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Muere Carlos Aldana, el gurú ideológico del Partido al que Castro defenestró en el Período Especial

Conocido como El Mulato, había sido ingresado hace varias semanas en el hospital Hermanos Ameijeiras por un trauma cerebral tras una caída

Norberto Fuentes (i) junto a Carlos Aldana (d) en una fotografía de archivo / Norberto Fuentes
14ymedio

28 de noviembre 2024 - 19:12

La Habana/“Carlos Aldana era el secretario ideológico del Partido y una estrella en ascenso en el firmamento castrista”. La frase, del escritor Norberto Fuentes, bastaba en 1989 para definir al entonces tercer hombre del régimen, defenestrado por Fidel Castro en 1992 y fallecido este miércoles en La Habana tras una neumonía, a sus 82 años. 

Conocido como El Mulato, Aldana había sido ingresado hace varias semanas en el hospital Hermanos Ameijeiras por un trauma cerebral tras una caída. Además, padecía de Parkinson y otras dolencias relacionadas con su edad, según informó Fuentes a Café Fuerte. El novelista había dicho, además, que la caída le había provocado a Aldana un derrame cerebral y que sufrió una intervención quirúrgica. 

Nacido en Camagüey en 1942, Aldana ocupó distintos cargos en la nomenclatura del régimen y fue protegido de Raúl Castro. En su crónica sobre las altas esferas políticas y militares del régimen, Dulces guerreros cubanos, Fuentes –que fue su amigo– lo describe como la mano derecha de los Castro en una década que acabó con el fusilamiento de altos cargos del Ejército y el anuncio de que la Unión Soviética estaba a punto de caer. 

Como dos de aquellos condenados a muerte –el general Arnaldo Ochoa y Tony de La Guardia–, Aldana fue uno de los hombres clave del régimen en África. Actuó como negociador y portavoz de Cuba en Angola y Namibia. Tras su destitución, fue borrado del relato oficial y su nombre solo aparece una vez en la enciclopedia Ecured: traspapelado en la enumeración de los participantes en el III Congreso del Partido Comunista. 

En 1992, con 50 años y una nutrida hoja de servicios en el Comité Central, Aldana fue defenestrado por "graves defectos en el desempeño del cargo" y sus "serios errores personales", dos acusaciones que el régimen sigue utilizando como coartada para encubrir las causas reales de sus “movimientos de cuadros”. Además, fue acusado de corrupción por sus vínculos con Eberto López, gerente de la importadora Caribbean Audiovisuales, que acabó condenado por estafa a 15 años de cárcel.

Tras su destitución, fue borrado del relato oficial y su nombre solo aparece una vez en la enciclopedia 'Ecured'

En el extranjero, Aldana era considerado como una suerte de reformista y sucesor natural de la llamada generación histórica. Se había reunido en privado con Mijaíl Gorbachov y se le consideraba abierto a los cambios que proponía el líder ruso. Pero Castro, frente a la disolución del comunismo soviético y un ambiente internacional contra el que prefirió atrincherarse, destituyó a El Mulato, a quien sustituyó por José Ramón Balaguer, ex embajador en Moscú. 

Para ese momento, Aldana era quien tenía la última palabra en el Partido en términos de ideología, relaciones internacionales y educación, una acumulación de poderes que Castro no podía tolerar en manos de otro dirigente partidista que no fuera él mismo. 

Castro y Aldana, además, habían tenido un episodio de alta tensión cuando El Mulato organizó, en 1987, una reunión con los estudiantes de Periodismo de la Universidad de La Habana. El intercambio se malogró, puesto que el caudillo interpretó como fuera de lugar los comentarios críticos a la prensa de la Isla y la gestión de los cuadros. Fue Aldana quien, por orden de Castro, purgó la Facultad y recalibró la docencia y las comunicaciones, y también extendió la purga a las redacciones de los medios oficiales donde la Glasnost comenzaba a calar.

Tras su defenestración esperaban tres décadas de ostracismo y silencio, que rompió solo una vez, cuando el diario El Sol de México lo entrevistó a propósito de su salida del cargo. Atribuyó su salida a sus “errores” y “descuidos”, no se apartó un ápice de la versión oficial y declaró su lealtad a Fidel. Lo habían enviado a trabajar en el turismo, con un cargo directivo menor, en Topes de Collantes, Trinidad. 

En Dulces guerreros cubanos, Fuentes ofrece un detallado retrato de Aldana. Lo define como un funcionario que fue “flojito para contradecir al Comandante”. Narra sus reuniones con Raúl Castro, de quien era confidente y acompañante en sus casi cotidianas borracheras, y valora su rol en las investigaciones que llevaron a Ochoa al patíbulo. 

La información más reciente sobre las actividades de Aldana a las que tuvo acceso 14ymedio datan de unos años antes de la pandemia de covid-19 cuando se desempeñaba como profesor de marxismo y economía política en un aula, para adultos mayores, ubicada en las instalaciones del Parque Zoológico de la calle 26 en La Habana. Sus estudiantes eran, mayoritariamente, antiguos militantes del Partido Comunista desengañados y ex funcionarios oficiales caídos en desgracia.

Atribuyó su salida a sus “errores” y “descuidos”, no se apartó un ápice de la versión oficial y declaró su lealtad a Fidel

La defenestración de Aldana fue una de las muchas que ejecutó Castro para cercenar la sucesión de la generación histórica por la de quienes crecieron con la Revolución. Siete años después, otra “estrella en ascenso” de la nomenclatura, el canciller Roberto Robaina, también cayó. Protegido personalmente por Fidel, fue expulsado del Partido en 2001 y acabó dedicándose al arte. 

Le sucedió en el cargo Felipe Pérez Roque, que junto con Carlos Lage, vicepresidente entre 1993 y 2009, también fue apartado del cargo. “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”, escribió entonces Castro. 

Como ocurrió con Aldana, en aquel momento Raúl Castro se lavó las manos. No era él, argumentó, quien había elegido a esa serie de dirigentes con quienes “el enemigo se llenó de ilusiones”. No iba a haber una sustitución de los “hombres de Fidel” por los “hombres de Raúl”. Sin embargo, el poder –al menos de manera virtual– sí quedó a la larga en uno de los favoritos de Raúl Castro. 

Con Miguel Díaz-Canel, un mediocre sobreviviente de las purgas de su generación, encontró el régimen la ansiada “continuidad” sin reforma que no logró con El Mulato Aldana.

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