En plena crisis energética, desaparece uno de los poblados carboneros más productivos de Cuba
"Los vecinos comenzaron a irse de uno en uno. Se llevaron las puertas, las ventanas, lo que pudieron, y agarraron para Manatí, a intentar sobrevivir”
La Habana/A 800 pesos el saco en Sancti Spíritus; a 1.000 en Cienfuegos; a 1.400 en Holguín: el precio del carbón –oro negro para los cubanos en un año que ya rompió el récord de déficit eléctrico– sube al ritmo de un país sin opciones para cocinar o alumbrarse. En ese contexto, el desmantelamiento de Las Carboneras, un pueblo que vivía de fabricar y vender este producto, complica el panorama energético en Las Tunas.
Pese a la urgencia provocada por la debacle del sistema eléctrico, la producción de carbón en Las Tunas pasa por un mal momento. La empresa municipal Agroforestal solo contaba con dos productores en plantilla y hace poco renunciaron. Ahora trabaja, según su director, con operarios intermitentes, que “vienen, hacen un horno y se van”.
A ningún carbonero le da la cuenta: el Estado paga 15 pesos por kilogramo de carbón –hasta hace poco eran solo cuatro– y en sus planes tiene comprar el saco a solo 500 pesos, cuando el precio en el mercado informal triplica esa cifra y, además, hay que aportar el saco vacío.
Los niños del lugar estaban “predestinados” a ser carboneros y las borracheras, para soportar la miseria y el “embate mítico de los mosquitos”, eran cotidianas
Las Carboneras no tenía más de 10 casas, lamenta este jueves un reportaje del oficialista Periódico 26, pero iba a la cabeza de la producción de carbón en la provincia. El pueblo era un lugar extremadamente pobre, en el camino hacia el municipio de Puerto Manatí. Los niños del lugar estaban “predestinados” a ser carboneros y las borracheras, para soportar la miseria y el “embate mítico de los mosquitos”, eran cotidianas.
"Los vecinos comenzaron a irse de uno en uno. Se llevaron las puertas, las ventanas, lo que pudieron, y agarraron para Manatí, a intentar sobrevivir”, explica Enrique Pérez, carbonero desde los nueve años.
La silueta de los grandes hornos del poblado –cada uno daba para llenas 100 sacos–, manejados por trabajadores descalzos y sin protección contra el fuego, era inconfundible, según el hombre. Incluso de madrugada un operario vigilaba las piras. Los tuneros acudían al lugar para comprar carbón sin intermediarios. A pesar de la dureza del oficio, “defendían un negocio particular” y eso contribuía a su esfuerzo.
Sin atribuir la debacle al Estado, Rojas rememora cómo el pueblo fue perdiéndolo todo. Primero cerró la escuela, lo cual obligó a que los niños tuvieran que caminar varios kilómetros, por una senda llena de marabú para ir al aula más cercana. Volvían de noche. Luego la bodega, con lo que se fueron los pocos suministros seguros que tenían los guajiros más viejos.
"No hubo más remedio. La gente se tuvo que ir”, zanja Rojas. “Pa' hacer carbón hay que estar pegao en el trabajo desde que sale el sol, no hay manera de andar por ahí buscando comida, al menos no todos los días. Dejamos de recibir el pollo, el picadillo…”
Rojas sigue manteniendo unos hornos en Las Carboneras, incentivado por la subida del precio del carbón
Al cabo de 30 años de vivir de su trabajo en Las Carboneras, y asediado por los cuatreros y bandoleros de la zona, Rojas también se fue. “Aguanté todo lo que pude, pero me robaron los animales; una noche vinieron tres hombres y hasta nos amenazaron. Mi mujer entró en un estado de nervios que cada vez que ladraba el perro empezaba a llorar”.
Ahora viven en un “bajareque” improvisado en Puerto Manatí, pero dicen estar “tranquilos”. Rojas sigue manteniendo unos hornos en Las Carboneras, incentivado por la subida del precio del carbón. No obstante, es claro con el diario del Partido Comunista en Las Tunas: “¡El dinero no me alcanza! Esto no es pagado con nada. Hacer carbón es muy duro”.
"Como es de esperarse, los carboneros piden ropa, zapatos, limas... Ellos no son cualquier trabajador”, se queja el director de la Agroforestal de Las Tunas. “En los últimos tiempos les hemos dado limas, machetes, mochas, en pequeñas cantidades”. Pero la producción no despega.
Sumida en el abandono y rodeada de marabú, las autoridades locales han sido claras sobre Las Carboneras: “Ya no hay modo de recuperar la comunidad”.