Playa Girón, Angola, militante del PCC y ahora una vejez miserable a sus 82 años

En las calles de Matanzas han comenzado a aparecer ancianos que ruegan por “unos pesos para comer”

Con una población cada vez más envejecida, son muchos los casos de personas que, como Alberto, quedan a merced de las crisis
Con una población cada vez más envejecida, son muchos los casos de personas que, como Alberto, quedan a merced de las crisis / 14ymedio
Julio César Contreras

25 de mayo 2024 - 12:46

Matanzas/Envejecer en Matanzas, o en cualquier parte de la Isla, no es tarea fácil. Mientras los jóvenes emigran o intentan sobrevivir, las arrugas de Alberto se van acumulando. Todos los días se sienta en el mismo portal de la ciudad y despliega su sábana raída en la que ubica cajas de cigarros, máquinas de afeitar y medallas viejas que le recuerdan, a su pesar, los años que gastó cortando caña “para ahora estar pidiendo dinero en la calle”. Es lo que tiene para vender, y vende para comer.

“Yo fui a pelear a Playa Girón. Después me mandaron para Angola. En total tengo cuatro condecoraciones. ¿De qué me sirve todo eso? También soy militante del Partido, pero ni la Asociación de Combatientes ni el PCC se ocupan de mí”, cuenta el anciano. Alberto recibe una pensión, pero es tan escasa que debe buscar “trabajitos” que la calcen. Así fue como comenzó a vender todo lo que caía en sus manos y, antes de eso, cuando la fuerza le alcanzaba para más, hacía mandados. 

“Yo he hecho de todo y ahora estoy peleando en una batalla más dura”, asegura el matancero de 82 años. La venduta le permite no fatigarse tanto, pero no da demasiado dinero y corre el riesgo de que las autoridades lo amonesten. “Si a algún inspector le da por ponerme el pie encima, hay que llorarle más miseria de la que tengo, porque si no la multa equivale a tres meses de chequera”, explica.

Vendedor de bolsas de nailon, carretillero, vocero de San Lázaro, comerciante de detergente o ají cachucha, cualquier oficio es mejor que dormir en las calles
Vendedor de bolsas de nailon, carretillero, vocero de San Lázaro, comerciante de detergente o ají cachucha, cualquier oficio es mejor que dormir en las calles / 14ymedio

Con una población cada vez más envejecida, son muchos los casos de personas que, como Alberto, quedan a merced de las crisis, la pobreza y las calles. Matanzas no es una excepción. En la calle Medio, una de las más céntricas de la ciudad, han comenzado a aparecer mendigos. En su mayoría son ancianos que ruegan por “unos pesos para comer”, duermen sobre cajas de cartón y visten lo que rescatan de algún basurero.

Por las noches se arrastran hasta las sucursales de Etecsa para dormir, o hasta la terminal de ómnibus, donde todavía puede que algún viajero se apiade de ellos. 

En la calle Río, un comedor estatal ofrece alimentos a los desamparados a bajos precios. Sin embargo, como se queja Onelio –que come allí con frecuencia–, las porciones son pequeñas y el “plato fuerte” tan esperado por los cubanos a veces se ausenta durante semanas. “Nos dicen que por culpa del bloqueo, pero eso no tiene nada que ver con que el arroz tenga piedras y los chícharos estén duros”, dice con resabio. 

La lista de desfavorecidos, o “vulnerables” como insisten en llamarlos las autoridades, no se limita a los mendigos. Pero es en ellos donde se marca la línea de la miseria, al menos la oficial. En lo que concierne al Estado, los ancianos que realizan trabajos por la izquierda o han vuelto a trabajar incluso después de retirarse no son una preocupación y, de hecho, contribuyen a llenar las plantillas vacías porque los trabajadores han emigrado “al norte” o al sector privado.

Sin casa, sin familia o perjudicados por algún accidente, solo les queda mendigar
Sin casa, sin familia o perjudicados por algún accidente, solo les queda mendigar / 14ymedio

La llamada “mensajería” se ha vuelto un oficio común entre los ancianos. Hacer colas en las bodegas, estar al tanto de los mandados y los combos, entregar la canasta básica y las balas de gas son algunas de las tareas que implica ser mensajero. Por un poco más de dinero, los pagos están entre los 200 y los 1.000 pesos al mes por tareas más duras, se levantan de madrugada o pasan noches enteras marcando un turno para un cajero automático.

Vendedor de bolsas de nailon, carretillero, vocero de San Lázaro, comerciante de detergente o ají cachucha, cualquier oficio es mejor que dormir en las calles. Canosos y sucios, los mendigos representan a los que se quedaron atrás en la vorágine de la Isla, sin casa, sin familia o perjudicados por algún accidente, solo les queda mendigar. Su comida, basura; su bebida, alcohol de farmacia; y su momento de tregua, una colilla recogida del suelo. Están por toda la ciudad y viven, como Alberto, de sus despojos. 

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