El rey de Marruecos manda a un embajador socialista a Cuba
37 años después de haber roto relaciones, Rabat tiende la mano a La Habana
Madrid/De todos los nombramientos de nuevos embajadores que el rey de Marruecos, Mohamed VI, ha decidido en el último Consejo de Ministros por él presidido hace una semana, el más relevante sin duda alguna es el del nuevo embajador en Cuba, Boughaleb el Attar. 37 años después de haber roto relaciones, Rabat tiende la mano a La Habana.
El perfil del nuevo representante del rey en la Isla (el título de embajador es meramente protocolario) coincide con la diplomacia del gesto conciliador que practica Mohamed VI. El Attar es, ante todo, un militante socialista que, después de conocer las prisiones del rey anterior, Hassan II, fue profesor, periodista, diputado y, recientemente, consejero político en la embajada marroquí en Madrid.
Como militante socialista participó en alguna reunión de la Internacional, organización de la que su amigo y mentor Abderrahmán Yussufi (que fue primer ministro con Hassan II) era vicepresidente. El Attar conoció de primera mano los partidos latinoamericanos de la Internacional Socialista y, a través de ellos, realizó sus primeros pasos en el contacto con la realidad sudamericana, de la que Cuba es una pieza clave. El Partido Comunista de Cuba, de Fidel y Raúl Castro, no participaba en esos cónclaves socialistas, pero sus amigos de Uruguay, de Brasil, de Chile, de Nicaragua, de Venezuela, sí lo hacían.
El nombramiento por Mohamed VI de un veterano militante del partido de Mehdi Ben Barka es un gesto hacia Cuba y La Habana lo aprecia. Porque si hay algún norteafricano de aureola mítica y legendaria en Cuba es precisamente Ben Barka. No va a ser fácil para el rey Mohamed VI y para el nuevo embajador marroquí en Cuba recomponer 37 años de distanciamiento, de ruptura, de ocasiones desperdiciadas. El soberano marroquí lo sabe, sus consejeros diplomáticos también, y el nuevo embajador está convencido de ello: hay un terreno posible de entendimiento, hay desafíos comunes y necesidades que trascienden los enroques ideológicos.
Hassan II reinó en Marruecos durante 39 años con puño de hierro dentro del país y firmeza en la arena internacional. Eran otros tiempos. La Guerra Fría colocó al Reino alauita en la trinchera de Occidente frente a una Unión Soviética agresiva y expansionista. Marruecos fue parte del núcleo duro del campo estadounidense.
Su hijo Mohamed VI lleva casi dos decenios en el trono y ha optado por la diplomacia de la mano tendida, del diálogo, del entendimiento. Los últimos meses han reforzado esta tendencia: la reincorporación de Marruecos a la Unión Africana, la diversificación de socios poniendo a Rusia y China como aliados preferentes, y el acercamiento a los países que hasta ahora, por por las divergencias en cuanto a la soberanía sobre el antiguo Sahara español se encontraban al otro lado de las trincheras, son muestras de que los tiempos han cambiado.
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Nota de la Redacción: Este texto ha sido publicado anteriormente en la revista Atalayar entre dos orillas. Lo reproducimos con la autorización del autor.