Las piscinas Baraguá, una "instalación de primer nivel mundial" cuyo techo se cae a pedazos
Que ocurra una desgracia es cuestión de tiempo, pero todas las actividades siguen con normalidad
La Habana/Fue en 2017 cuando un razonablemente delgado Miguel Díaz-Canel –entonces vicepresidente de Raúl Castro–, reinauguró el complejo de piscinas Baraguá, en Habana del Este, inutilizable desde 2011. No ha pasado una década desde que se cortó la cinta y el techo del edificio vuelve ahora a caerse a pedazos.
Ubicado en la Villa Panamericana, donde se celebra hasta el 26 de abril los Juegos Caribe –un campeonato universitario de inicios de siglo que el castrismo muy pronto controló y politizó–. “Las condiciones de la instalación son de primer nivel mundial”, celebra la enciclopedia Ecured, una frase que hace reír a cualquiera que contemple el techo, que ha perdido varias planchas.
La luz entra a raudales a las piscinas, un efecto secundario del destrozo que –en una era de apagones y crisis energética– es casi de agradecer. Además, “calienta un poco el agua”, según bromean los nadadores. Cada uno de los paneles del techo cayó desde una altura considerable, de manera que, lo mismo si el desprendimiento ocurrió sobre el agua que sobre el concreto, el peligro no puede ser mayor.
Es un viejo problema de las piscinas Baraguá. De hecho, si la instalación cerró en 2011 fue precisamente para remover todo el techado. La restauración duró poco y ahora las planchas vuelven a caer al suelo, una situación que da al interior del lugar un ambiente de basílica, aunque allí, si se reza, es para que el accidente no se produzca con gente dentro.
Como en la película Don’t look up, los estudiantes nadan sin importarles demasiado el hueco sobre sus cabezas. Ante las ruinas, omnipresentes en La Habana y el resto de Cuba, es mejor no mirar. Que ocurra una desgracia es cuestión de tiempo y azar, pero todas las actividades siguen con normalidad en el lugar descrito por el oficialismo como un “verdadero oasis” para el deporte.
Ignorar el desastre hasta que ocurra es una práctica que empieza por los dirigentes. Lo saben bien los funcionarios de la Unión de Jóvenes Comunistas que, este fin de semana, celebraron en las piscinas Baraguá un homenaje a su fundación y la de los pioneros José Martí.
Nadie sospecharía del destrozo mirando las fotos oficiales del acto: hay estudiantes cantando himnos revolucionarios y gradas llenas de gente aplaudiendo, pero la cámara tiene la prudencia de no apuntar jamás al techo.