La pizzería Gioventù en Cienfuegos asombra por sus cambios y sus precios
Gestionado por una 'mipyme', el nuevo local contrasta con el pésimo servicio del antiguo restaurante estatal
Cienfuegos/Con camareros de completo uniforme, una vajilla recién estrenada y la carta con variedad de platos, la pizzería Gioventù en la ciudad de Cienfuegos parece otro lugar desde que el Estado cedió su administración a una empresa privada. El comercio, donde se podía comer un plato por 50 pesos cubanos, ahora exhibe precios que empiezan en las tres cifras y recetas que buscan satisfacer a una nueva clientela.
De la antigua Gioventù no quedan ni siquiera los trabajadores. Los empleados que hace unos años espantaban las moscas o conversaban entre ellos a la espera de algún comensal incauto debieron buscarse otras ocupaciones o fueron reubicados en locales estatales. Ahora, jóvenes vestidos con impecables camisas blancas de manga larga dan la bienvenida a un local climatizado, con servilletas, copas y manteles en las mesas.
Los que entran por primera vez tras la reforma que experimentó el inmueble apenas reconocen aquel comercio que estuvo cerrado por largos meses después de languidecer durante años. En la última década, era raro el día en que la tablilla del menú ofertaba algo más que una variedad de pizza y un refresco aguado que apenas tenía sabor. La atención remataba la mala calidad del lugar donde los empleados respondían con desánimo cualquier pregunta de los clientes.
En aquellos tiempos solo llovían críticas sobre el restaurante y en los foros de internet los turistas se advertían de no caer en la trampa de intentar comer en sus instalaciones. "Ha sido la peor pizza de mi vida", sentenciaba un viajero que pagó cara su ingenuidad. El frustrado cliente añadía una frase que quitaba el apetito de cualquiera: "No sé si el plato fue servido para mí o para la nube de moscas que habitan en el lugar".
A finales de septiembre de 2023, incapaz de reflotar el local, el Consejo de Administración de Cienfuegos sacó a licitación el restaurante ubicado en el céntrico Paseo del Prado. Con ese proceso, las autoridades buscaban "potenciar los servicios básicos a la población, incrementar el número de ofertas en calidad y variedad de manera sostenible". Apenas tres meses después el restaurante reabrió bajo gestión de una mipyme.
En su nueva etapa, Gioventù tiene aire acondicionado en su sala principal, una mayor diversidad de platos y precios más elevados. En una barra ubicada en el portal exterior, se venden solo algunos sándwiches, refresco a granel y pizzas de queso por 120 pesos. Para quienes pueden disponer de más dinero, dentro les aguardan las lasañas a 600 pesos, una combinación de cerdo y arroz con moros a 960, los cócteles a 250 y la cerveza bien fría por 300.
Un almuerzo para una pareja, con un buchito de café final por 60 pesos cada taza, no baja de los 3.000 pesos sin incluir propina ni excesos. A la entrada es común ver a gente indecisa que, con la carta en la mano, hace cálculos mentales de cuánto gastará si decide entrar a la fresca estancia de cortinas rojas y empleados sonrientes. "Quiero traer a mi nieta uno de estos fines de semanas y estoy sacando cuentas", comentó una jubilada a 14ymedio.
Finalmente, la mujer decidió invitar a la niña a "una pizza en el mostrador de afuera" ante la evidencia de que "Gioventù ya no es un lugar para gente que vive de su salario o de su jubilación". La cienfueguera recuerda que ella conoció el restaurante cuando no había diferencia entre comer afuera o adentro. "En cualquier lugar que uno pidiera una pizza, costaba lo mismo".
"Es verdad que hubo un momento en que parecían una suela de zapato sin sabor y los espaguetis los cocinaban demasiado y estaban gordos y blandos, pero había gente que almorzaba aquí porque vivía o trabajaba cerca, ahora este lugar ya no es para eso, ahora es para venir cuando se cumple años, para una celebración porque hay que ahorrar con antelación", considera.
Mientras la mujer sigue analizando la carta, se acercan a la entrada del restaurante dos jóvenes vestidos con el uniforme de las Tropas de Prevención de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, conocidos como boinas rojas, que buscan algo barato que comer mientras hacen las rondas de vigilancia en los alrededores de El Prado cienfueguero. Habituados ya a la nueva lógica que rige en el lugar se quedan en el mostrador exterior a la espera de una pizza.
Pocos minutos después se hace la oscuridad alrededor de la pizzería. Gran parte de la ciudad se ha quedado sin electricidad pero bastan unos pocos minutos para que se sienta el ronroneo de la planta de energía con la que cuenta el restaurante y que vuelve a iluminar su interior y el portal. Algunos jóvenes se acercan, leen la pizarra con los precios exteriores y no piden nada, solo se quedan disfrutando de la luz que irradia la Gioventù.