Una disputa por el mercado de las parabólicas en La Habana termina con un asesinato
Andy Rencurrel fue apuñalado en la barriada de Luyanó por dos agresores que ya están detenidos, informan vecinos de la zona
La Habana/Otro asesinato a espaldas de los medios oficiales sucedió en La Habana. Esta vez, se trata de Andy Rencurrel, de 30 años, apuñalado el pasado viernes en la barriada de Luyanó del municipio Diez de Octubre.
Según cuentan los vecinos, el joven se dedicaba a instalar los cables para el servicio de antenas parabólicas ilegales, muy frecuentes en la capital cubana y usadas para ver canales extranjeros. En la misma zona, Rencurrel "le hacía la competencia" a otros dos individuos, que el 11 de febrero pasado agarraron al joven en la calle y "le cayeron a puñaladas" por la espalda.
"Una de las puñaladas le alcanzó un pulmón y lo mató", detalla a 14ymedio un amigo de la víctima que evitó dar detalles sobre los motivos de los atacantes, aunque otras fuentes apuntan también a la posibilidad de un asalto –para quitarle sus pertenencias– que terminó en homicidio. Rencurrel era hijo único y su madre trabaja en la fábrica de tabaco H. Upmann.
El suceso ocurrió en la calle Justicia, entre Rodríguez y Pérez. "El muchacho corrió dos cuadras y cayó muerto y ellos se dieron a la fuga", asegura un testigo de los hechos que vio a Rencurrel tratando de alejarse del lugar y caminar unos pocos metros en dirección al Hospital Miguel Enríquez (La Benéfica).
"El muchacho corrió dos cuadras y cayó muerto y ellos se dieron a la fuga", asegura un testigo de los hechos que vio a Rencurrel tratando de alejarse del lugar y caminar unos pocos metros en dirección al Hospital Miguel Enríquez (La Benéfica)
Los dos presuntos agresores ya fueron detenidos y están bajo investigación en la estación de policía de Luyanó, aseguraron vecinos de la zona. Aunque los hechos ocurrieron en el municipio Diez de Octubre, Rencurrel residía en Los Sitios, Centro Habana.
El homicidio ocurrió apenas tres días después del apuñalamiento de Malcolm Álvarez Espinosa, a las puertas de su casa en Centro Habana, por "una deuda" que, según contaron amistades cercanas a este diario, tenía un hermano de Malcolm con los agresores.
Las antenas parabólicas ilegales han sido por más de dos décadas una fuente noticiosa y de consumo de audiovisuales muy extendida en la capital cubana. Por regla general, el propietario de la antena y del aparato descodificador instala cables hacia varias viviendas cercanas y cobra una mensualidad a los clientes que conectan su televisor al dispositivo.
El precio oscila entre los 250 y los 500 pesos cubanos por mes, dependiendo del número de canales y la autonomía que tenga cada cliente para configurar la programación que quiere ver. Aunque la policía hace frecuentes redadas para detectar las parabólicas y los cables coaxiales que llevan el servicio, el "negocio de las antenas" nunca ha podido ser desmantelado.
Escondidas dentro de un falso tanque de agua, detrás de una tendedera colocada para tapar el aparato y con los cables que discurren por dentro de tuberías de agua, por debajo del asfalto de las calles o de balcón a balcón, la señal de estas antenas parabólicas teje una red muy extensa en municipios como Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y La Habana Vieja.
En esas zonas es común que los residentes no consuman la parrilla televisiva oficial y que los jóvenes hayan crecido viendo canales estadounidenses como Telemundo 51, América TeVé, ESPN y Univision.
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