Marabú, el enemigo que se volvió aliado
Artemisa/ Pinar del Río/Cuando era niño, Jorge Luis Ledesma Herrera corría alrededor de los hornos de carbón vegetal que levantaba su padre. Ahora, con casi medio siglo de vida, este campesino de Pinar del Río dedica sus días a un arbusto tan odiado como apreciado: el marabú, materia prima del primer producto que Cuba exportó a Estados Unidos en más de cinco décadas.
Ledesma vive en El Gacho, a unos pocos kilómetros de San Juan y Martínez, donde se cultiva el mejor tabaco de la Isla. En los alrededores también crece esa espinosa planta que ha invadido la Isla desde su llegada hace 150 años. En la actualidad, sus duras ramas son el sustento de miles de familias a lo largo del país.
Cuba exporta cada año entre 40.000 y 80.000 toneladas de carbón producido a partir de marabú, que ocupa poco más de 1 millón de hectáreas de tierras aptas para la agricultura, de las más de 6 millones con las que cuenta la Isla.
Las áreas ganaderas también se han visto afectadas por esta epidemia que ha conquistado el 56% de los terrenos destinados a la cría de animales. La plaga de amenazantes espinas se extiende gracias a su fuerte naturaleza, pero también a la desidia y la mala organización que afecta al campo.
El Estado mantiene buena parte del control sobre la tierra a pesar de que en los últimos años se ha ampliado el sector cooperativo y se han entregado tierras en usufructo a productores privados.
Las Unidades Básicas de Producción Cooperativa gestionan el 25% de los terrenos, las Cooperativas de Producción Agropecuaria un 8% y las Cooperativas de Créditos y Servicios el 38%, mientras que las granjas estatales administran un 29%, según cifras aportadas en 2015 durante el XI Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
Los chistes populares ensalzan al marabú a la categoría de la palma real. Proponen reemplazar a este altivo emblema nacional del escudo de la República y en su lugar colocar la enmarañada anatomía de la especie invasora.
Hace una década Raúl Castro ironizó sobre el repudiado arbusto durante un discurso en Camagüey, en el acto oficial por el asalto al Cuartel Moncada. "Lo que más bonito estaba, lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que estaba el marabú a lo largo de toda la carretera", aseguró tras viajar desde La Habana hasta esa provincia central.
Después de aquella arenga, la cruzada contra el marabú cobró tintes de tarea ideológica y se convirtió en un símbolo del Gobierno raulista, junto a las promesas de erradicar la dualidad monetaria, poner freno a la corrupción y bajar los precios de los alimentos. Poco tiempo después, la batalla perdió entusiasmo y desapareció de las primeras planas.
Por ironías del destino, el enemigo vegetal se ha vuelto poco a poco un aliado. Desde ese mismo 2007 la empresa española Ibérica y Combustibles Sólidos (Ibecosol S.L.) comenzó a comercializar el carbón de marabú en varios países europeos. Su capacidad de quemar lentamente y el delicado sabor que agrega a los alimentos le han ganado una buena reputación.
Jorge Luis Ledesma Herrera conoce bien estas cualidades, porque parte del marabú que procesa termina en su propio fogón. Cada mañana pasa horas cortando los troncos que después acarrea en un carretón de bueyes. Su vida no es muy diferente a la que llevaba su abuelo, pero se ufana de poder contar con "electricidad legal" en un entorno donde abundan las tendederas y el bajo voltaje.
Describe el trabajo con el marabú como un verdadero infierno. La limitación principal está en los útiles de labor. Las hachas y los machetes son de mala calidad, comprados en el mercado negro y deben ser reparados todo el tiempo. Con ingenio, algunos han reciclado cuchillas de combinadas cañeras para auxiliarse en el corte.
A unos doscientos metros de la casa del campesino se extiende la explanada donde monta el horno. La tierra está quemada y parece más fina, como polvo negro. Debe calentar el marabú a temperaturas entre 400 y 700 °C, apilar la leña en un cono, y cubrirla con paja y tierra por encima.
"Hace dos meses saqué un horno que calculé en 20 sacos -aproximadamente media tonelada- y comenzó a llover. Aunque la lluvia duró solo unos minutos, el carbón caliente crepitaba como vidrio roto ", cuenta el pinareño. "Solo pude salvar cinco sacos", recuerda.
En la cercana Artemisa, Joaquín Díaz, de 56 años, también se dedica a la fabricación del carbón desde que era un niño. Hace años que usa el marabú para cocinar pero ahora, con la noticia de su exportación, lo procesa con más delicadeza y cuida con más atención los hornos. Al igual que Ledesma, solo tiene acceso al agua a través de un pozo, hace sus necesidades en una letrina fuera de la vivienda y su casa es de cubierta ligera.
Este productor del poblado de Fierro, en el municipio de San Cristóbal, aguanta los pinchazos del rebelde arbusto y, como otros agricultores, usa guantes de jardinería para protegerse. Mantener los ojos lejos de las espinas también forma parte de sus precauciones. Cuando levanta un horno, trata de que no quede hueco entre un palo y otro para que "no se ahogue y apague". El cuidado es esencial. "Mientras suelte humo blanco, la leña no está quemada", solo estará listo para desmontar cuando éste sea azul, lo que puede tardar una semana o más, explica el artemiseño.
En Pinar del Río, las empresas que compran el carbón a los campesinos son las estatales Acopio y la Empresa Forestal Integral. El pago se realiza a través de un contrato temporal que permite hacerlo directamente y no a través de las cooperativas. Los campesinos evitan así el gravamen que esas entidades cobran por hacer efectivos los cheques de pago.
El Estado paga el carbón a 1,20 CUP el kilogramo al por mayor (30 CUP por saco de 25 kilogramos) y después de seleccionar el carbón de primera paga 0,10 CUC por kilogramo. Con suerte, el productor se embolsa el equivalente a 150 dólares por cada tonelada de óptima calidad que la empresa estatal comercializa a 420 dólares en Estados Unidos, casi el triple de lo que obtiene el campesino.
Sin embargo, la venta al Estado tiene muchos problemas de atraso en el pago y "lo amañado del proceso de selección y pesaje del carbón de primera, hace que sea más seguro venderlo a los particulares", aclara Ledesma. El comprador particular paga a 40 CUP por saco y "muchos dueños de pizzerías y restaurantes de Pinar del Río" llegan hasta el lugar para abastecerse.
Ledesma sueña con poder vender su carbón de marabú directamente, sin tener como intermediario al Estado. "Si eso pudiera hacerse me compraba una motosierra para aumentar la producción y así podría cambiar la forma en que vivo". Claro, reflexiona, si fuera así, "hasta los médicos vendrían a hacer hornos en El Guacho".