientes, el Tarjetón controla las jeringuillas desechables. Puede leerse en la envoltura "jeringa estéril de insulina de uso único", pero el paciente solo recibe entre dos y cinco jeringuillas mensuales. Si se queja, puede que el dependiente con displicencia le diga que eso de desechable no es "tan así" y que puede reutilizarlas y hasta hervirlas, que no pasa nada.
Cuando su medicamento de Tarjetón está "en falta", lo cual no es poco frecuente (datos de la prensa el año pasado señalan que hubo un promedio de 40 medicamentos en falta por semana), debe acudir al médico por un sucedáneo. Si el medicamento solo necesita de receta médica es más sencillo; si es de tarjetón, el procedimiento vuelve a comenzar, aunque sea un certificado temporal.
Pero hay artículos que no tienen sustituto, como las bolsas de colostomía. En ese caso, el empleado de la farmacia mueve la cabeza con pena, y le aconseja que para resolver de inmediato hable con su médico del hospital, pero que busque una vía segura, mientras acompaña el consejo con un gesto de la mano en alto que alude a una lejanía muy lejana, porque el suministro de las bolsas suele ser muy inestable.
No importa si las dificultades son propias o ajenas, si había o no; la compra no es retroactiva y la experiencia dicta que no se debe dejar para los últimos días del mes porque se acaba. Eso explica en buena parte la existencia de un activo mercado negro del ramo.
Localizar un medicamento que no hay en su farmacia le asegura el odio de la cola. El empleado está en la obligación de localizarlo, y la localización telefónica es demorada pues del otro lado está ocupado o no atienden el teléfono o tampoco tienen. Si la localización se corona con éxito, le darán un papel (si es de Tarjetón) con el que se le reserva el medicamento, no por ocho, 16 o 24 horas, sino hasta las 12 de la noche del mismo día.
La compra no es retroactiva y la experiencia dicta que no se debe dejar para los últimos días del mes porque se acaba. Eso explica en buena parte la existencia de un activo mercado negro del ramo
Si un tratamiento de por vida combina medicamentos de Tarjetón con otros por receta, el paciente está obligado a acudir periódicamente al consultorio médico del barrio y hacer la espera para obtener la receta que completa su tratamiento. Los dependientes encogen los hombros y levantan las cejas si se les pregunta por qué no incluir en el Tarjetón esos medicamentos.
De postre he dejado las almohadillas sanitarias que reciben las mujeres entre los 14 y los 55 años. Fuera de ese rango hay que hacer constar menarquia temprana o menopausia tardía. Para darse alta, las mujeres fértiles deben llevar, además del carné de identidad, la libreta de control de productos alimenticios donde se marca la constancia de entrega; son inscritas en una cosa que llaman "torpedo", una planilla que registra el paquete mensual con diez compresas sanitarias responsables de más de un penoso suceso con que deben arreglárselas.
No desespere. Siempre existe el recurso in extremis de gastar CUC en las limpias, iluminadas y refrigeradas farmacias en divisas, donde no hay que hacer cola ni se requiere receta médica.