La obligación de comprar en tiendas del barrio agrava la escasez en la periferia de La Habana
La molestia se hizo mayúscula cuando, tras terminarse el producto, los de la "brigada anticoleros" abandonaron el lugar con mochilas cargadas
La Habana/Lourdes solo pudo comer ayer arroz y frijoles y, este miércoles, va por el mismo camino. A la pequeña tienda de Luyanó, La Habana, donde reside y donde le toca comprar según las nuevas restricciones de venta en pesos por municipios, sólo ha llegado un camión con 24 cajas de pollo.
La medida, iniciada en la Plaza de Carlos III y extendida a toda la capital desde el pasado 21 de abril, está teniendo los efectos que muchos temían. En los lugares más apartados del centro, como Luyanó o Cotorro, donde existen nada más que unos pocos comercios para mucha población, sus residentes no alcanzan a comprar lo que les corresponde por la libreta.
En la tienda de Lourdes, en la calle Melones, "recogieron 30 libretas, una parte de impedidos físicos y, ya, se acabó el pollo", cuenta a este diario. Frente al comercio, un local de dimensiones mínimas que debe atender a la población correspondiente a diez bodegas, la mujer espera y se mesa los cabellos. No se piensa mover de ahí hasta que no llegue otro camión. Y, con ella, decenas de vecinos repartidos en esa cuadra. "La gente anda sentada en los quicios, por las esquinas, porque no tienen qué comer en la casa", lamenta Lourdes, que asegura que está dispuesta a quejarse al Gobierno.
La molestia se hizo mayúscula cuando, tras terminarse el producto, los funcionarios de la "brigada anticoleros", que controlan las filas mediante el carné de identidad, abandonaron el lugar con mochilas cargadas. "Vieras cómo llevaban los brazos, doblados así por el peso".
Con el regreso de la municipalización de la venta las filas alrededor del contenedor han crecido, así como las peleas y las irregularidades
En la barriada de San Pedro, en Cotorro, la escena se repite. La zona solo cuenta con una tienda ubicada en un contenedor metálico, donde cada vez que surten de mercancías la colas se extienden.
Residente en las proximidades del comercio, Antonio Quintana ha denunciado en repetidas ocasiones los problemas que ocasiona a las familias vivir en un barrio que está lejos de tener la cantidad de puntos de venta de municipios como Centro Habana, Plaza o La Habana Vieja.
Con el regreso de la municipalización de la venta las filas alrededor del contenedor han crecido, así como las peleas y las irregularidades que denuncian los consumidores, como el desvío de recursos para la reventa informal y el privilegio del que gozan amigos y familiares de los empleados para comprar sin hacer cola.
La decisión de volver a la municipalización, que estuvo vigente para evitar los contagios de covid-19 y fue derogada a principios de noviembre, se tomó, según las autoridades, "teniendo en cuenta la situación existente con la disponibilidad de productos y con el objetivo de hacer más viable la venta, lograr mayor equidad y por consiguiente disminuir la aglomeración de personas en los establecimientos". Es decir, por la escasez y para evitar las kilométricas colas.
Una de ellas, en el centro comercial de Cuatro Caminos, alcanzó, el pasado 7 de abril, una longitud de casi 20 cuadras. Dos semanas antes, la zona estuvo fuertemente vigilada por las fuerzas de seguridad, coincidiendo con un apagón de internet que Etecsa atribuyó a un "fallo energético".
En cuanto anunciaron la medida, los residentes de la periferia de La Habana lo tuvieron claro. "La otra vez que ellos hicieron esto, trajo mucha necesidad", declaró a 14ymedio otra vecina de Luyanó. Así, tal cual, ha sido.
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