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Los manuales escolares cubanos desde 1901: de la educación al adoctrinamiento

Una institución española digitaliza más de 50 libros de texto del siglo XX

Fidel y Raúl con pioneros en el Comité Central donde celebran por primera vez el Día de los Niños en Cuba, 6 de julio de 1973. / Cubadebate
14ymedio

16 de marzo 2025 - 14:11

La Habana/Los libros de texto con los que se educaron varias generaciones de cubanos desde 1901 se pueden encontrar en el archivo de Manes, una institución española dedicada a conservar e historiar el pensamiento educativo iberoamericano. El proyecto, con más de 50 manuales escolares digitalizados, permite tomar el pulso a los vaivenes de la pedagogía cubana y relación con la propaganda política de cada época histórica. 

Según la página web de Manes, el propósito de la muestra es reflejar cómo evolucionó la enseñanza en la Isla desde el cese de la dominación española. Los institutos Leibniz y Georg Eckert, ambos alemanes, financiaron la digitalización, que llevaron a cabo los historiadores cubanos. 

Los materiales, disponibles para descarga gratuita, son sobre todos libros de Lectura, Historia y Geografía, además de Moral y Cívica –dos asignaturas clave en la formación ciudadana durante la República–, Ciencias Naturales y Pedagogía. Todos los libros digitalizados cuentan con su original en la Biblioteca Nacional José Martí, en La Habana. 

El registro más antiguo de la colección corresponde a los Cursos de Estudios y Métodos de Enseñanza para las Escuelas Públicas, impreso en 1901 en La Habana por la Junta de Superintendentes de la aún no estrenada República. Este manual pretendía sentar los cimientos de la educación en un país recién salido de la guerra, pero dispuesto a “realizar los progresos ansiados” por quienes perdieron la vida en las guerras del siglo XIX. 

El registro más antiguo de la colección corresponde a los 'Cursos de Estudios y Métodos de Enseñanza para las Escuelas Públicas'

En su preámbulo, el texto denunciaba la situación de la escolaridad en el país y los “barbarismos monstruosos” del idioma. Las autoridades deseaban que los niños cubanos aprendieran también matemáticas, puesto que “quien calcula con exactitud el vuelto (de la compra) no se deja engañar”. 

Se insistía en los estudios de agricultura –diferenciados según la provincia–, aritmética, costura e instrucción cívica. En esta última materia, el plan de estudios preveía enseñar “la necesidad de cumplir las promesas, de ser puntuales en todo, de usar un lenguaje cortés, no decir nunca malas palabras y de hablar siempre en tono moderado” y “borrar cualquier actitud supersticiosa”. 

Por la cercanía con EE UU, también se instruía a los niños en la historia de ese país y se argumentaba “la influencia de Cuba en la Independencia de Estados Unidos”. En junio de 1900, mientras se redactaba este manual, 1.000 maestros cubanos tomaron un curso de verano en la universidad de Harvard para formarse en lo más moderno del pensamiento pedagógico. 

Durante las décadas siguientes, los grandes nombres de la pedagogía en la Isla, como Ramiro Guerra, se fueron consolidando. De la autoría de Guerra, el historiador cubano más relevante del primer cuarto de siglo, son varios de los títulos digitalizados por Manes, de relevancia tal que ni siquiera Fidel Castro pudo desterrarlos por completo de las escuelas. 

Es el caso de su Manual de Historia de Cuba –un voluminoso recuento, en más de 700 páginas, de la historia colonial–, que sigue siendo el texto por excelencia para enseñar la historia de la Isla incluso en la universidad. 

Para 1968, cuando Pueblo y Educación publica Mi primer libro, de Josefina Díaz Entralgo, el contexto, tanto político como educativo, habrá cambiado completamente. El contenido, fiscalizado por una serie de autoridades educativas de las que da cuenta una nota inicial, está destinado a niños de primer grado. 

“¡Uno, dos, tres! Marchen soldados!”, es una de las consignas que aparecen –con su correspondiente lámina– en las primeras páginas del libro, junto a elementos de la vida cotidiana. “Seré pionero”, “La Sierra” –con mayúsculas, se refiere a la Sierra Maestra, donde estaba el comando de Fidel Castro–, “Parecemos soldados con sus fusiles” o “Nadie se sale de la fila” son otras de las ilustraciones. 

En pocas líneas, Entralgo resume lo que un niño de seis años debe aprender sobre los militares

En pocas líneas, Entralgo resume lo que un niño de seis años debe aprender sobre los militares: “Ayer visitó nuestra aula un soldado de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Es nuestro amigo. Lo conocimos en noviembre, cuando visitamos su unidad militar… Después que se fue, los niños nos quedamos pensando: ¡Qué valientes son los soldados de las FAR! Ellos aman mucho a Cuba y siempre la están cuidando”. 

“Los padres de Eusebio le han contado que antes, en la Sierra, se vivía muy mal. Los campesinos sufrían mucho. Los niños serranos no tenían escuela”, dice otra lectura. “Allí combatieron Fidel y los soldados rebeldes. Ahora hay muchas cosas nuevas en la Sierra. Hay carreteras, hospitales y muchas escuelas. La Revolución ha cambiado la vida en las montañas. Todos los campesinos de la Sierra viven felices”. 

Solo de la primera edición de Mi primer libro –leído hasta hace poco en las escuelas– se imprimieron 80.000 ejemplares. A partir del Congreso de Educación y Cultura de 1971 –el disparo de salida de una época de represión en las escuelas y centros culturales–, los libros de texto no disimularon ya su propósito adoctrinador. 

Aunque Manes, fundado en 1992, no cuenta con ellos en su colección, otros repositorios, como el del propio Ministerio de Educación, permiten comprobar el alto contenido político, ideológico y de exaltación militar del que están impregnados los textos aún vigentes.

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