Pollos en el balcón y cerdos en la bañadera, los cubanos vuelven a criar su propia comida
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En la calle Monte, el olor de los gallineros improvisados se esparce por las casas cercanas y otorga al barrio cierto toque rural
La Habana/Los cubanos han dejado de preguntarse si esta crisis es peor que aquella de los años 90. Los apagones, el desabastecimiento de alimentos y la falta de combustible para el transporte público del Período Especial hace rato fueron superados en duración, gravedad y limitaciones. También ha regresado la cría de animales, como pollos y cerdos, en viviendas y apartamentos, para obtener lo mismo huevos que carne.
En la calle Monte, una de las arterias más populares y pobres de La Habana, ya nadie se asombra si ve un par de gallinas en un balcón, custodiadas además por un gato, en posición de alerta para maullar ante cualquier intento de robo. Separados del abismo por los hierros oxidados de una reja, las aves miran el tráfico que pasa por la avenida, picotean algunos granos de arroz y son ajenos a la cazuela que les aguarda. El olor del improvisado gallinero se esparce por las casas cercanas y otorga al barrio cierto toque rural, de campo adentro.
“Estamos como en aquella época que vendían pollitos para que uno los criara y autoabastecerse de carne”, ironizaba este viernes una vendedora de fosforeras, pegamento instantáneo y otras baratijas. Desde su estratégico puesto en uno de los portales de la céntrica calle, la mujer conoce la vida y milagro de todo el que vive en la zona. “En aquella casa estuvieron criando un puerco en el baño”, explica y señala un diminuto cuarto, con apenas una pequeña ventana hacia la calle, en un primer piso. “Hasta aquí se oía y se olía”, subraya la comerciante informal.
“Aunque me esté muriendo de hambre no hago eso por nada del mundo”, sentenció entonces un posible cliente
“Aunque me esté muriendo de hambre no hago eso por nada del mundo”, sentenció entonces un posible cliente que miraba en la venduta unos cordones de zapato, preguntaba el precio de algunas piezas de plomería y revisaba los sabores de los paquetes de refresco instantáneo. “Mi familia y yo criamos un puerquito hace como 30 años y al final terminamos cogiéndole cariño al animal, no pudimos matarlo”, detalla. “Se escapaba del baño donde lo teníamos encerrado y se ponía a dormir en nuestra cama, al final se lo tuvimos que vender a un primo mío porque no teníamos corazón para sacrificarlo”.
Con su plumaje blanco, ennegrecido por el hollín que brota de la avenida, los dos pollos en el balcón siguen picoteando obstinadamente en el suelo y en las grietas de la despintada fachada. “Además, engordar a un animal lleva comida y si ahora es difícil conseguirla para los humanos qué queda para ellos, al menos en los 90 algo se encontraba”, aseguró el hombre que al final se va sin comprar nada. Las comparaciones con los tiempos actuales han terminado por convertir aquel Período Especial en una época añorada para los cubanos. Mejor evitar los paralelismos.