Placetas, capital de las 'mipymes' del aluminio en Cuba
La paga es buena para los que no le temen a las sustancias tóxicas y quemaduras mientras funden el metal para fabricar puertas, rejas, bancos o utensilios de cocina
Camajuaní/El municipio de Placetas, uno de los motores económicos de Villa Clara, es también la meca del aluminio en Cuba. Las fundiciones, primero clandestinas y luego aprobadas por el Gobierno como mipymes, atraen a cientos de trabajadores y es una de las pocas industrias que –siguiendo sus propias reglas y con "trampas" para conseguir la materia prima– prosperan en el centro de la Isla.
Cubiertos, puertas, ventanas, piezas de repuesto, bancos y sillones, hace años que el aluminio es el metal más versátil y utilizado en la vida cotidiana de los cubanos. La paga de los fabricantes es buena –de 300 a 350 pesos diarios–; los riesgos laborales, múltiples. Depende del tipo de objetos y la envergadura del proyecto. Pero aún así, el negocio sigue en apogeo.
A las ocho de la mañana, se escucha en Placetas el repiqueteo de la fundición y emerge de los hornos el vapor del metal derretido. Una de las fábricas, dirigida desde hace años por dos placeteños, está compuesta por dos naves de techo alto, construidas en las inmediaciones de sus casas.
En una de las naves ocurre el proceso de derretido y moldeo. Manos laboriosas y entrenadas le dan forma al producto, ensamblan sus partes y sueldan las piezas. Más tarde, en el segundo recinto, lijan y pintan los objetos. La forja cuenta con 48 trabajadores, que sudan sin descanso frente al fuego de los hornos.
"Cuando empezamos, en 2012, todo esto era ilegal", admite a 14ymedio David, uno de los dueños de la fábrica. "Empezamos fabricando calderos, fogones de petróleo, cubiertos, platos y vasos. En 2016 todo cambió, dimos el 'salto' a la confección de ventanas y puertas en pequeñas cantidades, y vendíamos nada más a la gente del pueblo. Por suerte, se abrió la posibilidad de sacar una patente y, ahora, de convertirnos en mipyme".
Para David y el resto de los productores, el problema fundamental es conseguir el aluminio, que inicialmente obtenían de la Empresa de Materias Primas de Placetas. El Estado, cuenta, era tacaño con las cantidades que les vendía, de ahí que acudieran a los "recolectores", pregoneros que van recogiendo o comprando por las calles "cualquier pedacito de aluminio".
En 2017, finalmente, el Fondo Cubano de Bienes Culturales les puso sobre la mesa un contrato para abastecerlos de suficiente aluminio. A cambio, David y sus socios tenían que fijar un precio ventajoso cuando les vendieran bancos y contenedores de basura para los parques municipales, rejas para edificios estatales y farolas para el alumbrado público, además de mobiliario variado.
Sin embargo, no renuncian a la recolección privada y reciclaje del metal, lo cual también es una fuente de ingresos para los jubilados que recogen y venden latas de aluminio, usadas originalmente para la venta de cerveza, refrescos y maltas, asegura. Además, ahora hay también varias empresas particulares dedicadas al reciclaje, como uno de sus socios, Hila Metal Surl.
El Estado, cuenta, era tacaño con las cantidades que les vendía, de ahí que acudieran a los "recolectores", pregoneros que van recogiendo o comprando por las calles "cualquier pedacito de aluminio"
"La vida de los fundidores llegó a ser un poco más cómoda", cuenta David, y las demás fábricas buscaron alternativas para el abasto de la materia prima. Hoy, existen en Placetas fundiciones vinculadas al Fondo, unidades de la Empresa Provincial de Conformación de Metales –administrada por el Estado y conocida como Metalconf– y los artesanos independientes como David, que se han organizado en mipymes.
El trabajo de cada sector está más o menos "repartido", explica el propietario. "Los del Fondo se ocupan de confeccionar planchas de techo, farolas, columpios y otros artículos que les solicite el Gobierno, que compra todo a precios módicos y otorga subsidios para fabricar los objetos que luego se venden en las tiendas de productos industriales. Por otra parte, los cuentapropistas se especializan en utensilios de cocina, pero el grueso de su trabajo son las persianas, puertas, sillas, sillones y mesas", dice.
En cuanto a Metalconf, que posee varias fábricas en Placetas, cuenta con su propio mecanismo de distribución y comercialización, que incluye también exportaciones a varios países del Caribe, según fuentes oficiales.
Son las mipymes las que marcan el ritmo de los precios, señala David. Las puertas de aluminio suelen costar 6.900 pesos y las ventanas, 5.500. Un juego de mesa con sus cuatro sillas, 13.000, mientras que dos butacas, con sofá y mesita central, ascienden a 15.000 pesos. Su empresa, aclara, se ocupa de hacer entregas a domicilio de manera gratuita –transportan los productos en un camión, una vez a la semana– a Santa Clara, Camajuaní, Remedios, Caibarién y el propio Placetas.
A Rodrigo, otro de los propietarios de una fundición en el municipio, le preocupan las pésimas condiciones en que operan sus 30 trabajadores, la mitad de ellos involucrados directamente en la producción y el resto en la recolección del metal. Su empresa todavía no se ha convertido en mipyme, pero espera lograr pronto los documentos que la avalan como tal.
"En la fábrica", lamenta, "los fundidores se exponen diariamente a sustancias tóxicas o al envenenamiento por plomo, sin contar las quemaduras si el metal líquido salpica fuera del molde
"En la fábrica", lamenta, "los fundidores se exponen diariamente a sustancias tóxicas o al envenenamiento por plomo, sin contar las quemaduras si el metal líquido salpica fuera del molde. Lo preocupante es que muchas veces no cuentan con los medios de protección necesarios, como guantes que resistan altas temperaturas, botas de piel o fajas. También es difícil conseguir gafas protectoras y overoles resistentes".
La fundición de Rodrigo, dedicada a la producción de cubiertos y otros utensilios de cocina, funciona de manera casi artesanal. Las piezas de aluminio se arrojan a un horno y se derriten. En ese tiempo se prepara la caja del molde, que se recubre con tierra, y una vez listo se abre un orificio, por el que penetrará el metal líquido. Horas después, cuando la pieza se enfría –en muy breve tiempo se endurece, gracias a su alto nivel de congelación–, se rompe el molde para extraer la pieza.
"Después viene el acabado, que consiste en limar, armar el producto y pintarlo con espray", cuenta Rodrigo. Es muy raro, presume el fabricante, que en alguna casa de Villa Clara –o de toda Cuba– no se encuentre una pieza de aluminio "hecha en Placetas".
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