El mercado de Sancti Spíritus pasa a la clandestinidad para evadir los controles
Los comerciantes prefieren vender la mercancía en sus propias casas antes que aceptar los precios obligatorios
Sancti Spíritus/Primero hay que tocar la pesada aldaba que resuena dentro de la casona. Al otro lado alguien abre un pequeño mirador antiguo con forma de rejilla. Solo después de unos segundos, el cerrojo se descorre y aparece una anciana. Las claves para acceder a la vivienda, en la ciudad de Sancti Spíritus, incluyen mencionar algún nombre conocido.
"Vengo de parte de Domingo, el tío de Carmita, la que tiene jimaguas", se escucha decir a un joven que llega en bicicleta. La puerta se abre del todo y el cliente entra a un espacio con las ventanas entornadas, un viejo sofá y algunas cajas de madera sucias de tierra que tienen bolsas de frijoles negros, malangas, yucas, tomates y algunos aguacates, los últimos de la temporada.
"¿No hay carne de puerco?", pregunta el joven con la duda de si ha llegado al "mercadito bien surtido" que le había contado su contacto. Es conducido entonces hasta un freezer de donde la mujer saca paquetes bien diferenciados. "Aquí hay costillas a 230 pesos la libra, el lomo limpio sale en 280 y el bistec está en 300", detalla la mujer. "También tenemos hígado y corazón".
"Aquí hay costillas a 230 pesos la libra, el lomo limpio sale en 280 y el bistec está en 300"
El hombre compra un trozo de pierna de cerdo sin hueso, algunos ají pimientos y una bolsita de comino. Mientras paga, un niño pasa jugando en un viejo velocípedo de metal y se escucha una voz desde el interior de la casa que le pide que no moleste a la visita. Veinte minutos después de haber entrado, está de vuelta en la calle con su bicicleta y una mochila donde guarda todo lo comprado a buen recaudo de las miradas curiosas.
Ha tenido suerte el joven, porque la otra opción sería salir de la ciudad para ir a comprar directamente a las fincas de los productores. "Sale más barato, pero cuando sacas cuenta del combustible que gastas o el tiempo que te demoras, no vale la pena", reconoce la empleada de una pequeña cafetería donde venden pan con jamón, jugos naturales y batidos de frutas.
"Ayer atravesé toda la ciudad buscando unas malangas y algo de maíz para unas gallinas que tengo en la casa", cuenta a 14ymedio. "Solo en el punto particular de Jesús María pude encontrar unas mazorcas, porque las viandas ahora los vendedores las dejan para negociarlas en sus propias casas, porque no quieren aceptar el precio que ponen los inspectores".
"Hasta hace unos días en esta ciudad se podía encontrar frijoles, es verdad que a 130 pesos la libra, pero ahora ni con dinero aparecen, porque los han recogido", lamenta esta madre de dos niños pequeños que achaca el aumento del desabastecimiento a "las medidas que se han tomado para tratar de frenar los precios altos".
"Hemos pasado de ese cuentapropismo que tenía sus yucas y su carne de cerdo en una tarima al 'puertapropismo' de que hay que ir hasta la casa del vendedor"
"Hemos pasado de ese cuentapropismo que tenía sus yucas y su carne de cerdo en una tarima al 'puertapropismo' de que hay que ir hasta la casa del vendedor o esperar que te toquen a la puerta con alguna oferta", se queja la mujer. "Tengo suerte, porque tengo un contacto que vende cebollas". Ya le pasó la información a una vecina: "Di que vas de parte mía".
"Nos quieren obligar con multas a bajar los precios", se queja un comerciante que hasta hace unas semanas gestionaba una tarima en La Plaza, el principal mercado agrícola de la ciudad. "No vuelvo por el momento, hasta que todo se calme, y si no se calma, peor para ellos porque yo tengo más clientes que productos. Cada vez que saco algo en mi casa me lo vuelan".
En La Plaza, este martes el panorama recordaba más un local vacío en liquidación que el bullicio que hace unos años caracterizaba el lugar. "Ya ni la gente viene a comprar, para qué si se van a ir con las manos vacías porque saben que aquí ya no está vendiendo casi nadie", aclara a las afueras un vecino que hasta hace poco se ganaba algo de dinero vendiendo bolsas de nylon a los clientes.
Alrededor de La Plaza, algunas casonas muestran su antiguo esplendor con amplios portones, techos a dos aguas de tejas rojizas y rejas torneadas con motivos floridos. En algunas de ellas late el corazón del mercado que una vez estuvo a la luz pública.
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