Obispo, la calle de La Habana donde el turismo ha expulsado a los vecinos

La principal arteria de La Habana Vieja ha perdido buena parte del entramado de residentes que una vez le dieron gracia y vida

Turistas en la calle Obispo, de La Habana.
Turistas en la calle Obispo, de La Habana. / 14ymedio
Natalia López Moya

27 de marzo 2025 - 12:34

La Habana/Es una de las calles más transitadas de toda Cuba pero sobre los adoquines de Obispo, quienes transitan son mayoritariamente turistas, empleados de los hoteles cercanos y gente de otro municipio que llega para pasear o comprar, pero cada vez hay menos vecinos. La principal arteria de La Habana Vieja ha perdido buena parte del entramado de residentes que una vez le dieron gracia y vida.

"Los últimos años que vivió mi madre se los pasó sentada en el balcón", cuenta Natacha, una habanera de 48 años que vive en una deteriorada cuartería, de los pocos edificios en que todavía la mayoría de sus habitantes nació o lleva muchos años en el inmueble. "Ella se entretenía saludando a los vecinos que pasaban por la calle, a los comerciantes y a todo el que conocía. Si resucita ya no tiene a casi nadie para saludar".

Natacha se queja de que se ha perdido la familiaridad con la que se vivía en la calle Obispo y que recuerda de cuando era niña. "En esta cuadra la mayoría son instituciones, hoteles o casas de alquiler para turistas", detalla a 14ymedio. "Uno sale a caminar y no te encuentras con nadie conocido, son gente que está de paso". El excesivo carácter turístico de la zona y el éxodo de muchos de sus antiguos residentes le ha dejado la sensación "de que esto es una película, todo de cartón".

"Allí el hotel Florida, del lado de acá la Cadeca, más adelante una tienda del Estado y después una cafetería. Vivir lo que es vivir, aquí no vive nadie"

Más adelante, la cuadra donde se ubica la Casa de Cambio es un ejemplo de lo que explica Natacha, prácticamente en ambas aceras no hay casi viviendas. "Allí el hotel Florida, del lado de acá la Cadeca, más adelante una tienda del Estado y después una cafetería. Vivir lo que es vivir, aquí no vive nadie". Frente a los cajeros automáticos, en una larga cola compuesta por turistas y empleados de las empresas cercanas, aguardan una docena de personas. "Tú le preguntas dónde está la bodega o si entró agua hoy y no saben, porque ninguno es de aquí".

La llegada masiva de turistas, que puede parecer una bendición para cualquier barrio cubano, ha cambiado completamente la fisonomía del casco histórico habanero y especialmente de la calle Obispo. En la esquina con Habana, Héctor y su familia sobreviven en un segundo piso de un edificio de cuatro plantas. "Aquí solo quedamos de vecinos nosotros y una anciana que vive en la primera planta", explica. "El resto son apartamentos para alquilar a extranjeros".

La escalera bien pintada, la fachada sin grietas y un cartel de "Rent Room" saliendo de la entrada principal distinguen el inmueble donde vive Héctor. Pero a pesar de las reformas en las áreas comunes, él y su familia preferirían tener alguien conocido a quien tocar la puerta cuando pasan ciertos problemas. "A veces no podemos dormir porque los que están alquilados ponen la música a todo meter y se quedan bailando hasta la madrugada".

Encima del apartamento de Héctor hay uno de renta donde "es rara la semana que no pase algo: dejan una pila abierta cuando no hay agua y cuando llega se inunda la casa y se me filtra, porque los turistas no entienden eso de que no hay agua ahora pero en una hora quizás llegue". Otra molestia añadida son los precios. "Los vendedores creen que porque vivimos en la calle Obispo somos ricos, que aquí todo el mundo recibe dólares por todas partes".

Algunos de los habitantes de Obispo han terminado poniendo sus pertenencias a la venta porque han emigrado.
Algunos de los habitantes de Obispo han terminado poniendo sus pertenencias a la venta porque han emigrado. / 14ymedio

La subida de los precios en las áreas turísticas es un fenómeno que afecta a varias regiones cubanas. Varadero, el principal balneario de la Isla, fue el primer lugar donde la llegada masiva de viajeros a partir de los años 90 reconfiguró al alza las tarimas de los mercados y las ofertas de los vendedores ambulantes. El poblado de Viñales, en Pinar del Río, y la tradicional ciudad de Trinidad le han seguido los pasos.

"Lo que en el Cerro te cuesta 200 pesos aquí te sale en 300 o 350", se queja un anciano que este sábado regateaba a un carretillero, apostado en una esquina, una libra de tomates pequeños y de aspecto algo deteriorado. "Comprar en esta zona es como ser asaltado en plena noche y con un cuchillo, porque como hay turistas y gente alquilada piensan que todos estamos forrados".

Finalmente, el hombre declinó comprar los tomates a ese precio y decidió enfilar sus pasos en dirección a la calle O'Reilly a ver si tenía mejor suerte. En su paso tuvo que vadear a un mendigo que, acostado a lo largo en la acera, mostraba una lata donde algunos transeúntes le habían dejado caer unos billetes. Más adelante, una anciana con la mano estirada también pedía "algo para comer".

La proporción de personas sin hogar pidiendo dinero en la calle Obispo es probablemente la más alta de todo el país. Los indigentes se apostan en sus aceras con la ilusión de recibir una generosa limosna, preferiblemente en otra moneda que no sea el devaluado peso cubano. Algunos duermen en los huecos de las escaleras, en los portales de las tiendas o en algún recoveco de las fachadas.

"Cuando yo era niña la librería La Moderna Poesía era un lugar maravilloso, me encantaba ir pero lleva años cerrada y los alrededores son el baño público de muchas de las personas sin hogar que pernoctan en esta calle", cuenta Natacha. "Se han perdido muchos lugares que antes le daban vida al barrio, donde los niños de por aquí nos encontrábamos. Ahora todo está pensado para el turismo y lo que no da divisas lo cierran y lo dejan deteriorarse".

"Hay muchas casas vacías y negocios que empezaron muy bien pero ahora los están rematando"

La mujer cree que el proceso de restauración, impulsado por Eusebio Leal, tuvo "sus cosas buenas pero también resultados muy malos". Entre los puntos negativos señala que "cuando permitieron la compraventa de casas esta era una de las zonas más caras de La Habana y hubo gente que compró para remodelar y hacer una paladar o una casa de renta. Las familias que vivían antes en esas viviendas se fueron porque muchas eran pobres y esto se fue convirtiendo en un barrio para ricos".

Sin embargo, algunos de esos nuevos propietarios han terminado "cerrando las casas y poniéndolas a la venta" porque han emigrado. "Hay muchas casas vacías y negocios que empezaron muy bien pero ahora los están rematando", detalla la mujer. “Así que te puedes encontrar un montón de edificios donde quedan uno o dos vecinos". En los sitios de clasificados, las viviendas de la calle Obispo se publicitan como "ideal para alquilar" o "con un negocio de renta por Airbnb activo".

En muy pocos anuncios se habla de las ventajas de una casa para albergar a una gran familia, de la cercanía de las escuelas o de los mercados agrícolas de la zona. Obispo parece solo una calle para dormir unas noches y seguir rumbo a otro destino turístico. La llamada gentrificación, de la que apenas se habla en los medios oficiales, se ha cebado especialmente con ese tramo de vía peatonal que va desde el bar Floridita y llega hasta la Plaza de Armas. 

"Esa viejita de allí nació aquí, era amiga de mi mamá", cuenta Natacha. "Es de las pocas que queda en el barrio que ha vivido toda su vida en esta zona". Para cruzar hasta la puerta donde una señora toma el sol sentada en una silla de ruedas, la mujer debe esquivar a un grupo de turistas que saca fotos compulsivamente de un edificio de inicios del siglo XX, sortear los pies del hombre acostado en la acera con la lata para las limosnas y el puesto de un vendedor que ofrece naranjas, dos veces más caras que en cualquier otro barrio de La Habana.

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