El Parlamento se coloca su nueva camisa de fuerza
La Habana/Con su habitual unanimidad, la Asamblea Nacional del Poder Popular respaldó este jueves los documentos que el Consejo de Estado sometió a su consideración. La sesión extraordinaria dio la puntada final a la camisa de fuerza que el Partido Comunista de Cuba (PCC) deja colocada sobre el Parlamento y otros órganos de poder para los próximos años.
Desde el miércoles, las comisiones reunidas en el Palacio de las Convenciones de La Habana manifestaron su apoyo a la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista y a la actualización de los Lineamientos de la Política del Partido y la Revolución para el periodo 2016-2021.
Ante los diputados se presentó la versión definitiva de los textos, tras un largo proceso de debate que incluyó modificaciones, adiciones y supresiones. El Tercer Pleno del Comité Central les había dado luz verde a mediados de mayo y solo faltaba que los miembros de la Octava Legislatura levantaran las manos para ratificar su apoyo.
En la Constitución de la República, donde se especifican las potestades del Parlamento, no se establece que los diputados tengan la obligación o la atribución de analizar documentos emitidos por el PCC ni tampoco que el Consejo de Estado tenga la facultad para presentarlos ante ellos.
La ausencia de una sana y democrática división de poderes que padece el país se ha hecho más visible en las últimas horas, con el acto de mansedumbre parlamentaria que ha significado respaldar desde una entidad no partidista los documentos emanados desde las estructuras de una militancia.
La ausencia de una sana y democrática división de poderes que padece el país se ha hecho más visible en las últimas horas
Para no denotar demasiado esa confusión en cuanto a competencias, el oficialismo eligió el verbo “respaldar” en lugar de “ratificar”, “votar” o “aprobar” para lo ocurrido este 1 de junio. En la selección de la palabra se evidencia el carácter formal de lo ocurrido, pues bajo ningún concepto los diputados hubieran podido desaprobar los textos.
Si acaso alguien albergaba alguna una duda sobre la autonomía parlamentaria, el primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, se encargó de disiparla cuando este miércoles subrayó que “todo lo que se apruebe aquí sale como recomendaciones para ser valorado por las instancias superiores del Partido”·
Cuando el Partido “somete a la consideración” de la Asamblea Nacional sus pautas programáticas, no se subordina a este órgano supremo del poder del Estado sino que lo utiliza como ejecutor dócil de su política. Lo convierte en hacedor de los estrechos límites en los que Raúl Castro quiere dejar enmarcadas a la clase política del país antes de levantarse de la silla presidencial en febrero próximo.
No en balde el General subrayó en su discurso de cierre de la sesión que los textos respaldados permitirán “cambiar todo lo que debe ser cambiado” pero a “la velocidad que nos permita el consenso”. Una afirmación con la que reitera sus preferencias de que las transformaciones ocurran “paso a paso” o “paulatinamente”, pero en la que revela también sus temores.
Cuando el Partido “somete a la consideración” de la Asamblea Nacional sus pautas programáticas, no se subordina a este órgano supremo del poder del Estado sino que lo utiliza como ejecutor dócil de su política
Pero la unanimidad alcanzada en estas dos jornadas tampoco es tan sólida. En varias de las intervenciones, los diputados evidenciaron la distancia entre los postulados teóricos que se establecieron como leyes inviolables en la construcción del socialismo y el momento que vive la Isla. Bajo la aparente uniformidad subyace el encontronazo entre entelequia y realidad, planes y resultados.
En varios momentos históricos e instancias nacionales en que se ha manifestado esta tensión se ha encontrado la salomónica –o camaleónica– fórmula de seguir diciendo que el país se guía por las doctrinas marxistas leninistas, pero matizándolas con “nuestras propias realidades y experiencias”.
La prevalencia de la propiedad social sobre los medios de producción y el ejercicio del poder por un partido único son los dos pilares sobre los que se sostiene toda la programática dispersa en lineamientos, conceptualización y programa. Sin embargo, ya no se habla de eliminar la explotación del hombre por el hombre ni se define como “Comunismo” la sociedad superior a la que se aspira.
A la Asamblea Nacional le espera otro trago amargo, porque el Partido no legisla, al menos directamente. El PCC tendrá que encargar a los diputados que expresen la cuantía de la riqueza que los ciudadanos podrán acumular y si la redistribución de los recursos generados en las formas no estatales de producción se hará por el camino de los impuestos o de las confiscaciones.
En ese momento, los parlamentarios estarán empujados a dar puntadas estrechas y reforzar con ellas la guía de acción que les deja el “castrismo”. Será la última oportunidad que tenga este órgano del Poder Popular antes de convertirse en un total ventrílocuo del Partido.