Los papeles de El Papelito
La Habana/Dentro de esta economía bonsái que el ministro Murillo insiste en podar con celo de avezado cultor, el mercado inmobiliario ha encontrado su nicho. La desaparición de la revista Opina con su sección de clasificados y permutas, unida con las incontables trabas para cambiar de vivienda, favorecieron que la intersección del Paseo del Prado con la calle Colón se convirtiera en la oficina informal pero estable de los "permuteros", el lugar obligado si se quería cambiar de vivienda, o más discretamente en aquellos tiempos, vender.
Después de tantos años en que los cubanos usaron todo tipo de estratagemas al margen de la ley para el intercambio de viviendas, ahora es una actividad regulada; como siempre debió ser. En el marco de la llamada flexibilización, los negocios inmobiliarios se visibilizan con variadas maniobras de mercadeo. Mi hijo llegó con un papelito que se encontró en Coppelia; dos días antes ya me había entregado un papelito un joven tan veinteañero como mi hijo en una parada de guagua. Tuve oportunidad pocos días después de conocer de dónde venían esos papelitos.
El Papelito es, según se anuncia en su encabezado, "la casa de los Corredores de La Habana con licencia de la Oficina Nacional de la Administración Tributaria (ONAT)". Anunciarse todavía es gratis y puede hacerse en 28 entre 5ta y 7ma en Miramar o por teléfono.
La sede es fácil de identificar: grandes letras negras con la misma tipografía de los volantes que se riegan por toda la ciudad destacan a relieve en la fachada de una casa de los años 40. Por una ventana francesa y a través del enrejado, se divisa el corazón (o el cerebro) de este negocio emergente. Una habitación, cuatro computadoras, gente joven. Una gigantografía colorida donde repiten la ya familiar tipografía que también está en el atuendo de los empleados.
El que parece ser dueño o responsable se muestra muy cauto ante mis preguntas y no quiere fotos. Suaviza ante la evidencia de qué puede significar alguna foto ante una imagen corporativa tan rotunda y difundida, pero me pide la cámara para hacer él la foto y resulta esta que encabeza, tan anodina que no permite siquiera hacerse una idea del lugar.
El inmueble alberga también un negocio de reparación de teléfonos celulares. Más reducido y no tan glamoroso como el inmobiliario, aunque frente por frente a la sede principal de CUBACEL, la única empresa de telefonía móvil de Cuba, el flujo de clientes en busca de aplicaciones, baterías y desbloqueos es un goteo constante.
Volvamos a El Papelito. Publican un boletín semanal. Al ser gratuita la publicación y la distribución, los anuncios han aumentado y del sencillo flyer inicial, ahora cuentan con una hoja impresa por las dos caras con una larga lista de inmuebles listos para vender. Destacan por sus seis cifras varias casas en Miramar, una mansión en la playa de Guanabo, una casa en la Víbora. Con ellas se codean en la lista un pequeño apartamento por 4.000 CUC en Arroyo Naranjo o una casita en Bauta. Por menos dinero, no hay nada. Más de doscientas ofertas de venta contra una docena de anuncios de compra hacen pensar en un mercado saturado.
Curioso para un país donde es tan frecuente que tres generaciones familiares convivan bajo el mismo techo, donde duplicar el espacio dentro de la vivienda es la solución más a mano cuando se vive en una casa de puntal alto.
Si los gestores de El Papelito ponen la asistencia legal y notarial en la compra-venta, lo cual no es obligatorio, cobran un 4% de comisión. Una lista tan larga de ventas y tan corta de compras explica por qué las gratuidades están por caducar. A partir del 30 de julio, anunciarse en El Papelito será de pago. "Todavía no sabemos cuánto", esquiva mi esquivo interlocutor, "pero no será caro".