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Nutrición infantil en Cuba: otro mito quebrado

El anunciado programa oficial para un suplemento nutricional puede ser un paliativo mínimo, pero no la solución del problema de alimentación

La mezcla de vitaminas y minerales en polvo Chispitas.
Miriam Celaya

22 de noviembre 2014 - 07:15

La Habana/Una reciente información sobre la entrega gratuita de un nuevo "suplemento nutricional" para prevenir y controlar la anemia infantil en la zona oriental de Cuba pone nuevamente sobre el tapete el polémico tema de la nutrición en la Isla, particularmente "en las provincias más pobres".

Chispitas es el nombre de esta mezcla de vitaminas y minerales en polvo, de fabricación suiza, que se suministrará a niños de entre seis y 35 meses de nacidos a través de los consultorios de los médicos de la familia, exceptuando a aquellos que "estén consumiendo medicamentos que contengan hierro; padezcan fiebre, anemia severa, o estén en los primeros siete días de recuperación por desnutrición", según expresó sobre el programa la doctora Lisset Selva, consultora del Programa Mundial de Alimentos.

Dicha así, la noticia podría parecer anodina. A fin de cuentas es sabido que en la región oriental los efectos de la crisis económica son más acentuados, así como menores las opciones y el abastecimiento de alimentos en comparación con la capital y otras zonas relativamente menos afectadas por las carencias. Sin embargo, la sola mención de los vocablos "anemia" y "desnutrición" constituyen motivos suficientes para agitar las alarmas, aunque actualmente casi ningún cubano quiera recordar el eufemísticamente llamado Período Especial, y prácticamente todos se resistan a aceptar la posibilidad de que similares carencias se repitan en un futuro cercano.

Macarrones contra la desnutrición

Corrían los cruentos años noventa en Cuba y una buena parte de la población de la Isla comenzó a sufrir las consecuencias de la hambruna que azotaba el país tras el desplome del finado campo socialista: la anemia, las infecciones respiratorias agudas, la neuritis y otros efectos de la mala nutrición, incluyendo la desnutrición en sí misma, se cebaron entre los cubanos. Los grupos más vulnerables, como es usual, fueron los ancianos y los niños, en particular los pertenecientes a los sectores más pobres.

Los nacidos en aquella triste década no imaginan el infierno de miseria que se abatió sobre los cubanos, mientras los jóvenes que hoy tienen entre 25 y 30 años apenas recuerdan algunas de las estrecheces vividas en sus respectivos hogares, en los que los mayores hicieron sacrificios inenarrables para evitarles las mayores privaciones, no siempre con éxito.

Muchos de esos jóvenes, nacidos bajo la falsa bonanza de finales de los ochenta, en lo que constituyó un verdadero baby boom, sufrieron los rigores de la crisis en los primeros años de su vida. Los de las familias más pobres padecieron desnutrición con retardo del crecimiento y otros problemas físicos y de salud irreversibles.

A finales de los noventa, algunos estudios realizados por especialistas de nutrición entre los educandos de algunas escuelas primarias de la capital evidenciaron la contracción de los estándares de crecimiento, una marcada disminución del peso corporal y de la masa muscular de los niños y, en algunos casos, depresión del sistema inmunológico que provocaban enfermedades respiratorias frecuentes, por todo lo cual sugirieron a las autoridades tomar algunas medidas para detener dicha tendencia. La respuesta oficial fue la asignación extra de un kilogramo mensual de pastas –específicamente macarrones– para los niños cuyas medidas acusaran rasgos de desnutrición.

La asistencia fue puntual, breve e insuficiente, además de absurda

El programa no se extendió a toda la ciudad, pero existe constancia de que se aplicó al menos en el municipio Habana Vieja. Según versiones de residentes en ese municipio, se trató de un plan experimental coordinado por la Oficina del Historiador de la Ciudad que contó con la ayuda de instituciones extranjeras solidarias. Otros sugieren que fue un aporte del Programa Mundial de Alimentos. En todo caso, tal asistencia fue puntual, breve e insuficiente, además de absurda: no existen pruebas científicas sobre la eficacia de las pastas para superar la desnutrición. La baja talla y el endeble físico de muchos jóvenes de aquella generación así lo demuestran.

¿Veinte años "no es nada"?

Transcurridas más de dos décadas, puede afirmarse que Cuba continúa asediada por la amenaza de otro ciclo de penurias.

La crisis económica que siguió al desplome socialista de Europa del este nunca ha sido superada. Esto se debe en gran medida a la inexplicable tozudez gubernamental que frena la iniciativa privada e impide la plena apertura a la producción y al comercio para los cubanos dentro de la Isla. Todo ello pese a la demostrada incapacidad estatal, no solo para producir en el país los alimentos necesarios para sostener los cada vez más recortados subsidios de la "canasta básica", sino siquiera para adquirirlos en el mercado exterior.

En las circunstancias actuales, el anunciado programa oficial que pone a disposición de los pequeños del oriente cubano un suplemento nutricional puede ser un paliativo mínimo, pero no la solución del problema de alimentación que aqueja a toda Cuba y que tiende a agravarse.

Habrá que cruzar los dedos y esperar que el programa de entrega de los milagrosos polvos sea más eficiente que aquellos macarrones inútiles

El comentario de la especialista, doctora Lisset Selva, cuando refiere la existencia de niños que se encuentran en fase de "recuperación por desnutrición", indica que se ha producido un retroceso en los indicadores cubanos, teniendo en cuenta que en septiembre de 2011 la prensa oficial publicó un comentario sobre el informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) , en virtud del cual esa prestigiosa institución confirmó que "Cuba es el único país de América Latina sin desnutrición infantil".

El informe de la UNICEF aseguraba entonces que en Cuba se había eliminado la desnutrición infantil "gracias a los esfuerzos del Gobierno por mejorar la alimentación, especialmente la de aquellos grupos más vulnerables" y la reconocía como "la nación con más avances en América Latina en la lucha contra la desnutrición", todo gracias a que "el Estado cubano garantiza una canasta básica alimenticia", entre otros detalles (Granma, 21 de septiembre de 2011, primera plana).

Han transcurrido apenas tres años de aquel informe y seis de inicio de las reformas raulistas, que comenzaron precisamente con un plan de entrega de tierras estatales en usufructo a campesinos privados para hacer avanzar la producción de alimentos, sin que hasta ahora se hayan obtenido los resultados esperados. La producción sigue siendo inferior a la demanda, en tanto la inflación se refleja en los altísimos precios de los productos, haciéndolos menos accesibles a los bolsillos más humildes. Se cierra así otro ciclo de fracasos de las propuestas oficiales y el camino hacia los prometidos avances se avista cargado de incertidumbre. Todo indica que habrá que cruzar los dedos y esperar que el programa de entrega de los milagrosos polvos Chispitas sea más duradero y, sobre todo, más eficiente que aquellos macarrones inútiles, generosamente entregados a los niños desnutridos de La Habana Vieja veinte años atrás.

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