La ozonoterapia, cura milagrosa en Cuba y “engaño mayúsculo” en Europa
- Ayuda a curar la diabetes, rehabilita a los infartados y aumenta la libido, dicen los creyentes
- En la Isla hay 16 centros y Díaz-Canel quiere “masificar” su uso terapéutico
La Habana/La cola empieza a las siete de la mañana, junto al templo presbiteriano de la calle Reforma, entre Santa Ana y Santa Felicia. Los habaneros que madrugan, sin embargo, no vienen buscando al Señor –ni a las santas de ambas entrecalles– sino el agua que se dispensa en la iglesia. Más que bendita, está “ozonizada y purificada”, y se le atribuyen facultades curativas que rozan lo milagroso.
Mercedes es una de las creyentes en las “propiedades” del ozono. “Es bueno para todo, desde los parásitos hasta los problemas en los huesos”, asegura, citando a su médico de cabecera. Desde hace años, Mercedes se ha convertido –en sus propias palabras– en un “contenedor de ozono”. Se levanta temprano para ir al templo y garantizar “unos litros”, toma el agua religiosamente y es una incondicional de la ozonoterapia, a la que se accede en casi cualquier provincia de la Isla.
“El ozono me lo quita todo”, dice con fervor, como quien invoca a un curandero o a San Rafael, de quienes tampoco reniega. Para ella, desde el muy criollo ensalmo –una plegaria contra el mal de ojo atribuida a San Luis Beltrán– hasta la “cinta” para curar empachos, “todo es medicina natural”, explica, antes de buscar su lugar en la cola de la calle Reforma.
La sombra mañanera del templo no aplaca los ánimos. Una cola es una cola, y cuando Mercedes pide el último ya hay una discusión en pleno desarrollo. Un anciano, que lleva consigo su carretilla con varios galones, vocea y agita los brazos para espantar a un colado: “Yo estaba primero que usted y él también”, clama, señalando a un compañero de espera. “Hay gente caradura”, rezonga, cuando el intruso ya está lejos.
Mercedes está habituada a este tipo de escenas. En un ambiente precario como el cubano y ante el desabastecimiento casi total de medicamentos, el agua ozonizada es oro. Un vistazo a la cola basta para ver el perfil de la mayoría de los creyentes: ancianos, enfermos, adoloridos por diversos malestares, gente pobre.
Genaro, un “colega” de Mercedes en la cola, informa sobre todo lo que el ozono alivia: “dolores de columna, problemas de presión y circulatorios, diabetes, asma, y además trabaja sobre las hernias”. El hombre de 67 años, que acude a la iglesia pertrechado con varios pepinos –pomos de un litro y medio– y un galón, se considera un “histórico” si del “agua presbiteriana” se trata.
Desde hace doce o trece años, cuando –calcula– comenzó el servicio en el templo, Genaro ha venido a buscar agua. Solo el hecho de que allí sea más limpia y sin partículas raras, en un país donde los servicios de Acueducto dejan mucho que desear, es “medicinal” para él y su familia.
El proyecto de los presbiterianos –una de las Iglesias cristianas que están en buenos términos con el Gobierno, que la deja hacer a cambio de su fidelidad en el oficialista Consejo de Iglesias– comenzó gracias a unos misioneros estadounidenses. La ayuda “de los americanos” sigue: son ellos los que, todos los años, vienen a reparar y dar mantenimiento a los filtros.
“Los americanos hicieron una cisterna porque la demanda era mucha”, explica Genaro. “Ellos vienen a cada rato y revisan”.
Ninguno de los integrantes de la cola –ni siquiera Genaro o Mercedes– sabe muy bien cómo funciona el sistema de filtración y ozonización. El “aparato”, como lo llaman, está a buen recaudo en las instalaciones de la iglesia. Nadie tiene permitido pasar a ver los equipos ni merodear por la zona donde los guardan.
Cuando hay demasiada gente en la cola –el proceso se pone lento a veces, afirma Mercedes–, permiten que un grupo rellene sus pomos en una pila dentro de la iglesia, pero bajo estricta vigilancia. “Es que ahí está la residencia y ya le robaron hace poco unas sábanas al pastor”, confiesa Genaro.
Lo normal es que, de dos en dos, los interesados se acerquen a las dos llaves plásticas que dispensan –con toda la calma del mundo– el líquido. La escena se repite en no pocos municipios cubanos, donde las iglesias ofrecen esta clase de servicios para aliviar un poco la debacle hidrológica, una de tantas en la Isla.
Llevarse tres o cuatro litros es gratuito, aunque ya los presbiterianos colocaron una alcancía a la vera de la iglesia, “para contribuir un poco”. Hay cola hasta las 11 de la mañana, y luego los “creyentes” vuelven de tres a cuatro y media –durante la semana– y hasta las seis los domingos.
“Al inicio del proyecto vino gente del policlínico”, cuenta Genaro. “Dictaminaron que el agua estaba perfecta para el consumo”. El anciano alude al Ministerio de Salud Pública como autoridad mundial en temas de ozonoterapia, uno de los tratamientos alternativos que el Gobierno más ha “expandido” –el término es de Granma– por el orbe.
A Mercedes, por ejemplo, su ortopédico la remitió al hospital de Diez de Octubre para un ciclo de terapias. “Primero, un especialista, ya sea reumatólogo, oculista, etcétera, tiene que prescribir la ozonoterapia después de una entrevista. No puedes tener problemas con la tiroides. Luego te determinan la frecuencia y el método: hay rectal y paravertebral, es decir, a ambos lados de las vértebras”, detalla la mujer.
“Van aumentando las dosis. Lo inicial son cuatro semanas, un día sí y otro no. Durante el tratamiento hay que eliminar los antioxidantes. Suspender o comer menos guayaba, té, café, chocolate y pescado. Te aumenta la libido”, explica con picardía, “el sistema inmunológico sube, eliminas los parásitos. Enseguida se nota la mejoría, aunque hay países que no lo aceptan y dicen que no sirve”, dice, antes de rematar sus conclusiones con un dato: “El ozono es un proyecto viejísimo de la Revolución, por eso yo me lo he dado toda la vida”.
Mercedes no se equivoca. No pasa un mes antes de que la prensa oficial publique uno o dos artículos sobre los “resultados y horizontes” de la ozonoterapia en Cuba, un tratamiento más que discutido por los especialistas del mundo.
A finales del año pasado, el propio Miguel Díaz-Canel se hizo informar sobre el “impacto positivo” del tratamiento. Hay que “masificar” su uso terapéutico, decretó entonces el mandatario, pues sus resultados “están probados”, garantizó.
Sin embargo, la ozonoterapia entra en la jurisdicción del departamento de Medicina Natural y Tradicional del ministerio, cuyo director –en esa misma reunión– tuvo poco que aportar, excepto lugares comunes y el hecho de que se considera “medicina preventiva” en la Isla. Hay 16 centros de ozonoterapia en todo el país y se ofrece un diplomado para estudiar sus efectos.
Los beneficios que le atribuye oficialmente la Salud Pública cubana al ozono son muchos más de los que imaginan Mercedes o Genaro. Díaz-Canel se convenció de que, con el tratamiento, se puede enfrentar la fibromialgia, la fatiga crónica y la diabetes; rehabilita a los infartados –no importa si de corazón o de cerebro– y su aplicación rectal “aceleró” la recuperación de los enfermos de coronavirus en 2020. “Fuimos muy avanzados”, se congratularon los especialistas ante Díaz-Canel.
Lo cierto es que no hay evidencia científica de que el ozono –ya sea en el “agua bendita”, por vía anal o inyectado en la columna– tenga las altas cualidades curativas que le atribuye la Salud Pública de la Isla. Como el veneno de escorpión azul, sobre el que se ha construido una peligrosa industria pseudoterapéutica, la ozonoterapia es uno de los estandartes de la medicina del régimen.
"La ozonoterapia no está aprobada ni por la Agencia Europea del Medicamento ni por la Americana"
"La ozonoterapia no está aprobada ni por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ni por la Americana (FDA)", aclaró en 2018 el doctor Jerónimo Fernández Torrente, coordinador del Observatorio contra las pseudociencias de la Organización Médica Colegial de España. "No hay ninguna evidencia científica creíble que avale el uso del ozono como un tipo de terapia médica, ni mucho menos para enfermedades serias como el cáncer. De hecho, se han publicado informes y artículos médicos sobre muertes de pacientes con este método".
Se trata de un “engaño mayúsculo que debemos denunciar", pidió entonces el médico. “Al fin y al cabo, el ozono es un gas tóxico, no es inocuo”.
Estas advertencias no desalientan a Genaro ni a Mercedes, que volverán mañana a la cola para el “agua bendita” de los presbiterianos. Siguen al pie de la letra el principio de la medicina doméstica cubana: “Lo que no mata, engorda” y –con sus pepinos rebosantes y sus opiniones inamovibles– siguen venerando a San Ozono.