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En el parque Martí de Cienfuegos, los chicos apuestan dinero y las chicas se buscan un extranjero

"Vendemos latas vacías, peleamos gallos, lo hacemos o pasamos hambre"

Los "negocios" comienzan después de las cuatro de la tarde, cuando los adolescentes llegan al parque después de la escuela / 14ymedio
Julio César Contreras

14 de septiembre 2024 - 15:40

Cienfuegos/Es difícil adivinar que detrás de un tranquilo juego de fútbol o de una conversación entre amigas sentadas en un banco del parque José Martí, en Cienfuegos, existen variadas formas de "ganarse la vida" entre niños que no superan los 15 años. Los "negocios" comienzan después de las cuatro de la tarde, cuando los adolescentes llegan al lugar, todavía vistiendo el uniforme escolar y velando que ningún extraño interfiera o invada su territorio. 

"Aquí formamos tremendo piquete para jugar a lo que se nos ocurra. La mayoría de las veces nos apostamos dinero, porque es muy aburrido jugar sin ganar nada. Una regla muy clara entre nosotros es que los perdedores tienen que pagar. Con eso no hay arreglo", cuenta Marlon, quien con apenas 14 años participa en las apuestas que se traman en el parque. 

Aunque a simple vista no lo parezca, Marlon y muchos de sus amigos provienen de familias en mala situación financiera, y han aprendido a “resolver” de cualquier forma. "Recogemos latas vacías de refresco y cerveza para venderlas, peleamos gallos en vallas clandestinas, hacemos dinero con lo primero que aparezca. Lo hacemos o pasamos hambre", asegura el propio adolescente a 14ymedio. 

Jugar al fútbol es una de las formas que prefiere el joven para ganarse “unos pesos” / 14ymedio

Jugar al fútbol es una de las formas que prefiere el joven para ganarse “unos pesos” y, con las apuestas, Marlon ha incorporado otros hábitos a su rutina que repiten sus amigos. Cuando alguien solicita parar el partido por alguna razón, varios jugadores se van hasta las sillas metálicas oxidadas del parque. Entonces, el humo que desprenden los cigarros puede verse desde la glorieta o desde el pequeño Arco del Triunfo. "En este lugar aprendí a fumar y, de vez en cuando, consumimos alguna otra cosa que consigamos. Esto es hacerse hombre: compartir con las amistades, sin tenerle miedo a nada", explica Félix, poniéndole el pie encima de una pelota ponchada. 

La actividad de los jóvenes en el parque José Martí no se limita a las apuestas. El tránsito frecuente de algunos turistas no ha sido pasado por alto por los muchachos, que se lanzan a pedirles dinero en cuanto tienen la oportunidad. "Hace un tiempo por aquí venían bastantes yumas. Yo me fugaba de la escuela por el mediodía y siempre terminaba el día por lo menos con 10 dólares, pero esto se ha puesto tan malo que ni las palomas vienen ya", lamenta el estudiante de décimo grado, con la camisa azul del uniforme anudada a la cintura. 

En el otro extremo del parque, frente a la catedral de la ciudad, unas muchachas vestidas con el uniforme de Secundaria Básica conversan sobre la mejor forma de vender rápidamente ropa y zapatos. Según Laura, una de las adolescentes, tiene que salir pronto de la mercancía, de la que se ha encargado mientras su madre está enferma. 

La experiencia en el "negocio" le ha dejado "claros" a ella y a su amiga sus planes futuros. "Lo que hay que hacer es buscarse un extranjero para perderse de este país. Mientras tanto, vendemos por Revolico las cosas que trae mi primo de afuera", asegura. Entre ellas queda excluida la posibilidad de continuar estudios tras finalizar el noveno grado pues, según concluyen, en Cuba "la gente está condenada a morirse en la miseria". 

En el otro extremo del parque unas muchachas conversan sobre la mejor forma de vender rápidamente ropa y zapatos / 14ymedio

Un desencanto similar experimentó Marlon, a quien de pequeño le gustaba actuar e interpretar personajes en los actos escolares. "Yo quería hacer mis propios títeres y actuar, pero ni mis padres pueden mantenerme para que estudie esa carrera ni yo tengo a nadie que me ayude a entrar a una escuela de arte", afirma. 

Con la noche acercándose a la ciudad, el juego de fútbol se detiene y las muchachas, vestidas todavía con el uniforme mostaza, deciden que ya es hora de marcharse. Irán sólo unos minutos a sus casas para bañarse, comer algo y regresar nuevamente a la calle. Frente a las estudiantes pasa Félix, proponiéndoles verse dentro de un rato en el malecón. "Está bien, pero tienes que comprarnos algo. Nosotras sabemos que tú sí tienes de dónde sacar", comenta Laura con una sonrisa pícara en sus labios.

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