La nueva estafa de los mensajeros del gas para vender por su cuenta

Sonia explica cómo funciona el negocio de las balitas en Sancti Spíritus

En la cola algunos mensajeros con sus carretillas cargaban hasta doce balitas para sus clientes. (14ymedio)
El negocio es más efectivo en la medida que el mensajero cuente con más balitas / 14ymedio
Mercedes García

13 de abril 2024 - 13:41

Sancti Spíritus/La primera vez que el mensajero del gas le trajo a Sonia una balita ajena en lugar de la suya, para que “fuera cocinando unos días”, la mujer se incomodó pero aceptó. Residente en Sancti Spíritus, jubilada, con dos nietos a los que les prepara con frecuencia su almuerzo, tardó un poco en comprender cómo funcionaba el “negocio”: posponiendo los plazos para devolver el depósito –y con una sonrisa en la cara– el hombre usaba el cilindro vacío para trapichear gas por su cuenta. 

El negocio es más efectivo en la medida que el mensajero cuente con más balitas. Si el ciclo se mantiene vivo, los cilindros rodando de mano en mano, el negociante podrá acortar los plazos de espera y llamar menos la atención de sus clientes. Si falla algo, siempre queda “la guara”, explica Sonia, recurrir a la simpatía personal para que la persona no pierda la paciencia. 

Cuando esto ocurre, incluso el más diestro de los negociantes debe ponerse las pilas y tocar todas las puertas. Tiene que acudir al punto de venta, a los empleados estatales o a reservas de emergencia –como la balita provisional que recibió Sonia–: el tiempo es, como en ningún otro oficio, oro. 

“Una vecina me explicó lo que pasaba y cambié de mensajero”, cuenta Sonia. “Él empezó bien. Llegaba a las once de la mañana y regresaba con la balita a las once y media. Pero empezó a demorarse cada vez más, hasta que me trajo aquella bala de su casa. Se lo comenté a mi vecina y pasó lo que pasó”.

"Él empezó bien. Llegaba a las once de la mañana y regresaba con la balita a las once y media. Pero empezó a demorarse cada vez más"

Ahora, espera que la persona que está haciendo sus encargos no le falle. La última vez que fue a buscar ella misma el gas –hace varios días–, utilizando la aplicación Ticket, la experiencia en la cola fue aplastante. “Regresé con dolor de cabeza”, dice. Había reservado un turno en la aplicación desde inicios de febrero.

Su pensión, de algo más de 2.000 pesos, no le alcanza a Sonia para pagar a un mensajero “de alcurnia”, que por 1.000 pesos se abre paso tranquilamente en la cola y –contactos mediante– se asegura un puesto privilegiado en la espera. La cola era un “descaro, un desastre”, lamenta Sonia, que vio cómo se le adelantaba una veintena de personas que, le constaba, habían sacado su turno pocos días antes. 

“Vendieron 20 lugares por la izquierda y les dieron las balitas. La cola, si la haces por Ticket, no corre. ¿De dónde sacaron esos 20 puestos, si yo compré mi turno en febrero”, reclama. Entre el agobio y la corrupción, el caso de Sonia es frecuente entre los cubanos que deben avanzar por los canales oficiales –o por vías “económicas”, como contratar mensajeros más baratos y poco confiables– si quieren adquirir una balita.  

Si tienen suerte y dinero lo lograrán, pero a menudo ni siquiera eso alcanza. Por otra parte, en Holguín, constató 14ymedio, las colas para comprar gas se hacen de manera ordinaria: se compra en orden de llegada. Las plataformas virtuales están, desde hace más de un mes, inactivas. 

Pero, desde Pinar del Río hasta Guantánamo, la misma ley impera: luchar un turno en la cola es solo el primer paso. Luego vienen el sol –más inclemente a medida que se acerca el verano– y la interminable espera, entre jóvenes agobiados y ancianos que amenazan con desplomarse en cualquier momento por un desmayo. 

También te puede interesar

Lo último

stats