Con pasamontañas y total impunidad, ladrones de ganado saquean las fincas en Villa Clara

Alfredo, Fernando y Luis han sido víctimas de los delincuentes, que no dudan en usar la violencia

La forma más común de matar una vaca es sacarla del potrero y llevarla a un lugar más tranquilo para matarla.
La forma más común de matar una vaca es sacarla del potrero y llevarla a un lugar más tranquilo para matarla. / 14ymedio
Yankiel Gutiérrez Faife

07 de septiembre 2024 - 12:46

Camajuaní (Villa Clara)/Son las seis de la mañana del día 12 de julio en un campo de Villa Clara, entre Camajuaní y Zulueta, y la niebla aún no se disipa. Aquí en el campo el día comienza mucho más temprano, casi siempre aún de noche. Con 26 años y al morir su padre de cáncer, Alfredo tuvo que quedarse al frente de la finca familiar, su finca de 67 hectáreas, un par de bueyes, 12 vacas y una yegua. Hoy tiene 34.

Aunque su especialidad son los árboles frutales, también cuenta con animales para facilitarle el trabajo. La yunta de bueyes la utiliza para arar sus tierras y transportar las cosechas. De las vacas obtiene la leche, y la yegua es un medio de transporte indispensable para moverse dentro del campo.

Como de costumbre, Alfredo se levanta, toma su café y lleva los bueyes a la finca. Los deja pastar y regresa a casa. Cada uno de esos pasos forma parte de una rutina que conoce y hace desde hace muchos años. Nunca pasó nada, pero las cosas han cambiado.

Son las 10:30 am y ya está de regreso para recoger a los animales. Cuando se acerca a sus tierras, ve marcas muy recientes de las botas de goma de alguien en el fango. Para él, muy inusuales, porque es el único que viajaba por esa ruta. Cuando llega a la puerta de su finca, se da cuenta de que han roto el candado del portón y que le han robado la yunta de bueyes que su padre le dejó.

Cuando llega a la puerta de su finca, se da cuenta de que han roto el candado del portón y que le han robado la yunta de bueyes que su padre le dejó

Durante toda la tarde, Alfredo deambula con sus cuñados por todos los campos cercanos en busca de sus animales, esperando que los hayan atado en algún lugar cercano. En la noche, todos se esconden en un campo de marabú, luchando contra los mosquitos y aguardando detectar algún movimiento sospechoso. La noche en vela es en vano porque no encuentran nada.

Alfredo no es la única víctima de este tipo de delitos en Villa Clara. Desde su terreno, a pocos metros de la cañada, se puede observar una pequeña casa de tablas de palma con techo de guano. El dueño de esas tierras compró, hace menos de tres meses, un par de bueyes para sembrar el terreno y a las pocas semanas se los robaron. Los ladrones contrabandeaban esos animales por el monte.

La forma más común de matar una vaca es sacarla del potrero y llevarla a un lugar más tranquilo para matarla, pero en ocasiones esto implica dejar al animal atado en otro lugar hasta que las tensiones bajen por completo. Se sacrifica y como el animal produce sólo un mugido en ese momento, no llama mucho la atención. Luego de hacer el sacrificio los individuos recogen todo lo que se puede, de esta forma llenan uno o dos sacos de carne. Algunos dejan las costillas, la cabeza y las piernas sobre el suelo, pero otros los entierran, los arrojan a un río o barranco cercano.

Según algunos agricultores de la zona, los carniceros que cometen delitos cerca de su residencia suelen ser pocos. Algunos incluso se dirigen a otras ciudades y dominan los senderos en la noche. Los demás, más inexpertos, se dedican a caminar y aprovecharse de cada animal abandonado en el camino. Lo más habitual hoy en día es trasladar los animales en bandas o de cuatro a tres personas para agilizar el trabajo. Hay poca fraternidad entre ellos y casi ninguno vende la carne directamente, sino que utilizan intermediarios para transportarla a diferentes puntos.

Campo arado con bueyes en Villa Clara.
Campo arado con bueyes en Villa Clara. / 14ymedio

“Siempre hay gente que compra este tipo de carne en la calle. Ahora hay quienes pagan hasta 350 pesos por libra, pero antes no la querían porque tenían carne de cerdo o pollo", dice a este diario Eduardo, un ganadero de Santa Clara que ya ha sufrido más de un robo este año. “Hay que comer y mientras esta situación siga así, la gente seguirá comprándola, no todo el mundo le llega a una libra de cerdo ahora”.

Preguntado por la situación de los robos y sacrificios en Zulueta, otro guajiro, Fernando, responde: "Si se llevan una vaca más lo venderé todo y me retiraré". Son alrededor de las 12 del mediodía y encontramos a Fernando bajo una mata de mango, rodeado de su caballo y una yunta de bueyes. 

"Aquí los tengo en la hierba, yo los cuido porque hasta de día los están robando", dice. A sus 67 años, este hombre nacido y criado entre vacas y terneros recuerda que los años 1990, el “Período Especial”, fueron una época muy mala. "Venían a robar los animales abiertamente y tampoco pasaba nada". Sin embargo, a diferencia de hoy, la Policía tenía un control un poco más efectivo. 

Yosvany también se queja de otro problema preocupante. Refiere que fue interrogado varias veces por descuidar a sus animales. “A veces es cierto que algunos ganaderos se lo ponen más fácil al ladrón, pero a otros le llevan los animales de donde lo tengan y a cualquier hora, aunque hacen todo lo posible para evitarlo, se los llevan porque te cazan”, se defiende.

"Lo dejé atado como siempre, pero cuando la policía vino a investigar no encontraron la cuerda cortada y dijeron que se había perdido por mi negligencia"

Eso es lo que le pasó a Luis Ravelo (apellido ficticio), un campesino de 56 años que perdió su único caballo por alguien que ingresó al patio de su casa a media tarde. “Lo dejé atado como siempre, pero cuando la policía vino a investigar no encontraron la cuerda cortada y dijeron que se había perdido por mi negligencia", se queja. Este hombre advierte sobre otro tema del que muchos agricultores hablan casi a diario. Según él, normalmente en las comunidades y pueblos se sabe quién se dedica al sacrificio ilegal de ganado, pero ahora a las autoridades les resulta más difícil actuar.

“Antes un grupo de guajiros investigaban quienes le llevaban los animales e iban al jefe del sector para denunciar. Había un grupo de delincuentes que todos conocían en la zona y por lo menos lo investigaban”, cuenta. Y se queja: “Si la denuncia procedía le aplicaban peligrosidad e incluso podía ir a prisión. Los delincuentes se cuidaban mejor. Ahora no, estamos prácticamente conviviendo con ellos y hay que pillarlos en la finca con un cuchillo en la vaca para que pase algo”.

Una situación similar le ocurrió a su hijo hace menos de un año. Durante una visita a la finca en la noche, encontró a dos ladrones retirando el cuero a una vaca, los alumbró con una linterna pero no pudo reconocer a ninguno porque tenían pasamontañas puestos. Su hijo corrió hacia ellos y los amenazó pero mientras corría los hombres se enfrentaron a él y comenzaron a tirarle piedras. Por el aspaviento, un vecino que también hacía guardia lo pudo socorrer, los hombres terminaron huyendo y dejaron al animal en el suelo, pero también heridas en varias partes del cuerpo del hijo de Luis.

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