El naufragio de San Leopoldo
El sistema eléctrico sigue gravemente dañado incluso en las provincias cuyas centrales no están en la zona de paso de Irma
La Habana/Cienfuegos/El aire huele a humedad y heces fecales. Con una pala sin cabo, la familia de Óscar Rodríguez saca el lodo que se quedó metido en todos los recovecos de la casa en la calle Gervasio a pocos metros del Malecón habanero, hasta hace poco zona inundada. En la tarea se implican todos, los hijos, la abuela y un vecino que viene a ayudar.
"Vivo en este lugar desde que nací y nunca había visto algo así", asegura Rodríguez. "Hemos tenido inundaciones pero del quicio de la puerta no han pasado". Esta vez el mar no respetó nada. "Hemos perdido dos colchones, el refrigerador se mojó bastante y el televisor de la sala se nos cayó en el agua cuando intentábamos ponerlo más alto", repasa.
La zona donde vive la familia tiene un suministro de electricidad soterrado, una ventaja que ahora se ha vuelto en su contra, porque hay que esperar a que el área se seque
La esposa de Rodríguez da vueltas en círculos alrededor de la cisterna del patio. "No tenemos agua para tomar ni para cocinar porque todo está contaminado con el mar y con el contenido de las tuberías albañales", explica. En la escalera que va hacia la barbacoa el perro permanece echado, a buen recaudo.
La zona donde vive la familia tiene un suministro de electricidad soterrado, una ventaja innegable durante décadas para los vecinos del barrio de San Leopoldo, que han sufrido por ello menos interrupciones que quienes se abastecen a través del tendido y sufren las roturas provocadas por los vientos. Pero el huracán Irma ha cambiado la situación.
"Dicen que la electricidad va a tardar más en venir en la zona soterrada porque hay que esperar que todo por allá abajo se seque", cuenta Rodríguez. Llevan más de 72 horas sin servicio eléctrico y han exprimido hasta la última gota de energía a todo lo que tenían en la casa.
"Empezamos con unas baterías y una linterna, después pasamos a las velas y ahora estamos alumbrándonos con un viejo quinqué y luz brillante (keroseno)", añade. Para cocinar, la familia cuenta con una pequeña bombona de gas licuado que trata de ahorrar al máximo.
"Hemos tenido que hervir aquí el agua para un bebé que vive en el pasillo de al lado, porque esa familia se quedó sin nada y no tienen con qué cocinar", relata.
El ciclón le propinó una verdadera paliza al sistema energético nacional. La mayoría de las termoeléctricas cubanas, con excepción de Renté en Santiago de Cuba y la Carlos Manuel de Céspedes en Cienfuegos, se ubican en la costa norte, la franja más dañada por el huracán en su trayectoria por la Isla.
Los directivos de la Unión Eléctrica han aclarado que no basta con vivir en una zona donde el huracán dejó menos afectaciones, porque el problema es de generación, como ocurre en Cienfuegos
Los directivos de la Unión Eléctrica han aclarado que no basta con vivir en una zona donde el huracán dejó menos afectaciones, porque el problema es de generación.
La afirmación se materializa en Cienfuegos, donde, pese a estar fuera de la trayectoria de Irma, no hay suficiente energía para echar a andar a la termoeléctrica.
"No sé qué es peor, si la conjuntivitis o la falta de electricidad", dice Olga Lydia Ulloa, una cienfueguera que espera que los ingenieros de la empresa eléctrica logren arrancar la termoeléctrica de la ciudad para que "vuelva la luz".
Como buena parte de la Isla, Cienfuegos lleva tres días sin servicio eléctrico. En algunos lugares el derribo de las torres de alta tensión y los postes eléctricos augura semanas para la recuperación.
El director del Despacho Eléctrico Provincial, Ricardo García Parra, aseguró a la prensa local que se trabaja intensamente para dar a la termoeléctrica "la potencia necesaria de alimentación" con los grupos electrógenos del territorio.
"Han sido días de perros. En las últimas semanas en todo el pueblo hubo una epidemia de zika y conjuntivitis y, para rematar, el ciclón nos dejó sin luz. Tenemos muchachos chiquitos y nada con qué cocinar", dice Ulloa.
La mayoría de los cubanos se vieron forzados a usar la electricidad como única opción para cocinar tras la "revolución energética" impulsada por el fallecido expresidente Fidel Castro
La mayoría de los cubanos se vieron forzados a usar la electricidad como única opción para cocinar tras la "revolución energética" impulsada por el fallecido expresidente Fidel Castro. Aunque en los últimos años se permitió la venta liberada de gas licuado a los núcleos familiares, el precio es elevado para un trabajador promedio, lo que limita el acceso.
Los mercados privados también tienen servicio eléctrico gracias a grupos electrógenos que funcionan con fueloil y diésel, pero solo dos hospitales provinciales del territorio y sus áreas aledañas contaban con electricidad hasta este martes.
Pese al desastre, en La Habana hay sitio para la esperanza. La Central Termoeléctrica Máximo Gómez, de Mariel, una de las afectadas, quedó lista este lunes para empezar a dar servicio, tras intensas horas de reparaciones y cientos de miles de residentes en La Habana están ilusionados con que este coloso energético los saque de la oscuridad.
Las huellas que dejaron "los días del agua"
Pero también ahora "lo peor es el olor, que no hay quien lo soporte", asegura Óscar Rodríguez mientras saca del fango trozos de madera, papel o unas latas de cervezas aplastadas y descoloridas. "Al principio olía a mar, pero en la medida que se fueron retirando las aguas ha llegado esta peste y ahora hasta nosotros olemos así", lamenta.
En la casa nadie se ha dado una ducha desde el viernes pasado. Todos tratan de tomar poco agua para no gastar "las reservas estratégicas", como las llama la abuela y todavía buscan algunas pertenencias, como zapatos y un carné de identidad que parecen haberse ido con la corriente.
Afuera, unos chiquillos cuentan con entusiasmo el día que nadaron por la calle Gervasio, los chapuzones en el Parque Maceo y cómo el muro del Malecón dejó de verse tapado por el mar. No han tenido clases este lunes y nadie sabe cuándo volverán a abrir las escuelas de la zona. Por el momento las prioridades parecen ser otras.
La mayoría de los vecinos están apostados a las afueras de sus casa porque el calor y el mal olor hacen insoportable permanecer en el interior
La situación epidemiológica se ha ido degradando desde que comenzaron las inundaciones. El área, una de las más densamente pobladas de todo el país, tiene un elevado número de cuarterías donde viven hacinadas decenas de familias. Ahora, la mayoría de esos vecinos están apostados a las afueras de sus casa porque el calor y el mal olor hacen insoportable permanecer en el interior.
Otros no quieren estar en sus viviendas por temor a que los viejos muros terminen cayendo al secarse. "Esto está en pie de puro milagro", cuenta a este diario un vecino de un solar en la calle San Lázaro esquina a Lealtad. El pasillo, estrecho y serpenteante todavía está mojado. Los cuartos a cada lado tienen las puertas abiertas y por todas partes hay pertenencias puestas al sol para secarse.
La imagen es como la de un barco de velas harapientas con marineros de ojos cansados y sin rumbo fijo. El barrio de San Leopoldo sigue viviendo su propio naufragio a escasas horas de que las aguas se retiraran.