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Muere el teólogo Gustavo Gutiérrez, que veía en Fidel Castro un modelo para el continente

Apoyaba también el concepto de "hombre nuevo" defendido por Che Guevara

Tras el retiro de Ratzinger, Francisco recibió a Gutiérrez en el Vaticano en una suerte de rehabilitación oficial. / Arzobispado de Lima
14ymedio

25 de octubre 2024 - 21:30

La Habana/El sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, admirador de Fidel Castro y padre de la Teología de la Liberación –un enfoque teórico-religioso que simpatiza con el marxismo–, murió este martes en Lima a los 96 años. Involucrado en múltiples polémicas, fue criticado por el Vaticano y rehabilitado en 2013 por el papa Francisco, que tras conocer el deceso lo definió con una expresión enigmática: “supo estar callado cuando tenía que estar callado”. 

En efecto, Gutiérrez no fue el teólogo más mediático de su época –si se lo compara con otros de su contexto, como Camilo Torres, Leonardo Boff o Frei Betto, este último un apologista empedernido del régimen cubano– pero sí colocó uno de los fundamentos teóricos más importantes para la Teología de la Liberación, recogidos en su libro homónimo, publicado en 1971. 

En esas páginas, Gutiérrez elogiaba a la Revolución cubana y aplaudía las medidas de Castro, en quien veía a un líder que había conciliado a los marxistas y cristianos de su país. El caudillo había dotado al comunismo tropical de una “teoría sólida y propia”, llena de “realismo histórico”, y que podía servir de modelo a otros movimientos del continente. 

También suscribió el concepto de “hombre nuevo” defendido por Ernesto Guevara, en el que reconocía una inspiración cristiana, y recomendó seguir las opiniones del argentino para sostener “el esfuerzo de liberación del hombre latinoamericano” que Cuba, según Gutiérrez, encabezaba. 

Sugería que, en la Isla, Castro había acertado en señalar un enemigo común de cristianos y marxistas

Sugería que, en la Isla, Castro había acertado en señalar un enemigo común de cristianos y marxistas –los “opresores” capitalistas–, contra el cual se podían tomar las armas, como había hecho Torres, cura y guerrillero colombiano. Gutiérrez citaba un discurso de 1969 de Castro en el que llamaba a Torres “símbolo de la unidad revolucionaria latinoamericana”. Durante la década en que pronunció esas palabras, el caudillo había perseguido y encerrado a decenas de religiosos y puesto en jaque a la Conferencia Episcopal, crítica con su acercamiento al comunismo soviético. 

La realidad de la Isla –que Gutiérrez ignora o finge ignorar en su libro– tampoco está presente en su recuento de “sacerdotes subversivos”, que denunciaban a los dictadores de la región o apoyaban a las milicias opositoras. Varios curas cubanos, que acabaron presos y luego expulsados del país, jugaron el mismo papel apoyando a los alzamientos en el Escambray o los invasores de Playa Girón. 

Con el paso del tiempo y las condenas formales del Vaticano –el antecesor de Francisco en el papado, Joseph Ratzinger, fue uno de sus más célebres contrincantes en calidad de prefecto para la Doctrina de la Fe–,  Gutiérrez moderó su discurso y pasó a un segundo plano público. Ratzinger firmó una serie de documentos en los que se condenaba el apego al comunismo de la Teología de la Liberación, y se alertaba a los curas sobre las “desviaciones” de su enfoque, por recurrir, “de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista”, disfrazado de “opción preferencial por los pobres”. 

En 2013, cuando ya Ratzinger –que se había convertido en Papa con el nombre de Benedicto XVI– se había retirado, Francisco recibió a Gutiérrez en el Vaticano en una suerte de rehabilitación oficial. En intervenciones públicas, años más tarde, declaró que la Teología de la Liberación había sido “una cosa positiva” en América Latina. Se burló de que varios libros de condenas del Vaticano contuvieran “el 80% de sus notas en alemán” –una alusión al idioma de Ratzinger– y de que se ideologizara el “camino telúrico” latinoamericano según parámetros europeos. 

A diferencia de otros países latinoamericanos, la Teología de la Liberación no logró echar raíces en Cuba. La persecución de Castro a las comunidades católicas desde las primeras décadas de la Revolución llevaron a que, en las raras ocasiones en que los misioneros latinoamericanos simpatizantes de esta doctrina intentaron difundirla en la Isla, encontraran un público muy poco receptivo al enfoque marxista.

Betto, autor de la entrevista 'Fidel y la Religión', es un defensor sistemático del Gobierno cubano

Otro factor que influyó en el rechazo a la Teología de la Liberación en Cuba fue el cuidado que la Conferencia Episcopal puso en la recepción de misioneros entusiasmados con el marxismo. No obstante, figuras de importancia dentro de la doctrina nunca renunciaron a su antiguo entusiasmo por la Revolución cubana y varias, como Betto y Boff, se han mantenido cerca de La Habana. Betto, autor de la entrevista Fidel y la Religión, es un defensor sistemático del Gobierno cubano y columnista en sus principales medios de propaganda. 

Tras su muerte, detractores y admiradores de Gutiérrez han dado su parecer sobre su vida y obra. Muchos, incluso, han intentado desvincularlo de sus raíces teóricas marxistas. Boff aseguró esta semana que era una “acusación” injusta contra el cura peruano, y que Francisco le había ofrecido “disculpas” en nombre de la jerarquía católica por los “sufrimientos que padeció en vida”. 

Gutiérrez nació el 8 de junio de 1928 en Lima. Estudió medicina y humanidades, y se ordenó sacerdote en 1959. Se unió tardíamente a los dominicos en 2001 –orden de la que provienen otros teólogos de la liberación, como Betto– y fundó el Instituto Bartolomé de las Casas en 1974. 

Recibió una sólida formación teológica en Lovaina (Bélgica) y Lyon (Francia), y fue profesor en varias universidades de prestigio, como Cambridge, Harvard o Comillas. Fue alumno de importantes teólogos e intelectuales del momento, como Yves Congar y Henri de Lubac, y tuvo contactos con Karl Rahner, Hans Küng y Jürgen Moltmann. En 2003, Gutiérrez recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. 

Hasta este viernes, solo el diario cienfueguero 5 de Septiembre, entre los periódicos del Partido Comunista de Cuba, había dado la noticia de su muerte. 

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