"No hay pan, no hay harina", el cartel omnipresente en los comercios de La Habana
La escasez afecta tanto el mercado racionado como el informal
La Habana/En La Timba las mañanas están demasiado tranquilas. En ese barrio pobre que se extiende a pocos metros de la Plaza de la Revolución de La Habana hace días no se escucha el pregón de los vendedores ambulantes que anuncian pan. La ausencia de sus voces es una pésima señal en una ciudad en la que muchas panaderías han colgado en la última semana el cartel de "No hay" ante la falta de harina que ha hundido la producción de este alimento básico.
"Hay, pero tienes que zapatear mucho para encontrarlo", lamenta un jubilado que este viernes caminó desde la barriada de Luyanó hasta Centro Habana. "Pasé por varios negocios privados y dicen que no están haciendo pan, que no saben cuándo volverán a vender". En al menos dos de esas mipymes, los empleados aseguraron que la escasez actual se debe a problemas con el suministro de harina tras la ofensiva que han desatado las autoridades contra los vendedores informales y las ilegalidades en el sector, en la capital y también en las provincias, sobre todo en Matanzas.
Un secreto a voces es que buena parte del pan que venden los comerciantes ambulantes se elabora en las mismas panaderías donde se hace el del mercado racionado. Las materias primas que deben garantizar una bola de 60 gramos cada día por consumidor terminan desviadas y convertidas en un producto que alimenta económicamente a una amplia red de panaderos, administrativos que deben hacerse de la vista gorda y vendedores informales. Por estos días, los medios oficiales han advertido en varias provincias de que el Estado no tiene harina para garantizar esa cuota diaria, un desabastecimiento que ha puesto en jaque también al mercado negro.
"Pasé por varios negocios privados y dicen que no están haciendo pan, que no saben cuándo volverán a vender"
Los productores privados también atraviesan dificultades. "El precio de la harina ha subido y eso nos obliga a subir los precios o recortar la producción", explica a este diario Samuel, un joven panadero que labora en una dulcería particular donde también fabrican galletas, panes y los populares palitroques. "En febrero del año pasado, si comprabas por cantidad, un saco de 25 kilogramos no llegaba a los 30 dólares, pero ahora es un milagro si lo encuentras por debajo de 40".
"Nosotros tuvimos que dejar de vender bolsas de pan porque eso es un disgusto tras otro, ya la de ocho panes redondos la teníamos a 200 pesos porque eran grandes, pero la gente que llegaba nos trataba como estafadores", explica. Finalmente, "ni a ese precio pudimos seguir porque comprar la harina de calidad y vender a ese precio solo da pérdidas".
Samuel apunta a un aumento de los controles estatales como parte del problema. "En la panadería de nosotros llegaron unos inspectores que empezaron poniendo multas desde antes de entrar", ironiza. "Nos pusieron miles de pesos en multa porque teníamos un cartel afuera con los precios y dicen que no, que solo pueden estar dentro del local". Después, "se metieron en el almacén y porque había un bolsa con un poco de harina que habíamos trasvasado de un saco y no tenía la procedencia por fuera para compararla con la factura, 8.000 pesos más de multa".
El resultado fue un parón no solo en la confección de panes, sino también de todo aquello que lleve panetela, hojaldre u otro tipo de masa a partir de harina. "Ahora solo estamos haciendo cremitas de leche, barras de guayaba, natillas y coquitos acaramelados". Eso sí, el gran cartel con "No hay pan, no hay harina" lo han colocado dentro del negocio, sobre un mostrador que detrás solo tiene anaqueles vacíos.