"A ver si nos arreglan las casas" con los millones de la restauración del convento de Santa Clara
Un custodio asegura que las obras "ya van por la mitad" y que están en manos de una cooperativa cubana de la que evita dar el nombre
La Habana/Julita tiene 57 años y vende aguacates a un costado del convento de Santa Clara de Asís, el claustro más antiguo de La Habana y que está en medio de una restauración capital para devolverle su antiguo esplendor. A pocos metros de sus muros, pintados de amarillo, los vecinos de la zona sueñan con que la inversión alcance para renovar también un vecindario hundido en el deterioro habitacional y la crisis.
"No nos han dicho nada hasta ahora de que vayan también a reparar algunas casas cercanas, ni siquiera las calles llenas de baches y que están bastante rotas", explica a 14ymedio una residente en la calle Sol, que nació en una cuartería donde ahora habita una veintena de familias. "Desde 1965, cuando mi madre me trajo a este mundo, la gente de este solar está esperando que le arreglen sus casitas".
Frente a la puerta de entrada donde Julita oferta sus aguacates –"algunos están listos para comer hoy y otros para mañana"– se levanta la imponente estructura del convento que ocupa una enorme manzana delineada por las emblemáticas calles Habana, Cuba, Sol y Luz de La Habana Vieja. El muro que rodea el jardín y el resto de las fachadas ofrecen poca información de las obras que discurren en el interior.
Solo una entrada para vehículos permite curiosear y conversar con un animado custodio que asegura que las obras "ya van por la mitad" y que están en manos de una cooperativa cubana de la que evita dar el nombre. La vista desde ese acceso no ayuda mucho a formarse una idea del proceso de reparación, pues no se ven constructores, ni el ajetreo de los camiones con materiales y tampoco a ninguna otra persona que no sea el empleado de seguridad que se aburre en una garita.
Hubo "mucho movimiento en el barrio" hace unos días cuando la futura sede del Colegio de Artes y Oficios de Santa Clara fue visitada por la embajadora de la Unión Europea en Cuba
"Va a ser una escuela y estará lista en 2024", explica el hombre a voz en cuello a varios metros de una reja que cierra la entrada al lugar. Pero basta un recorrido alrededor de la manzana para concluir que el pronóstico puede ser más bien triunfalista, porque solo la parte del inmueble que da hacia la calle Habana tiene signos de estar siendo restaurada. El resto muestra aún las cicatrices que el tiempo, la desidia y los elementos naturales le dejaron al convento.
Julita y sus vecinos vieron "mucho movimiento en el barrio" hace unos días cuando la futura sede del Colegio de Artes y Oficios de Santa Clara fue visitada por la embajadora de la Unión Europea en Cuba, Isabel Brilhante, según publicó la agencia española EFE. "Nos dimos cuenta de que venía alguien importante porque esto se llenó de policías y hasta recogieron la basura. Después se fueron los carros diplomáticos y todo volvió a ser como antes".
La obra, un proyecto entre la Oficina del Historiador de La Habana, la oficina regional de Cultura de la Unesco, la UE y la Agencia Italiana para la Cooperación busca crear un espacio para la formación en las artes y los oficios de la restauración en Cuba y la región del Caribe. Pero los residentes en las proximidades tienen sus dudas sobre el destino final de una construcción que ha marcado la vida de los habaneros en sus más de cuatro siglos de historia.
Raydel está sentado en su bicitaxi bajo la sombra que la tarde de este martes proyectaba la valla metálica que rodea la portada principal del edificio que da hacia la calle Habana. "Ya hay varias escuelas dedicadas a esto de la restauración, incluso está el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana y una escuela taller. ¿Por qué hacer otro colegio más?", cuestiona. "A este barrio le hace falta un espacio cultural, recreativo para los niños y los jóvenes".
Con sus tres claustros y un cuarto que hace las veces de huerto y jardín, para un área total de 12.300 metros cuadrados, el edificio es uno de los mayores retos constructivos que ha enfrentado la Oficina del Historiador de la Ciudad en el último medio siglo. Su actual directora general adjunta, Perla Rosales, aseguró a EFE que "ya se encuentra restaurada la cubierta de una de las alas del claustro, así como los techos de las cuatro galerías".
Sin embargo, a pesar de que el rostro del historiador de la ciudad, Eusebio Leal, se ve en varios puntos de la valla que rodea la fachada principal, los vecinos apuntan que tras su muerte en 2020, "nada ha vuelto a ser lo mismo". Raydel cree que "se perdió esa idea de beneficiar a la comunidad cuando se hacía una restauración de este tipo. Ahora solo se mejoran las cosas de los muros para adentro".
"Nos vamos a tener que encomendar a San Leal, patrono de esto de aquí, porque ya la Oficina del Historiador no trabaja para la gente, todo lo que quieren es sacar dinero", opina el bicitaxista: "Las tiendas de esta zona están peladas, las ofertas de comida carísimas, los problemas de abastecimiento de agua no nos dejan vivir y los beneficios que teníamos hace unos años por vivir en esta parte de La Habana Vieja se han perdido".
Según los datos oficiales, para la restauración del mayor convento de la capital cubana se han importado más de 250 toneladas de insumos para las obras, por un valor de 1,8 millones de dólares, y están previstos más de 2,5 millones para comprar más recursos hasta finales de 2023. Los trabajos actuales se concentran en el primer claustro que se destinará a las aulas, laboratorios y salón de conferencias del futuro centro docente.
"Nos vamos a tener que encomendar a San Leal, patrono de esto de aquí, porque ya la Oficina del Historiador no trabaja para la gente"
Pero todos esos enormes números, detalles constructivos y nombres de entidades inversionistas quedan a años luz de la gente que ha nacido y crecido a la sombra de un inmueble que fue declarado en 1982 patrimonio cultural de la humanidad. Este martes las voces subían de tono en una cola para comprar pollo congelado en un mercado estatal en la calle Sol. De espaldas a los antiguos muros, un grupo de vecinos casi se van a las manos desesperados por alcanzar un poco de alimento.
Patrullando el lugar, los policías marcan su presencia en una zona un tanto alejada del epicentro turístico que conforman la calle Obispo, la plaza de la Catedral y la zona cercana al castillo de la Fuerza. "Por lo menos ya no es un basurero", comenta aliviado otro vecino, esta vez residente en la calle Cuba. "Este lugar ha pasado por tantas manos que ya nadie se responsabilizaba", lamenta.
"Aquí no podíamos vivir con las ratas y la peste a basura, porque eso estaba lleno de inmundicias. Ahora no tanto, porque han tenido que hacer labores de escombreo para empezar a trabajar pero más que beneficios lo que nos ha traído en los últimos años son muchos dolores de cabeza", asegura.
Otro bicitaxista que pasa pegado a la valla metálica busca con la mirada algún turista que demande sus servicios, pero solo se topa con gente del barrio, con ropa ligera, chancletas y todas las energías puestas en una cola, el traslado de un tanque lleno de agua o la búsqueda de comida. Una pareja de argentinos irrumpe por una de las entrecalles y el conductor del triciclo se moviliza.
"¿Es feriado hoy?", pregunta con acento rioplatense la mujer. "Es que veo todo cerrado, las cafeterías, los bares y los hoteles", agrega ella con su pamela de anchas alas para protegerse del sol. "No, no es feriado, es que esto está muerto aquí hace tiempo. A ver si esta obra nos devuelve algo de vida", le responde el bicitaxista y los convence de que "para la zona del Parque Central la cosa está más movida".
Julita recoge sus aguacates y entra a la cuartería. "Vuelvo cuando baje un poco el sol o cuando la sombra del Santa Clara dé para este lado y ya el calor no castigue tanto". Al doblar de la casa de esta vendedora informal, los muros de un color amarillo desteñido del convento llevan una pintada que dice "Viva la Revolución, Cuba vive y trabaja".
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